Las mejores películas sensuales para ver en casa: obras eróticas y provocadoras

En su esfuerzo por reflejar la complejidad de la experiencia humana, el cine ha explorado la sexualidad desde múltiples ángulos. No es solo un tema recurrente, sino una fuerza motriz que impulsa narrativas que provocan, intrigan y desafían las convenciones.

Las películas clasificadas como NC-17 en Estados Unidos —la calificación más restrictiva por su contenido explícito— representan la cumbre de esta exploración.

No son simplemente obras que incluyen escenas eróticas, sino que integran la sexualidad como un elemento ineludible de su trama, a menudo con un alto valor artístico y una mirada sin censura.

Para muchos, esta etiqueta sugiere un cine pornográfico, una percepción que dista de la realidad. A diferencia de la pornografía, un filme con esta calificación se diferencia por la presencia de una narrativa elaborada, personajes complejos y una dirección artística definida.

Según la revista Popsugar, pueden ser “más crudas que las películas sexys convencionales, pero con suficiente actuación para evitar que se desvíen demasiado hacia el carril del xxx”. Son películas audaces que abordan temas como la adicción sexual en el drama psicológico Shame (2011), los dramas de amor prohibido en Lust, Caution (2007) y la exploración de la identidad en Blue Is the Warmest Color (2013).

La historia de esta calificación está marcada por la controversia y la disputa con los censores. Películas como Blue Valentine (2010), protagonizada por Ryan Gosling y Michelle Williams, inicialmente recibieron la clasificación NC-17 por una escena de sexo oral, lo que generó un debate sobre el sexismo en las decisiones de la Motion Picture Association (MPA).

El propio actor argumentó públicamente que el filme habría recibido una clasificación menos restrictiva si el rol hubiera sido invertido. Del mismo modo, el thriller Basic Instinct (1992) tuvo que ser editado para conseguir una clasificación R y alcanzar una distribución más masiva, un hecho que destaca la tensión entre la visión artística de los directores y las exigencias del mercado.

No es raro que estas películas presenten fetichismos, juegos de roles, BDSM o incluso sexo no simulado, llevando la autenticidad a un nivel que rara vez se ve en la pantalla. Un ejemplo de esta disputa es Passages (2023), cuyo director calificó la decisión de la MPA como una “forma de censura cultural”, una visión compartida por otros cineastas y críticos que ven en la calificación una barrera para la libertad creativa.

Estas obras demuestran que el sexo en el cine es más que un simple acto; es un motor narrativo que impulsa el desarrollo de personajes, revela conflictos internos y explora la complejidad de las relaciones humanas.

Cortesía de Clarín



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