Durante años, un campo sin aparente importancia en el sur de Austria escondió uno de los secretos mejor guardados del Neolítico. Bajo una capa de tierra cultivada, invisibles a simple vista, yacían enterradas las huellas de una civilización que transformó para siempre la forma en la que los humanos habitaron el continente europeo. Ahora, un equipo de arqueólogos ha destapado tres enormes estructuras circulares que no solo desafían lo que creíamos saber sobre la prehistoria europea, sino que podrían representar uno de los centros rituales más antiguos jamás descubiertos en Europa Central.
Un hallazgo monumental en Rechnitz
El pequeño municipio de Rechnitz, en la región de Burgenland, cerca de la frontera con Hungría, ha sido el escenario de uno de los descubrimientos arqueológicos más impactantes de los últimos años. Dentro del marco del Masterplan Archäologie del gobierno de Burgenland, y en preparación para la construcción de un parque arqueológico y un poblado neolítico de exhibición, se llevaron a cabo excavaciones que revelaron tres grandes Kreisgrabenanlagen —es decir, recintos circulares rodeados por fosos y terraplenes— que datan de entre 4850 y 4500 a.C., lo que los convierte en más antiguos que Stonehenge o las pirámides de Giza.
Las estructuras tienen un diámetro de más de 100 metros y fueron identificadas por primera vez mediante estudios geomagnéticos y fotografías aéreas entre 2011 y 2017. Pero solo recientemente, con excavaciones sobre el terreno, han podido estudiarse de forma directa y confirmarse como monumentos prehistóricos construidos por comunidades agrícolas del Neolítico Medio. A diferencia de otros hallazgos aislados, lo verdaderamente extraordinario de Rechnitz es la concentración de tres recintos monumentales en un mismo lugar, lo que sugiere que esta zona funcionó como un centro ceremonial, económico y posiblemente astronómico de gran relevancia.

Un centro neurálgico del Neolítico
Los trabajos arqueológicos, dirigidos por Archaeologie Burgenland y en colaboración con la Universidad de Viena y la empresa especializada PANNARCH, han sacado a la luz no solo los recintos circulares, sino también restos de viviendas, postes estructurales y cerámicas que confirman la existencia de asentamientos humanos tanto del Neolítico temprano como del medio. Esto indica que el área estuvo habitada de forma continua durante varios siglos, coincidiendo con el momento en que las primeras sociedades agrícolas comenzaron a organizarse en comunidades sedentarias.
Este proceso, conocido como la Revolución Neolítica, supuso un punto de inflexión en la historia humana: el abandono del nomadismo y la adopción de la agricultura y la ganadería como base del sustento. En ese contexto, las estructuras monumentales de Rechnitz aparecen como símbolos físicos de un nuevo orden social, en el que el espacio común, las ceremonias y quizás también la observación astronómica adquirieron un valor central.
Lo más fascinante es que estas estructuras no eran fortalezas ni simples delimitaciones del terreno. La complejidad de sus accesos, la planificación geométrica y su alineación potencial con fenómenos solares como los solsticios —algo observado en otros recintos similares como el Círculo de Goseck en Alemania— apuntan a una función ritual o simbólica profundamente arraigada en las creencias de estas comunidades.

Una ventana abierta a la Edad de Piedra
Los arqueólogos que trabajan en Rechnitz han descrito este lugar como una verdadera “ventana a la Edad de Piedra”, una metáfora que cobra sentido cuando se considera la magnitud del hallazgo. Las estructuras descubiertas son de tal escala y sofisticación que suponen un reto directo al relato lineal del desarrollo cultural europeo, donde muchas veces se otorga un papel principal a las civilizaciones del Mediterráneo oriental o Mesopotamia.
Este rincón del sudeste austriaco demuestra que ya desde hace más de 6.500 años, las sociedades centroeuropeas eran capaces de coordinar grandes proyectos de ingeniería comunal, con implicaciones espirituales, sociales y científicas. A ello se suma la presencia de instrumentos cerámicos, pozos, y muestras de sedimentos agrícolas, cuya investigación permitirá comprender cómo evolucionaron los suelos y las prácticas agrícolas a lo largo del milenio.
Las muestras recogidas serán sometidas a análisis bioarqueológicos y geológicos en Viena, con el objetivo de reconstruir el entorno natural y las dinámicas agrícolas de estos primeros pobladores. Los resultados podrían ofrecer datos sin precedentes sobre la transición ecológica del Neolítico y su impacto en el paisaje actual de Burgenland.

El futuro parque arqueológico de Rechnitz
El hallazgo no solo tiene un valor científico: también está llamado a convertirse en un nuevo motor de turismo cultural en la región. El gobierno de Burgenland ya ha anunciado la creación de un centro de visitantes junto con un poblado neolítico recreado, donde los visitantes podrán experimentar la vida del 5º milenio a.C. y aprender sobre las técnicas, herramientas y modos de vida de los primeros agricultores del continente.
Este enfoque no solo busca atraer a estudiosos y turistas curiosos, sino también fomentar la educación histórica y medioambiental, en una era donde las raíces de nuestra relación con la tierra y la organización social cobran una nueva relevancia. El centro servirá como punto de partida para rutas temáticas, actividades escolares y eventos de divulgación, haciendo accesible al gran público una parte del pasado que, hasta ahora, permanecía enterrada y olvidada.
En definitiva, Rechnitz se perfila como uno de los yacimientos prehistóricos más prometedores de Europa, no solo por su antigüedad, sino por su capacidad para cambiar nuestra percepción de la historia y demostrar que hace más de seis mil años, en el corazón de Europa, los seres humanos ya estaban dejando huellas monumentales de su paso por el mundo.
Cortesía de Muy Interesante
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