Es una obviedad la tensa relación diplomática que están viviendo Colombia y Estados Unidos, lo que ha venido escalando con el paso de los meses; pero la última acción del presidente Gustavo Petro fue la gota que derramó el vaso. El jefe de Estado viajó a un país ajeno para decirles a las fuerzas militares que desobedecieran a Donald Trump. Eso se llama rebelión.
Con un megáfono y en las calles de Nueva York, Petro incitó a los soldados a incumplir las órdenes de su comandante supremo. No obstante, en Estados Unidos el delito de rebelión está tipificado en el Código Penal Federal (18 U.S. Code § 2383). Esta norma sanciona a quienes inciten, promuevan, apoyen o participen en una insurrección contra la autoridad de ese país o sus leyes. La pena contempla multa y/o prisión de hasta 10 años, además de la inhabilitación para ocupar cargos públicos en el futuro.
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Por tal motivo, era de esperar una respuesta contundente por parte de Trump, quien a través del Departamento de Estado, pidió revocar la visa de su par colombiano debido a sus “acciones imprudentes e incendiarias” durante una manifestación pro-Palestina a las afueras de la Asamblea de la ONU.
Al aterrizar en Bogotá, el mandatario reaccionó en su cuenta de X, afirmando que la medida “rompe todas las normas de inmunidad en que se basa el funcionamiento de las Naciones Unidas” y cuestionó que la sede del organismo permanezca en Nueva York si Estados Unidos condiciona la entrada de mandatarios. En otro trino, aseguró que no le importa perder la visa, ya que también cuenta con ciudadanía europea y se considera “una persona libre en el mundo”.
No es la primera vez que el mandatario colombiano ha estado a punto de perder su visa estadounidense. Durante la transmisión de un Consejo de Ministros el 21 de abril, Petro afirmó que se la “quitaron”, aunque aseguró que no veía necesidad alguna de tenerla.
Y entre risas dijo sin dar mayores detalles: “Aquí tenemos que prepararnos para cosas, ministro de Hacienda, que está reemplazando a Germán Ávila, que está precisamente en Estados Unidos. Yo ya no puedo ir porque creo que me quitaron la visa. No tenía necesidad de tenerla, pero bueno, ya vi al pato Donald varias veces, entonces me voy a ver otras cosas”.
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Sin duda, la peor de todas fue la hecatombe que provocó el jefe de Estado con un post a las 3:07 de la madrugada del 27 de enero de 2025. Había escrito en su cuenta de X que recibía con “banderas y flores” a los migrantes deportados desde Estados Unidos, pero 34 minutos después, exactamente a las 3:41 a. m., cambió de opinión y desautorizó la entrada de los aviones estadounidenses que ya estaban en el aire.
“Los EE. UU. no pueden tratar como delincuentes a los migrantes colombianos. Desautorizo la entrada de aviones norteamericanos con migrantes colombianos a nuestro territorio”, se lee en aquella publicación.
No hubo mayor furia que la generada por Trump después de esa acción por parte de su par colombiano. El presidente estadounidense notificó sanciones para los funcionarios aliados y partidarios del gobierno de Petro, así como aranceles del 25 % a productos colombianos que ingresen a su país. Además, puso en la cuerda floja las visas de los ministros colombianos, incluyendo la de Luis Gilberto Murillo, quien junto a Laura Sarabia y el vicecanciller Jorge Rojas, tuvo que resolver el “impasse”.
Es tanto que hasta el secretario de Estado, Marco Rubio, se vio en la obligación de llamar a Washington a John McNamara, embajador (e) de Estados Unidos en Colombia, para “consultas urgentes” tras declaraciones que calificó de “infundadas” por parte de los más altos niveles del Gobierno de Colombia.
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Cortesía de El Colombiano
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