Entre 2020 y 2023, investigadores de la Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation (CSIRO) se dieron a la tarea de localizar un ave que se creía extinta desde hace más de un siglo. Se trata del loro nocturno (Pezoporus occidentalis), un ave endémica de Australia que ha logrado esquivar a la comunidad científica, pues sus avistamientos han sido prácticamente escasos.
De acuerdo con National Geographic, el último avistamiento de esta ave tuvo lugar en 1883 y no fue sino hasta 2013 que pudo ser fotografiada en la reserva natural de Kalamurina. En 2017, la organización Australian Wildlife Conservancy logró el primer registro de un loro nocturno desde finales del siglo XIX. Ahora, el estudio del CSIRO, publicado en Wildlife Research, identificó el canto de al menos 50 ejemplares de esta especie en el Área Protegida Indígena de Ngururrpa.
Los cantos revelaron el hábitat de los loros
De acuerdo con Earth, en conjunto con indígenas del lugar, los científicos del CSIRO desplegaron grabadoras de audio resistentes a la intemperie en decenas de puntos estratégicos. Estos dispositivos registraron sonidos que los especialistas describieron como un “didly dip, didly dip” similar a un teléfono, o un “dink dink” parecido a una campana.
El equipo instaló cámaras trampa en los sitios donde se detectaron los sonidos. Estas permitieron observar qué depredadores rondaban cerca, y a su vez detectar loros en más de la mitad de las zonas estudiadas. Esto descartó la idea de que fueran aves extraviadas y apuntó hacia una población estable. Posteriormente, el equipo localizó los refugios diurnos de las aves: domos compactos de pasto spinifex maduro, especialmente de la especie Triodia longiceps.
La reserva es un gran desierto arenoso propenso a incendios de propagación rápida. La recurrencia de los siniestros impide que el spinifex alcance la madurez necesaria para convertirse en refugio para los loros. El estudio propone quemas controladas y de baja intensidad en temporada fría que reduzcan el riesgo de incendios arrasadores, lo que garantizaría que los loros nocturnos tengan acceso a la planta.
Ejemplar de Pezoporus occidentalis. Imagen | CSIRO.
Perros dingos, la clave para su salvación
Los depredadores añaden otra capa de complejidad. Las cámaras captaron la presencia recurrente de perros dingos cerca del hábitat de los loros. Aunque al principio pensaron que estos animales eran una amenaza, un análisis de heces reveló que los dingos cazaban gatos salvajes, que sí eran depredadores de polluelos. Por tanto, proteger a los dingos puede ayudar a controlar la población de gatos y, por ende, a preservar a estas aves.
Por el contrario, un programa de control de depredadores mal planificado, que redujera a los dingos, podría dar lugar a la expansión de los gatos, lo que condenaría a los P. occidentalis. Incluso perturbaciones aparentemente menores, como el tránsito de vehículos, la introducción de malezas o el pastoreo de ganado, podrían jugar en contra de estas aves.
Una segunda oportunidad
De acuerdo con Leo Joseph, director de la Colección Nacional de Vida Silvestre de Australia, la disminución de esta esquiva especie se debió principalmente a “la pérdida de hábitat y la depredación“. Estas redujeron drásticamente su población, hasta el punto de que llegó a desaparecer durante un siglo entero.
El estudio recomienda combinar el conocimiento indígena en la gestión del fuego con mapas satelitales modernos, mantener alejados al ganado de las zonas críticas y diseñar estrategias de control de depredadores que no perjudiquen a los dingos. También propone incorporar nuevas tecnologías para entender mejor los movimientos de los loros y su dieta.
Imagen de portada | John Young / Australian Wildlife Conservancy (AWC).
Cortesía de Xataka
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