Cada año, como si de un ritual silencioso se tratase, millones de personas en España mueven las manecillas del reloj. Algunos apenas lo notan, otros lo sienten como si su mundo diera un pequeño vuelco. Hablamos del cambio de hora, una práctica que, aunque aparentemente sencilla, sigue generando dudas, debates y más de un bostezo de más en los días posteriores.
En este 2025, el esperado (o temido) cambio al horario de invierno se producirá en la madrugada del sábado 25 al domingo 26 de octubre. A las 03:00 horas, los relojes deberán atrasarse una hora, marcando de nuevo las 02:00. En términos prácticos, esa noche se duerme una hora más. Pero lo que para muchos es una pequeña victoria contra el insomnio, para otros puede suponer un pequeño desajuste físico y mental.
Y es que este cambio, aunque parezca trivial, afecta directamente a nuestro reloj biológico, nuestro ritmo circadiano y nuestra rutina diaria. Si no se gestiona adecuadamente, puede tener consecuencias más notables de lo que imaginamos.
Un cambio con historia (y polémica)
El ajuste horario no es un capricho moderno. Su origen se remonta a ideas tan antiguas como las de Benjamin Franklin, quien ya en el siglo XVIII sugería madrugar más para ahorrar velas. Pero fue en el siglo XX, y especialmente tras la crisis energética de los años 70, cuando esta medida se institucionalizó con la excusa del ahorro energético.
Desde entonces, dos veces al año —una en marzo para adoptar el horario de verano, y otra en octubre para regresar al de invierno— los relojes españoles se sincronizan con una decisión que ha cruzado fronteras, debates científicos y cambios de Gobierno.
Sin embargo, la eficacia real del cambio de hora está más cuestionada que nunca. Algunos estudios han demostrado que el ahorro energético es, en el mejor de los casos, simbólico. Y si bien en los años 70 esta medida tenía sentido para optimizar el consumo de luz, hoy las tecnologías LED, los horarios laborales extendidos y el teletrabajo han cambiado el panorama por completo.

¿Por qué se sigue haciendo?
La respuesta es más política que científica. Aunque la Comisión Europea propuso en 2018 eliminar el cambio de hora y permitir que cada país eligiera si mantener el horario de verano o el de invierno de forma permanente, los Estados miembros no lograron ponerse de acuerdo. En España, se creó una comisión de expertos que, tras estudiar el asunto, concluyó que aún no había suficiente consenso para tomar una decisión definitiva.
Por eso, al menos hasta el año 2026, seguiremos girando las agujas del reloj dos veces al año.
Cómo afecta realmente a tu cuerpo
El problema no es el reloj, sino nuestro reloj interno. El cuerpo humano está diseñado para funcionar en sintonía con la luz solar. Alterar esta sincronización, aunque sea solo una hora, puede generar síntomas similares al jet lag: fatiga, insomnio, irritabilidad, dificultad de concentración e incluso, en algunos casos, un aumento temporal en el riesgo de problemas cardiovasculares.
Aunque el cambio de octubre suele ser más “benévolo” que el de marzo (porque ganamos una hora de sueño), no todo el mundo lo lleva igual. Los niños, los ancianos y las personas con trastornos del sueño son los más vulnerables.
Además, en un país como España, cuya posición geográfica no corresponde con su huso horario actual (vivimos con el horario de Europa Central, aunque geográficamente deberíamos estar en el mismo que Reino Unido o Portugal), el desfase se multiplica. Esto hace que en invierno amanezca más tarde de lo que sería natural, lo cual complica aún más la adaptación del cuerpo.
Qué puedes hacer para que el cambio al horario de invierno no te afecte
Aunque no podemos evitar el cambio, sí podemos preparar nuestro cuerpo para adaptarse mejor. Hay formas sencillas y eficaces de suavizar el impacto, especialmente si comienzas unos días antes.
Una estrategia útil es ajustar progresivamente tu horario. No esperes al domingo para cambiarlo todo de golpe. Puedes adelantar o atrasar tus rutinas diarias —como la hora de dormir, comer o exponerte a la luz— en intervalos de 15 minutos. Así, el cuerpo se adapta poco a poco y el impacto es mucho menor.
Aprovechar la luz natural también es clave. En los días previos y posteriores al cambio, procura pasar más tiempo al aire libre por las mañanas. La exposición a la luz solar ayuda a sincronizar tu reloj biológico, favorece la producción de melatonina y mejora la calidad del sueño.

Mantén la regularidad en tus rutinas. Nuestro organismo funciona mejor cuando hay coherencia en los horarios. Intenta despertarte y acostarte siempre a la misma hora, incluso durante los fines de semana. Lo mismo aplica para las comidas y el ejercicio físico.
Y, sobre todo, si notas cansancio los días posteriores al cambio, no lo ignores. Permítete descansar más si lo necesitas, evita sobrecargarte con tareas exigentes y pospón decisiones importantes si no te sientes con energía.
¿Y si este fuera el último cambio de hora?
Cada vez más voces reclaman el fin del cambio horario. Y no solo desde la ciencia: también desde sectores económicos, educativos y sociales que consideran que vivir con un horario estable sería más beneficioso a largo plazo.
Algunos países ya han dicho adiós a esta práctica, como Rusia, Turquía o México, apostando por un horario fijo durante todo el año. En España, de momento, seguiremos esperando, aunque todo indica que la era del doble horario podría estar viviendo sus últimos capítulos.
Mientras tanto, prepárate para dormir una hora más el último fin de semana de octubre. Pero no te confíes: aunque suene bien, tu cuerpo puede tardar unos días en entenderlo.
Cortesía de Muy Interesante
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