Si llegara a ocurrir, estaríamos ante un acontecimiento sin precedentes, capaz de transformar nuestra manera de entender el cosmos y el lugar que ocupamos en él. Un equipo de la Universidad de Massachusetts Amherst sugiere que, contra lo que se pensaba hasta ahora, en los próximos cinco o diez años podríamos llegar a ser testigos de la explosión de un agujero negro primordial, un objeto diminuto nacido en los primeros instantes tras el Big Bang y que podría llegar ahora al final de su vida. La confirmación de un evento así sería un auténtico terremoto científico ya que demostraría por fin la famosa predicción de Stephen Hawking sobre la radiación de los agujeros negros, probaría la existencia de esos cuerpos primordiales que hasta ahora solo habitaban en la teoría y hasta abriría la puerta a descubrir nuevas partículas vinculadas a la misteriosa materia oscura. “Podría ocurrir en cualquier momento“, resume Joaquim Iguaz Juan, uno de los autores del estudio.
Hasta ahora, la idea de presenciar la “muerte” de un agujero negro parecía algo remoto por no decir que prácticamente imposible. Y es que se asumía que estos procesos ocurrían a escalas de tiempo tan y tan superiores que jamás llegaríamos a vislumbrar nada por el estilo. Pero según apunta un nuevo análisis, publicado hace unos días en la revista ‘Physical Review Letters’, las explosiones de agujeros negros podrían ser mucho más frecuentes de lo que se creía y, además, hasta podrían ser detectables con la tecnología de la que disponemos.
“Según nuestros modelos, es posible que este tipo de sucesos sean relativamente recurrentes pero que, hasta ahora, no habíamos podido detectarlos”, añade el investigador, quien recuerda que hace tan solo veinte años que nuestra especie ha desplegado por el universo telescopios sensibles a rayos gamma capaces de capturar un estallido de este tipo.
“Según nuestros modelos, es posible que este tipo de sucesos sean relativamente recurrentes pero que, hasta ahora, no habíamos podido detectarlos”
El estudio se centra en los agujeros negros primordiales, objetos hipotéticos que se habrían formado en los primeros instantes del universo a partir de fluctuaciones de densidad. Estos cuerpos primigenios, a diferencia de los fríos y eternos agujeros negros estelares, serían pequeños y calientes, con una vida mucho más corta y, sobre todo, con un final posible. Y es que, según las teorías de Hawking, debido a efectos cuánticos, estos cuerpos emiten de manera constante partículas en un proceso llamado radiación de Hawking y, de esta forma, van perdiendo su masa, incrementan su temperatura, aceleran aún más la emisión de partículas y, finalmente, acaban explotando en un proceso catártico.
El estudio estima que hay un 90% de probabilidades de que la explosión ocurra a lo largo de esta década y que el evento podría liberar de golpe una enorme cantidad de energía por el cosmos
Los científicos calculan que hay “más de un 90% de probabilidades” de que en el próximo lustro, o a más tardar durante esta década, la humanidad presencie la explosión final de un agujero negro primordial no muy lejos de nuestro Sistema Solar.
De ocurrir, los modelos sugieren que este evento podría liberar de golpe una enorme cantidad de energía por el cosmos, desde fotones y electrones hasta el bosón de Higgs. También se estima que, durante este suceso, podrían detectarse partículas hipotéticas asociadas a la materia oscura así como otros fenómenos más allá del Modelo Estándar. “Podría ser una revolución científica a muchos niveles, ya que podría abrir la puerta a descubrir y redescubrir muchos conceptos que hasta ahora solo eran teóricos”, afirma Iguaz Juan en una entrevista con EL PERIÓDICO.
“Podría ser una revolución científica a muchos niveles, ya que podría abrir la puerta a descubrir y redescubrir muchos conceptos que hasta ahora solo eran teóricos”
¿Impacto cósmico?
Los modelos contemplan la posibilidad de que una explosión así ocurra en las proximidades del Sistema Solar, aunque eso no implica ningún peligro para la Tierra. “La energía liberada se disiparía rápidamente en el espacio. Lo que esperaríamos captar es un estallido de rayos gamma, invisible a simple vista pero detectable con telescopios especializados”, aclara el investigador.
A diferencia de una supernova, este evento no provocaría daños ni alteraciones perceptibles en nuestro entorno cósmico y, de hecho, ni siquiera sería percibido por los terrícolas. “Lo más curioso es que viviremos un proceso histórico, de una magnitud cósmica, y lo más seguro es que lo descubramos tiempo más tarde cuando se analicen los datos recopilados por los telescopios espaciales y se efectúen los análisis correspondientes”, comenta Iguaz Juan.
Los científicos creen que el suceso no sería visible a simple vista pero que sí será captado por los distintos telescopios de rayos gamma
Más allá del hallazgo en sí, la investigación pone de relieve la importancia de la física fundamental y, en general, de la investigación básica para seguir entendiendo el mundo que nos rodea. “Aunque este tipo de estudios carecen de aplicaciones prácticas inmediatas, el desarrollo de tecnología para buscar fenómenos tan esquivos impulsa la innovación en instrumentación científica y eso es algo con múltiples repercusiones”, comenta el investigador mientras que recuerda que, por ejemplo, tecnologías como el láser, el GPS o los detectores médicos derivan de tecnologías pensadas originalmente para estudiar el cosmos o simplemente para responder a preguntas que parecían puramente teóricas.
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Cortesía de El Periodico
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