El 18 de septiembre llegó a Buenos Aires Reid Anderson, ex bailarín, ex director artístico del Ballet de Stuttgart y heredero de los derechos de todas las obras del celebérrimo coreógrafo John Cranko. En ese carácter viaja por el mundo, decidiendo también qué compañías de ballet están en condiciones de interpretar estas piezas. El Ballet del Colón tendrá su función de estreno este viernes 3. Y la gran noticia es que entre los distintos protagonistas de este ciclo de diez funciones, figura Marianela Núñez, el 10 y el 12 de octubre.
Reid Anderson está trabajando con el Ballet del Colón, que dirige Julio Bocca, la reposición de Onegin, una de las obras neoclásicas más bellas, más perfectas del siglo XX, creada por Cranko sobre música de Tchaikovski y estrenada originalmente por el Ballet de Stuttgart en 1965.
En realidad el ballet ya fue montado por el matrimonio formado por Agneta y Valcu, admirables repositores de esta obra. Pero el último retoque, por llamarlo así, lo lleva a cabo Anderson, intérprete él mismo del rol de Onegin durante muchos años.
La obra se basa en una novela del escritor ruso Alexander Pushkin y gira en torno al amor de Tatiana -que pertenece a una familia acomodada de provincias- por Onegin, un joven mundano que visita la casa de campo de esta familia acompañando a su amigo Lensky. Onegin rechaza fríamente el amor de Tatiana y el reencuentro entre ellos, diez años después, asumirá un carácter dramático.
Anderson es un hombre de una enorme expresividad. Todas sus frases se completan con grandes gestos, se pone de pie intempestivamente o inventa una breve escena sentimental con la traductora, que lo mira azorada. Tiene 76 años y la vitalidad y el entusiasmo de un muchacho de 15.
Preguntas para bailarines
-Reid, ¿en qué consiste exactamente la tarea de supervisar la producción de Onegin en las compañías de ballet donde la obra es montada? ¿Incluye la observación del trabajo de los bailarines?
-Sí. Cuando los intérpretes tienen ya aprendida la coreografía, llego yo. No les pregunto cuándo, ni dónde ni con quién; sino cómo, y sobre todo, por qué.
-¿Adónde apuntan estas preguntas?
-A que sus movimientos salgan desde adentro de ellos mismos. En esta obra no se actúa como en el ballet clásico; se reacciona como gente real. Caminas como gente real, te mueves de una manera real. Todo tiene que ser una reacción a lo que está sucediendo en el escenario.
-¿Esto era algo muy propio de John Cranko, no es cierto?
-Esa fue la gran cosa que aprendí de él cuando me uní al Ballet de Stuttgart en1969; es decir, cómo reaccionar sin recurrir a esos gestos prototípicos del ballet clásico: “Ahora bailamos, ahora morimos, ahora somos felices”.
-¿Cómo fue, si lo recuerda, la primera vez que interpretó el personaje de Onegin?
-Antes que nada, recuerdo la primera vez que vi la obra. Soy canadiense y allí me formé. Luego ingresé a la Escuela del Royal Ballet de Londres y cuando tenía 18 años escuché que John Cranko estaba tomando audiciones para el Ballet de Stuttgart. Conocía el nombre de John porque a mediados de los ’60 había montado Romeo y Julieta en el Ballet Nacional de Canadá. Pero no sabía qué era Stuttgart.
-Y se presentó a la audición.
-Sí, volé desde Londres el 4 de enero de 1969, hice la audición y fui aceptado. Un mes después estaba instalado en Stuttgart; y qué curioso, la primera obra que vi de John apenas me uní a la compañía, fue Onegin. Como…
-Como un destino…
-Un destino. La temporada estaba casi terminada y nos estábamos preparando para una gira a Nueva York. Yo tenía muchos ballets para aprender como miembro del cuerpo de baile, pero en la cartelera de la compañía, donde se ponen los elencos de cada obra, no encuentro mi nombre…
Continúa Anderson: “Fui a ver a John, que solía decirnos “pueden venir a verme con cualquier problema que tengan”. “Señor Cranko –le dije-, no estoy en el cuerpo de baile de este nuevo ballet (yo ni siquiera sabía cómo se pronunciaba Onegin). Me contesta “tienes que ir arriba y mirar en la cartelera de nuevo, en la primera página”. Subí y ahí estaba mi nombre en el segundo reparto, como el príncipe Gremin, el esposo de Tatiana”.

