Las cáusticas son uno de esos conceptos que, aunque puedan parecer laterales dentro de la óptica, han jugado un papel decisivo en su desarrollo histórico. De manera sencilla, una cáustica puede definirse como el lugar geométrico donde hay más intensidad lumínica. Sin embargo, al examinar con mayor detalle su estructura, se revela una complejidad sorprendente que ha requerido el uso de matemáticas avanzadas, especialmente aquellas que abordan las singularidades. Este carácter dual, entre lo intuitivo y lo profundamente técnico, ha hecho que las cáusticas acompañen de forma constante el progreso de la óptica desde la Antigüedad hasta nuestros días.
Este artículo ofrece una síntesis histórica de ese recorrido, desde los primeros espejos ustorios de la Grecia clásica hasta las modernas formulaciones basadas en la teoría de catástrofes. Nuestro trabajo explora cómo las cáusticas, entendidas tanto como fenómeno físico como objeto matemático, han coevolucionado con campos como la geometría, la teoría ondulatoria o los desarrollos asintóticos. Como se indica al comienzo del estudio, “la aparentemente caprichosa forma de las cáusticas que se encuentran en la naturaleza —el arcoíris siendo el ejemplo más inspirador— ha estimulado a algunas de las mentes más lúcidas de la ciencia a lo largo de los siglos”.
De los espejos ustorios al foco imperfecto
Durante la Antigüedad, instrumentos como espejos cóncavos y lentes biconvexas eran utilizados para concentrar la luz del sol y producir fuego. Esta aplicación práctica generó también cuestiones teóricas entre los matemáticos griegos. Euclides y, más tarde, Diócles, intentaron comprender por qué y cómo los rayos solares se concentraban en ciertos puntos. Diócles demostró que no era un espejo esférico, sino uno parabólico, el que enfocaba todos los rayos del sol en un único punto.
Con el paso del tiempo, se empezó a constatar que ni los espejos ni las lentes producían focos perfectos. Durante el Renacimiento, figuras como Leonardo da Vinci observaron que la luz se concentraba no en puntos, sino en formas más complejas. Estas estructuras, llamadas más tarde cáusticas, despertaron el interés de ópticos y artistas. Da Vinci ilustró una de las primeras cáusticas conocidas, obtenida a partir de la reflexión de rayos paralelos en un espejo curvo. Desde entonces, el estudio del comportamiento de la luz tras atravesar sistemas imperfectos se convirtió en un problema central para la óptica geométrica.

La geometría de la luz: del foco a la envolvente
En el siglo XVII, la invención del telescopio y el microscopio estimuló una nueva era para la óptica. Sin embargo, mientras los ingenieros se centraban en mejorar la calidad de los instrumentos, los matemáticos retomaron el estudio de las cáusticas desde un enfoque puramente geométrico. Huygens, en su tratado Horologium Oscillatorium, introdujo el concepto de evoluta: la curva que representa el conjunto de centros de curvatura de otra curva. Este concepto sería clave más adelante para entender la forma de muchas cáusticas.
En el desarrollo de su teoría ondulatoria de la luz, Huygens comprendió que las cáusticas podían describirse como la evoluta de una familia de rayos. Este enfoque fue clave para entender que las cáusticas no eran simples “fallos” en la formación de imágenes, sino estructuras definidas y previsibles que podían estudiarse mediante herramientas geométricas.
Geometría diferencial y cáusticas
A lo largo de los siglos XVIII y XIX, la geometría diferencial se consolidó como disciplina y aportó nuevas herramientas para entender las cáusticas, ahora no como curvas sino como superficies; Étienne-Louis Malus fue el primero en utilizar el término “superficies cáusticas”. Se definieron conceptos como los radios de curvatura principales de una superficie y las superficies focales asociadas. Gaspard Monge introdujo la idea de una congruencia de líneas, es decir, un conjunto de rayos de luz normal a una superficie (frente de onda), que generaban dos superficies desarrollables —las superficies cáusticas.
La propagación de la intensidad de la luz a través de las cáusticas estaba relacionada con los radios de curvatura de los frentes de onda. Charles Dupin demostró, mediante razonamiento geométrico, que los frentes de onda permanecen normales incluso tras múltiples reflexiones o refracciones. Este enfoque sirvió a Hamilton para introducir la función característica y la ecuación eikonal; base moderna de la óptica geométrica. Las cáusticas se pueden interpretar como soluciones singulares a la ecuación eikonal.

