
Pocas innovaciones han transformado tanto el sector financiero como el Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios (SPEI). Creado y operado por el Banco de México, el SPEI es la columna vertebral de los pagos digitales en México. Desde su lanzamiento el 13 de agosto de 2004, pasó de procesar 138 operaciones el primer día a sostener millones de transferencias diarias de alto y bajo valor, ahora con disponibilidad 24/7, costos mínimos y seguridad respaldada por el banco central.
El SPEI ha demostrado ser un sistema robusto y confiable. Cada transacción genera un comprobante electrónico validado por Banxico que sirve como constancia legal, lo cual ha contribuido a la confianza de los usuarios. Actualmente, participan 94 instituciones financieras (bancos, fintechs, intermediarios) que integran sus sistemas al SPEI, un referente internacional de pagos instantáneos.
Sin embargo, como toda infraestructura tecnológica, el SPEI enfrenta límites propios de los sistemas legados. Integrar nuevas tecnologías en una plataforma que nació hace dos décadas implica riesgos de compatibilidad, seguridad e interoperabilidad. Desde 2021, Banxico trabaja en la ampliación de infraestructura del SPEI 2.0, una nueva plataforma que reemplazará el sistema actual y que no será simplemente una actualización, sino un rediseño desde cero escalable, robusto y seguro.
La creación del SPEI obedeció a principios universales de sistemas de pago: seguridad, liquidez, trazabilidad, rapidez. Ahora millones de usuarios envían desde montos pequeños hasta grandes sumas interbancarias en segundos. Es un sistema de liquidación en tiempo real que, al operar bajo un protocolo abierto respaldado por el banco central, ha favorecido la confianza, competencia e innovación en servicios financieros.
No obstante, el efectivo sigue dominando la vida económica del país. La Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2024, elaborada por la CNBV y el INEGI, revela que para transacciones de menos de 500 pesos, 85% de los mexicanos prefiere pagar en efectivo, sólo 10% utiliza tarjetas y apenas 4% opta por transferencias electrónicas o aplicaciones móviles. En compras mayores a 500 pesos, el efectivo es el principal medio de pago en 73% de los casos, aunque las transferencias electrónicas alcanzan 8%.
La brecha se explica por la escasa educación financiera de la población, la falta de incentivos y el bajo conocimiento de herramientas como CoDi (Cobro Digital) y DiMo (Dinero Móvil), ambas basadas en el SPEI. CoDi permite pagos mediante códigos QR y NFC, mientras que DiMo habilita transferencias con el número de teléfono vinculado a una cuenta. Sin embargo, su adopción es reducida: menos de 13% de la población ha usado CoDi y menos de 7% ha probado DiMo.
El SPEI 2.0 será una plataforma de nueva generación. Durante una conversación organizada por Ínigo Rumayor, CEO de la fintech Monato, Ángel Melesio, exdirectivo de Banxico y primer ingeniero del SPEI, señaló que no basta con “parchar” la infraestructura actual, se requiere construir un sistema flexible y preparado para integraciones más complejas.
Entre las innovaciones que se perfilan destacan el procesamiento asíncrono para manejar múltiples transacciones (nómina, pagos de alto valor, microtransacciones) con mayor eficiencia. Soporte multidivisa, lo cual abriría la puerta a pagos internacionales o transfronterizos custodiados por Banxico.
Nuevas funcionalidades inteligentes basadas en Blockchain e Inteligencia Artificial para reforzar la seguridad, automatizar conciliaciones y prevenir fraudes. Así como interoperabilidad reforzada, para que bancos, fintechs y usuarios interactúen sin fricciones, incluso con plataformas globales.
Según Melesio, el rediseño hacia el SPEI 2.0 podría ser la antesala de la moneda digital del banco central (CBDC), un “peso digital” que circule sobre la misma infraestructura.
Si el desarrollo y la construcción del SPEI 2.0 es ambiciosa, su migración será aún más desafiante. La transición de un sistema de pagos no puede fallar. Un error en conciliaciones, un retraso en transferencias o una falla de interoperabilidad tendría impactos sistémicos, pérdida de confianza y reputacional para Banxico y el sistema financiero en su conjunto.
Una ruta lógica es una coexistencia temporal entre el SPEI 1.0 y el 2.0, con migración gradual por segmentos de clientes, montos o tipos de operación. Esta estrategia permitirá probar estabilidad, resolver errores y garantizar que el cambio sea invisible para el usuario final. Porque nadie quiere dejar de recibir su nómina, pagar un servicio o transferir dinero por una transición defectuosa.
Es importante que el SPEI 2.0 sea inclusivo y ningún actor quede fuera de las fases de prueba. Una plataforma que excluya a jugadores emergentes sería una oportunidad perdida para la competencia y la innovación. Cuando Banxico inicie las consultas con todos los actores involucrados, debe hacerlo de forma que propicie el mayor intercambio de puntos de vista.
El éxito del SPEI 2.0 también dependerá de la educación financiera. CoDi y DiMo demuestran que un sistema de pagos puede ser técnicamente impecable, pero si es desconocido y no conecta con los hábitos de los usuarios, se quedará subutilizado.
Si en México dominan los pagos en efectivo, el reto es cultural. El ecosistema financiero y los comercios deben alfabetizar masivamente los beneficios de los pagos electrónicos: rapidez, seguridad, trazabilidad y costos prácticamente nulos. Como dijo Ángel Melesio, “el costo de los pagos no debe influir en si se hace o no una transacción”.
Lo que debe generar valor al ecosistema son menos las comisiones como los servicios de valor agregado al ampliar la base de usuarios, incrementar las transacciones y analizar los datos generados por la plataforma.
Si el SPEI 2.0 logra migrar sin fricciones, garantizar la interoperabilidad y fortalecer la educación e inclusión financiera, México tendrá una infraestructura capaz de digitalizar su economía las próximas dos décadas. El desafío es convertir esta innovación en uso cotidiano. Porque un sofisticado sistema de pagos no cumple su misión si 85% de las personas prefiere pagar en efectivo.
Cortesía de El Economista
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