El brutalismo trumpista exhibe el malestar de una elite corporativa que se niega a aceptar la transición hacia una multipolaridad que privilegia las regulaciones de índole política por sobre las lógicas tecno-financieras, de carácter oligopólico. Las amenazas militares contra Venezuela, el chantaje económico brindado a Javier Milei, los castigos arancelarios, el macartismo, la xenofobia y el desprecio de organismos multilaterales, como la ONU, exponen el intento desesperado por salvaguardar un espacio de prerrogativas unilaterales, contrapuestas a las soberanías nacionales y a los dictados del derecho internacional.
La reunión de la Asamblea de las Naciones Unidas brindó elementos para evaluar el posicionamiento actual de los Estados Unidos y su deriva. Donald Trump (foto) expresa de forma incontinente la deriva supremacista, resultado del doble fracaso del neoliberalismo, impuesto con arrogancia durante el último medio siglo. Fiasco por asumir que la financiarización termina siempre en el estallido de burbujas especulativas –como en la crisis de 2008–, y por arrogarse la confianza de que los mercados alcanzan equilibrios homeostáticos. El presidente estadounidense arremetió contra las Naciones Unidas, en el 80 aniversario de su fundación, negando las hipótesis científicas sobre el calentamiento global, un día antes del encuentro sobre Acción Climática convocado por el secretario general de la ONU, Antonio Gutiérrez.
El negacionismo trumpista privilegia a las corporaciones petroleras porque han sido responsables de cofinanciar su regreso a la presidencia. Como tributo a dichos apoyos, el rubicundo magnate abandonó el Acuerdo de París, encargado de reducir el continuo aumento de la temperatura global y mejorar la capacidad de los países para afrontar el cambio climático. “Todo lo verde está en bancarrota” [porque se basa en el] “engaño del calentamiento global”. El desprecio a la ciencia y la violencia contra el planeta son coherentes con los procesos de racialización, macartismo, misoginia y hostigamiento a las diversidades que promueve la retórica reaccionaria.
La decisión de renunciar al cuidado del planeta es coherente con el abandono, por parte de Washington, de instituciones multilaterales como el Consejo de Derechos Humanos, la Organización Mundial de la Salud, la UNESCO y la entidad responsable de sostener a los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA). El magnate, devenido en mandatario, despreció, además, la tarea de los funcionarios de los organismos multilaterales, adjudicándose el éxito en tareas de pacificación que –acusó– debiera llevar a cabo la ONU. Se atribuyó el haber superado siete conflictos bélicos sin especificar su rol en cada uno. Un exiguo relevamiento de dichas contiendas pone en evidencia la impunidad y la grotesca falsedad de sus declaraciones.
(a) Los combates entre Camboya y Tailandia se suspendieron momentáneamente gracias a la intervención del primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, quien preside la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). (b) Serbia y Kosovo: la presencia de 4 mil uniformados de la OTAN en los Balcanes es presentada por Trump como una evidencia de pacificación. Sin embargo, en abril pasado volvió a recrudecer el conflicto ante la conformación de dos nuevas alianzas militares que desafían el statu quo regional. A mediados de marzo, Croacia, Albania y Kosovo constituyeron una coalición estratégica operativa, decisión que fue respondida por una coordinación de las fuerzas armadas de Serbia, Hungría y Bosnia-Herzegovina. (c) República Democrática del Congo y Ruanda: dos semanas después del acuerdo auspiciado por Trump, paramilitares de Ruanda llevaron a cabo una masacre en Rutshuru, ubicada en el noreste del Congo. (d) India y Pakistán. Las autoridades de Nueva Delhi niegan que el alto al fuego provisorio acordado con Pakistán sea el resultado de las presiones enunciadas por Washington. (e) El caso de Israel e Irán es quizás el más estrafalario: Trump se adjudica haber alcanzado la paz después de bombardear dos instalaciones nucleares en territorio de la República Islámica. Una verdadera paz bélica. (f) Egipto y Etiopía: Las tratativas entre El Cairo y Addis Abeba, relativas a la utilización de las aguas del Nilo para la construcción de la Gran Presa del Renacimiento Etíope, no incluyeron en ningún momento enfrentamientos armados y la mediación más relevante está siendo monitoreada por la Unión Africana. Cuando se produjo la intervención del Departamento de Estado, durante la primera presidencia de Trump, las autoridades de Etiopía consideraron que “la posición de Estados Unidos sobre el proyecto de la represa es totalmente inaceptable”. (g) Armenia y Azerbaiyán: El único conflicto en el que Trump puede jactarse de haber asumido un rol relevante ha sido el tratado de paz entre Ereván y Bakú. El precio megalómano impuesto a los signatarios fue la nominación del paso fronterizo –que conectará Azerbaiyán con Turquía, a través de territorio armenio– como “Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional”, para subrayar la megalomanía reinante.
El presumido rol pacificador del mandatario estadounidense no hizo referencia alguna al aval brindado a Bibi Netanyahu para la continuidad del proceso genocida que se sucede en Gaza ni al bloqueo criminal que lleva a cabo en el Caribe contra la República Bolivariana. Tampoco se focalizó en la prohibición del ingreso a los Estados Unidos al presidente de la Autoridad Nacional Palestina –que se vio obligado a dirigirse ante la Asamblea de la ONU a través de un video desde Ramallah– ni a la exclusión forzada de Nicolás Maduro, perseguido por los delirios injerencistas de Marco Rubio y sus adláteres odiadores de Miami. Las aseveraciones respecto al conflicto de Europa Oriental, pronunciadas por Trump durante su encuentro con Volodimir Zelensky, volvieron a poner en evidencia la inconsistencia y volatilidad de su discurso. Un año atrás advertía al títere ucraniano de la OTAN que era imposible obtener una victoria militar sobre un país que cuenta con el 40 por ciento de todas las ojivas nucleares existentes en el mundo. Siete meses después –al no convencer a Vladimir Putin de aceptar las condiciones estipuladas por la Unión Europea y la OTAN–, modifica su opinión y afirma que Kiev está en óptimas condiciones de alzarse con una victoria militar.
Desde que el Complejo Militar Industrial estadounidense aumentó el valor de sus acciones en Wall Street, como producto de la venta de aparatología bélica a Bruselas, Trump se ha visto interesado en que la conflagración bélica se extienda en el tiempo. Por ese simple incremento de las utilidades, la Federación Rusa pasó a ser –según la caracterización enunciada por Trump– el “tigre de papel” que puede ser vencido por Ucrania. El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, fue el encargado de refutar al mandatario estadounidense: “Rusia no es asociable en absoluto a un tigre. Nos sentimos más definidos por un oso. Y no conocemos la muletilla relativa al ´oso de papel´.”
Cortesía de Página 12
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