De la óptica geométrica a la óptica ondulatoria
Durante el siglo XIX el estudio de la propagación de la luz evolucionó desde una descripción puramente geométrica a un modelo basado en la propagación de ondas. Tras los desarrollos en la teoría ondulatoria de Young y Fresnel, George Airy trató de cuantificar, utilizando la teoría ondulatoria, la intensidad luminosa en las cercanías de una cáustica, en particular en el arcoíris, llegando a una expresión hoy conocida como la integral de Airy, la cual permite estimar la intensidad en función de la longitud de onda.
Este paso fue decisivo porque mostró que las cáusticas no eran solo estructuras geométricas, sino también regiones con una intensidad de la luz variable. Desde entonces, entender la forma de la cáustica requería también conocer cómo se comporta la luz como onda, especialmente en contextos como el análisis de la difracción.
Siglo XX: teoría de las catástrofes y los métodos asintóticos
Durante el siglo XX, las herramientas matemáticas avanzaron y permitieron describir con mayor precisión el comportamiento de la luz en las cáusticas o en las regiones cercanas. Uno de los enfoques más fructíferos fue el uso de aproximaciones asintóticas, técnicas que simplifican ecuaciones complejas considerando ciertos parámetros límite, como la longitud de onda.
Un hito clave fue la derivación de la óptica geométrica a partir de la óptica ondulatoria o la teoría electromagnética mediante los métodos asintóticos, ya que permitía enlazar matemáticamente estas teorías físicas, en apariencia contradictorias. Así, la serie de Lüneburg–Klein permitía derivar la óptica geométrica a partir de las ecuaciones de Maxwell mediante estos desarrollos asintóticos. Sin embargo, esta serie fallaba precisamente en las cáusticas, por lo que se introdujo la aproximación uniforme, que mapea soluciones de una ecuación más sencilla al problema original, conservando la topología de sus singularidades. Como se explica en el artículo, “este enfoque se articula totalmente en términos de fases y amplitudes asociadas con los rayos en las cercanías de las cáusticas”.

Clasificación moderna de las cáusticas
La teoría de catástrofes, desarrollada en la segunda mitad del siglo XX, aportó una nueva forma de clasificar las cáusticas, centrada en caracterizar los puntos singulares que se presentan en ellas. René Thom y Vladimir Arnold desarrollaron un esquema matemático que permite agrupar estas singularidades en un conjunto finito de formas posibles. Algunos ejemplos: la catástrofe en cúspide, o en cola de milano. En óptica, cada una de estas formas tiene asociada una intensidad lumínica diferente, a las que se asocia una integral de difracción canónica.
Este marco teórico tuvo un enorme impacto porque permitió, como se dice en el texto, “cumplir el objetivo de Airy de estimar matemáticamente la intensidad luminosa en las cercanías de una cáustica”. A partir de entonces, y con el avance en la computación, fue posible estimar de manera sistemática los patrones de intensidad lumínica en las cáusticas.
Aplicaciones contemporáneas
En la actualidad, las cáusticas siguen siendo objeto de estudio y aplicación en múltiples áreas. En la denominada óptica estructurada, ayudan a diseñar los llamados haces de Airy, que se caracterizan por su capacidad de reconstruirse tras atravesar ciertos obstáculos. También son relevantes en el diseño de superficies ópticas freeform (superficies sin simetría de revolución con muchos grados de libertad), que permiten controlar el flujo luminoso con alta precisión. Asimismo, las cáusticas se utilizan para comprender fenómenos naturales como los espejismos, los patrones de luz en el fondo de un río o piscina o la visión de imágenes múltiples.
Por otro lado, la noción de cáustica es también muy útil en otros ámbitos aparte de la óptica, tales como en la microscopía electrónica, las lentes gravitacionales, o la computación gráfica. Esta versatilidad demuestra que las cáusticas, lejos de ser un concepto del pasado, siguen siendo una herramienta de vanguardia.
Referencias
- Sergio Barbero. Between light and shadows—a brief history of caustics: retrospective. Journal of the Optical Society of America A, vol. 42, nº 8, agosto de 2025, pp. 1055–1066. doi: 10.1364/JOSAA.561521

Sergio Barbero Briones
Licenciado en Física y Doctor en Ciencias de la Visión

Cortesía de Muy Interesante
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