
Sexenio tras sexenio se han invertido dinerales en López Mateos. La historia comienza en 1993, cuando se construyó el túnel de la Minerva en el periodo del gobernador interino Carlos Rivera Aceves. En el sexenio de Alberto Cárdenas se construyó el puente de Solectrón; en el de Ramírez Acuña cuatro pasos a desnivel; en el de Emilio González Márquez se intentó que funcionara como viaducto y se hicieron más pasos a desnivel en el Sur; en el de Aristóteles Sandoval se ampliaron los carriles del periférico a Santa Anita; Alfaro hizo más adecuaciones e intentó modernizar el transporte. A pesar de la inversión, que me atrevo a decir que hubiese alcanzado para un tren y sobrado otro tanto, la avenida sigue colapsada.
¿Cómo se explica el desastre de López Mateos, la avenida a la que más recursos se le han invertido? Hay tres elementos que explican lo que hay detrás de este fracaso. El primero es la dispersión urbana. En 35 años, de 1990 a la fecha, la ciudad de Guadalajara duplicó su población, pero multiplicó por cuatro el área conurbada. La ciudad se extendió, provocando que los recorridos sean mucho más largos.
El segundo elemento, derivado del aumento de las distancias, es el número de automóviles. Ante la falta de inversión en transporte público y el incremento de las distancias, el automóvil se convirtió en un elemento indispensable. Pasamos de un auto por cada cinco habitantes en los años 80, que equivalía pelos más o menos a medio millón, a uno por cada dos en 2025, es decir tres millones de automóviles. La población se multiplicó por dos; los autos por seis.
El tercer elemento y que es quizá el que más contribuye a la inmovilidad urbana, es la proliferación del coterío. Los llamados cotos o fraccionamientos cerrados son el verdadero cáncer de la ciudad; no solo le dieron en la torre a la continuidad urbana, sino que multiplicaron la población en corredores con una sola avenida. Lo que pasa en López Mateos no es distinto a lo que sucede en Juan Gil Preciado (carretera a Tesistán), la salida a Puerto Vallarta o en la llamada zona Real.
Ningún segundo o tercer piso va a resolver los problemas de fondo, por el contrario, los van a agravar. Un segundo piso como el que se está planteando en López Mateos sería un alivio costoso y momentáneo (que no se pague con dinero del erario no significa que no tendrá costos para la ciudad). Dentro de tres, cinco o con suerte diez años, el problema de inmovilidad será idéntico.
La única solución duradera, además de un transporte público eficiente, es retejer la traza urbana, quitar las barreras y muros perimetrales de los fraccionamientos cerrados y permitir que existan calles paralelas por donde todos podamos circular. Privatizar la ciudad, haciendo cotos o segundos pisos de paga, es una aparente solución temporal para algunos y un problema permanente para todos.
Cortesía de El Informador
Dejanos un comentario: