Duelo abierto ente Lula y Trump por Bolsonaro

Desde Brasilia

A metros de Donald Trump. Luiz Inácio Lula da Silva será el primer presidente a discursar en la Asamblea de Naciones Unidas el próximo martes, alrededor de las diez de la mañana, hora de Argentina. Unos veinte minutos después, cuando haya concluido la intervención del brasileño, Trump subirá a la tribuna.

Si hubiera voluntad política, los mandatarios podrían tener un breve intercambio al cruzarse en la antesala del presidium de la ONU. Así ha ocurrido entre líderes de diversos países intervinientes en la reunión del organismo que sesionará toda esta semana en Nueva York.

“Saludará a Trump?’, le preguntaron al brasileño antes de embarcar hacia la cumbre de Nueva York. Lula respondió que no está interesado en una conversación con su colega, mientras éste insista en seguir presionando a favor de la impunidad de Jair Bolsonaro, a quien el Supremo Tribunal Federal acaba de condenar a 27 años y tres meses de prisión por intento de golpe de Estado entre otros delitos.

La sentencia se conoció el 11 de setiembre, día que queda doblemente marcado en la historia latinoamericana por recordar el golpe de estado chileno de 1973 y la inédita condena contra un grupo de militares, con el capitán Bolsonaro al frente, que intentó implantar una dictadura en Brasil. 

Presiones

Durante el proceso brasileño los jueces fueron objeto de intimidaciones de diverso origen. Hubo las amenazas disparadas en las redes sociales y las cartas (conteniendo desde feces a substancias peligrosas) originadas en probables remitentes bolsonaristas. Desde diversas reparticiones del gobierno Trump se aplicaron sanciones y publicaron advertencias contra cuatro de los cinco jueces miembros de la Primera Sala del Supremo Tribunal Federal donde se sustanció la causa contra Bolsonaro.

El quinto magistrado, autor de un fallo exculpatorio del reo, fue eximido de represalias por parte de Washington. Trascendió que Estados Unidos puede anunciar sanciones contra ministros del gabinete de Lula, jueces y parlamentarios durante la Asamblea de la ONU.

En ese contexto el titular de Salud, Alexandre Padilha, suspendió su viaje a Nueva York dado que la visa extendida por Trump sólo le permitía moverse en un radio de cinco cuadras. Eso es “humillante” dijo el funcionario después de informar a Lula de su decisión de no sumarse a la comitiva oficial.

Emperador

Ante las repreguntas de la prensa sobre un eventual encuentro con Trump en los pasillos de la ONU, Lula dijo que en última instancia lo saludaría protocolarmente y punto. Y volvió a criticar sus veledidades de “emperador”.

Al contrario de lo que ocurrirá con su colega , Javier Milei que, según informaciones dadas este sábado por el Palacio San Martin, tendrá una cita con el gobernante estadounidense precisamente el próximo martes.

Milei, a quien Bolsonaro pensaba pedirle asilo en Buenos Aires para evitar la prisión por golpe de Estado, no habla con Lula mientras cultiva las relaciones próximas hasta el extremo con el jefe de la Casa Blanca. Ese vínculo intenso hace al estilo de las derechas de la región. Un pionero en esa modelo de política externa fue el ahora condenado Bolsonaro, quien prácticamente no hizo otra cosa que viajar a Estados Unidos para ver a su colega republicano mientras reducía a casi cero las relaciones con Argentina, Bolivia, Colombia y Venezuela. Y dinamitaba lo que quedaba del Mercosur. Su canciller de entonces, Ernesto Araújo, es recordado por afirmar que estaba dispuesto a ser un “paria”, aislado de la comunidad internacional, si ese era el precio a pagar por el alineamiento con Trump.

Elevando la tesis del por entonces canciller Araújo al nivel de la genuflexión, en setiembre de 2019, durante la 74ª cumbre de la ONU, Bolsonaro llegó decir al oído de Trump un “I love you”, mientras el presidente estadounidense se aprontaba para hablar en ante el plenario de la organización.

