
En la infancia, es común que los pequeños sorprendan a sus padres con frases como “estoy jugando con mi amigo” cuando en realidad no hay nadie presente. Los amigos imaginarios suelen aparecer entre los 3 y 7 años, y aunque a veces generan inquietud en los adultos, forman parte de un desarrollo normal en muchos niños.
Un recurso para la creatividad
Los amigos imaginarios permiten que los niños desarrollen su imaginación y su capacidad de crear mundos propios. A través de estas figuras invisibles, inventan juegos, escenarios y conversaciones que estimulan su creatividad y pensamiento abstracto.
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Herramienta emocional
Además de ser un juego, los amigos imaginarios cumplen un papel en la regulación emocional. Los niños los utilizan para expresar sentimientos, miedos o deseos que tal vez no logran comunicar con adultos o compañeros. Hablar con ese “amigo” les brinda seguridad y compañía.
Aprendizaje social
Tener un amigo imaginario también funciona como ensayo para la vida social. Al interactuar con este personaje, el niño practica habilidades como el diálogo, la empatía y la resolución de conflictos. De esta forma, se prepara para relacionarse con otras personas en la vida real.
¿Es motivo de preocupación?
En la mayoría de los casos, los amigos imaginarios desaparecen de manera natural conforme el niño crece y desarrolla nuevas formas de interacción. Solo sería importante consultar a un especialista si este tipo de juego interfiere en su vida diaria, causa aislamiento prolongado o genera angustia.
Lejos de ser algo negativo, los amigos imaginarios suelen ser señal de una mente activa y creativa. Aceptar esta etapa con naturalidad, escuchando al niño y respetando su mundo interno, contribuye a fortalecer su confianza y a enriquecer su desarrollo emocional.
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BB
Cortesía de El Informador
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