Un hombre maduro, a los 19
-Usted era muy joven y tenía que representar a un hombre maduro.
-Tenía 19 años y el personaje del príncipe Gremin, 56. Pensé que era un rol muy difícil para mí, pero tenía experiencia porque estoy en los escenarios desde mis cuatro años. Así que podía moverme, sentarme apropiadamente, ser calmo como lo es el personaje de Gremin. John vio eso. Yo no lo sabía, pero él lo supo.
-¿Y vio el estreno de Onegin, ya que usted estaba en otro reparto?
-Sí. Consigo un ticket, entro al teatro y tengo un muy buen asiento cerca de la orquesta. No había leído la novela de Pushkin, no había leído tampoco las notas del programa. No sabía nada, pero entré y sucedió.
-¿Qué sucedió?
-Pude entenderlo todo. Entendí que Tatiana y Olga eran hermanas, que Tatiana se enamora de Onegin. Entendí la escena del sueño. Entonces el milagro ocurrió. Y en el segundo acto todos eran reales, caminaban como gente normal, no hacían gestos como en los viejos ballets. Yo nunca había visto algo así en el escenario. Luego llegó el final del tercer acto y yo, sentado ahí, no podía parar de llorar.
-Es una obra siempre conmovedora aunque se la haya visto muchas veces.
-Pero no era solo por el ballet, era más, mucho más. ¿Sabe lo que nos decía John? Que el único lenguaje que puede entenderse en todo el planeta es el lenguaje corporal. Y nosotros hablábamos ese idioma.
-¿Cuándo bailó usted mismo el rol de Onegin?
-Hacia fines de los ’70. Sucedí a Claus Heinz, que lo había estrenado con Marcia Haydée en el Met de Nueva York; incluso heredé su vestuario. Interpreté la obra con muchas bailarinas distintas. pero mi preferida fue Marcia. Y nunca ensayábamos.
-Nunca. De todos modos, tampoco sabías qué iba a hacer ella en el próximo minuto, o en qué lugar del escenario la ibas a encontrar (nota: se ríe a carcajadas). Ha sido una bailarina tan fantástica.
-¿Qué recuerda del proceso de aprender el rol?
-Todo. Cuando Heinz se estaba retirando pudo enseñarme muchas cosas sobre el personaje. Éramos dos tipos de bailarines muy distintos, tanto físicamente como en la personalidad. Pero si fuéramos cuatro noches seguidas a ver Onegin, con un protagonista diferente cada noche, deberían verse obras distintas, porque lo que importa es cómo el bailarín presta su propia personalidad al personaje. John era muy explícito respecto de esto.
-¿Cómo describiría a Onegin?
-Es rico, buen mozo y cree estar por encima del resto del mundo. Y como está aburrido en esa fiesta un poco rústica del segundo acto, juega a seducir a la hermana de Tatiana, Olga, sólo para provocar los celos de su amigo Lensky, que es el novio de Olga. Sin duda es cruel.
-El personaje de Tatiana ha madurado en el último acto, cuando se reencuentra circunstancialmente con Onegin y él descubre que la ama. ¿Cómo ve usted a Tatiana?
-Ha hecho un buen matrimonio casándose con el príncipe Gremin, que es una excelente persona. Pero no es Onegin, al que Tatiana se resiste cuando él vuelve a buscarla, pero al que continúa amando; al menos sensualmente. Y sabe que después de obligarlo a irse, su vida -la vida de ella- nunca más será feliz. Por eso lloramos en ese final.

Información
Onegin se estrena el viernes 3 de octubre a las 20, en el Teatro Colón. El ciclo de diez funciones concluye el domingo 12. El 10 y el 12 de octubre, Marianela Núñez interpretará a Tatiana junto al bailarín invitado Jacob Feyferlik.
Cortesía de Clarín
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