Del BRICS a la ONU

El duelo abierto que actualmente protagonizan Lula y Trump, comenzó durante la 17ª Cumbre del BRICS en Río de Janeiro, realizada en julio pasado , durante la cual se aprobaron documentos en favor de un orden multipolar y del uso de las monedas locales sustituyendo al dólar. Una de las manifestaciones más directas contra la divisa norteamericana partió de la expresidenta Dilma Rousseff, actual titular del Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS, con sede en Shangai, China.

En reacción a ese tercermundismo en alza, Trump amenazó a las potencias emergentes diciendo que no habrá de tolerar ninguna forma de “antiamericanismo”.

Pocos días más tarde concentró sus ataques contra Brasil: elevando al 50 % las tarifas impuestas a los productos sudamericanos como respuesta a la “persecución” contra Bolsonaro.

En los dos meses transcurridos desde el inicio de las hostilidades entre el Planalto y la Casa Blanca, es posible realizar un balance. Una evaluación provisoria porque la tensión tiende a prolongarse hasta las elecciones del año que viene.

Lula emerge como el más beneficiado si se tiene en cuenta que desde julio sus índices de aprobación comenzaron a remontar luego de meses en declive, y uno de los factores detectados por las encuestas es el respaldo del público a la posición del presidente frente las bravatas “gringas”.

En sus discursos, sea para inaugurar un barrio de viviendas populares o durante la visita a una fábrica de autos, Lula repudia la injerencia externa en los asuntos de su país y reivindica la “soberanía”. Esa palabra, “soberanía” fue escogida para una campaña divulgada en la televisión y las redes sociales, que probablemente será incluida en el pronunciamiento de este martes ante la ONU.

Paralelamente, el juzgamiento contra Bolsonaro y sus generales, prosiguió hasta la publicación de una sentencia firme, por parte del Supremo, demostrando en los hechos el fracaso, al menos por ahora, del intento trumpista de atropellar a la justicia. Un hecho que debe anotarse entre los logros de la gestión lulista.

Al mismo tiempo las agresiones del presidente estadounidense perjudicaron su imagen entre los brasileños: las encuestas dicen que casi siete de cada diez encuestados lo rechazan. Percepción que acabó por afectar la imagen de Bolsonaro, a quien, pese a que su popularidad sigue alta, se lo ve como instigador de las medidas de la Casa Blanca. Esto porque su hijo, el diputado Eduardo, radicado en los Estados Unidos, respaldó desde el alza de las tarifas hasta un hipotético ataque con cazas F35 contra territorio brasileño.

Contra extremismos

El próximo miércoles, en uno de sus últimos compromisos en Nueva York, Lula presidirá junto los mandatarios de Chile, Gabriel Boric, y España , Pedro Sánchez, una conferencia en defensa de la democracia, dando continuidad a la celebrada hace dos meses en la Casa de la Moneda en Santiago. El encuentro contará con la presencia de los presidentes o delegaciones de México, Colombia, Uruguay y Francia entre otros países.

Ese mismo día, según lo prometido por dirigentes derechistas brasileños, puede ser presentado el proyecto de amnistía blanca a través del cual se pretende reducir la condena de Bolsonaro. Uno de los mentores de la iniciativa es Michel Temer, el político llegado a la presidencia gracias al golpe parlamentario de 2016 contra Dilma Rousseff.

Abusando de una retórica saturada de expresiones legalistas para disimular su intención de garantizar la impunidad de Bolsonaro, Temer viene insistiendo desde hace tiempo en la necesidad de “pacificar” al país. “Dejemos de atascarnos en el pasado, miremos hacia el futuro” es el eufemismo que Temer usa como escoba con la que oculta bajo la alfombra la basura acumulada por los militares que intentaron derrocar y asesinar a Lula en enero de 2023. El diputado Paulinho da Força, un apadrinado de Temer , es el encargado de llevar adelante ese proyecto, o mejor dicho , salvoconducto par los sediciosos.

Desde el Planalto se anticipó que de prosperar la reducción de la condena de Bolsonaro, ese proyecto será vetado. En todo caso la discusión de esta norma en el Parlamento está reflejando la capacidad desestabilizadora de la extrema derecha que sigue teniendo como su jefe máximo a Bolsonaro, recluido en una mansión debido a su prisión domiciliaria, y a Trump como un cómplice con quien podría contar para cualquier tipo de aventura.

Cortesía de Página 12



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