Durante miles de años, las costas del Egeo en Turquía han ocultado un secreto bajo sus aguas tranquilas. Allí, en la región de Ayvalık, conocida hoy por sus playas y olivares, se han encontrado herramientas de piedra talladas hace cientos de miles de años que podrían cambiar para siempre lo que creíamos saber sobre la dispersión humana en Europa.
No se trata de una cueva famosa ni de un yacimiento cubierto de estratigrafía. Es un lugar que nunca antes se había explorado para buscar restos paleolíticos. Y sin embargo, lo que los arqueólogos hallaron en tan solo dos semanas de trabajo sobre el terreno en 2022 fue una muestra contundente de presencia humana en el Egeo durante la Prehistoria. Así lo revela un estudio publicado en el Journal of Island and Coastal Archaeology, elaborado por un equipo de investigadoras turcas que recorrió a pie una superficie de 200 km² en busca de pistas del pasado más remoto de nuestra especie.
Bajo el mar estaba el camino
El gran descubrimiento no es solo que se hayan encontrado herramientas de hace más de 100.000 años en Ayvalık. Lo verdaderamente revolucionario es lo que implican esos objetos: la existencia de un puente de tierra entre Asia y Europa que hoy se encuentra sumergido bajo el mar.
Durante las glaciaciones del Pleistoceno, el nivel del mar descendió más de 100 metros. En esos períodos, las islas del Egeo —hoy separadas por estrechos canales— formaban parte de una vasta llanura conectada directamente con la península de Anatolia, actual Turquía. El agua retrocedió y dejó al descubierto una autopista natural para nuestros ancestros, que caminaban desde África en busca de nuevos territorios. El hallazgo de 138 herramientas líticas en 10 enclaves distintos de Ayvalık es la evidencia física de que esa ruta fue utilizada.
Los objetos encontrados incluyen hachas de mano, raederas, lascas Levallois y otras piezas talladas con una técnica que se extendía por África, Asia y Europa durante el Paleolítico Medio. Esta tecnología, conocida como Levallois, se asocia tanto a los neandertales como a los primeros Homo sapiens, y demuestra una capacidad de planificación y destreza manual muy avanzada.

También se recuperaron herramientas propias de fases posteriores, como láminas y microlitos del Paleolítico Superior y Epipaleolítico. Esto sugiere que la región no fue simplemente una zona de paso, sino un lugar que albergó asentamientos humanos en distintas épocas, aprovechando los recursos naturales y la abundancia de materiales como el sílex o la calcedonia.
Las herramientas, aunque encontradas en superficie y no en estratos cerrados, presentan una diversidad tecnológica que refleja distintos momentos de la ocupación humana. Desde grandes herramientas bifaciales hasta pequeñas hojas retocadas, la colección apunta a un uso continuado del territorio durante decenas de miles de años.
Un equipo pionero
El trabajo de campo fue realizado por un equipo íntegramente femenino de arqueólogas turcas procedentes de las universidades de Ankara, Düzce y Hacettepe. Su exploración se llevó a cabo a pie, entre laderas rocosas, olivares y playas erosionadas, sin saber si encontrarían algo significativo. Lo que hallaron fue mucho más de lo que esperaban: un nuevo capítulo en la historia de la humanidad.
A pesar de las dificultades que impone la geografía de esta área —una zona con sedimentación activa, cobertura aluvial y transformaciones costeras—, las investigadoras supieron identificar los puntos clave donde afloraban restos antiguos, muchos de ellos expuestos por la erosión o por las actividades agrícolas.
Los yacimientos identificados, aunque pequeños en densidad de piezas, están estratégicamente distribuidos entre zonas altas, penínsulas y antiguas marismas que, en el pasado, formaban parte de un único territorio emergido. Hoy parecen puntos dispersos, pero durante el Pleistoceno eran parte del mismo corredor terrestre.

Una ruta olvidada entre continentes
Hasta ahora, los modelos más aceptados sobre la llegada del ser humano a Europa situaban los principales flujos migratorios en el corredor de los Balcanes y el Levante mediterráneo, desde el Próximo Oriente hacia el norte. Sin embargo, el hallazgo de herramientas en Ayvalık sugiere que existió otra vía, más occidental, a través del Egeo septentrional.
Este corredor habría permitido una conexión directa entre Anatolia y las costas del Egeo griego, pasando por islas como Lesbos, Limnos y Gökçeada, que durante los períodos glaciales formaban parte del llamado Puente Insular del Norte del Egeo. En este escenario, Ayvalık habría sido un nodo crucial en la red de migración y expansión de los grupos humanos prehistóricos.
Este descubrimiento es solo el principio. La mayoría del paisaje del Pleistoceno hoy se encuentra bajo el mar, oculto por el ascenso del nivel del agua tras el último máximo glacial. Las herramientas encontradas en tierra firme son, probablemente, la punta del iceberg de lo que yace sumergido.

Los autores del estudio han propuesto continuar con investigaciones más profundas, que incluyan dataciones absolutas, excavaciones estratigráficas y reconstrucciones paleoambientales. Solo así se podrá entender con precisión cuándo vivieron estas poblaciones, cómo usaron el territorio y qué relación tenían con otros grupos humanos del Egeo y más allá.
Un descubrimiento con alma
Más allá de su valor científico, las arqueólogas relatan que la emoción de sostener en las manos una herramienta tallada hace 100.000 años fue indescriptible. No solo porque estaban abriendo un nuevo capítulo para la arqueología de Anatolia, sino porque sabían que esos objetos eran la huella de personas reales que caminaron por las mismas tierras, que buscaron alimento, que sobrevivieron y transmitieron su conocimiento.
Ayvalık, hoy zona de turismo y naturaleza, fue en el pasado una ruta de supervivencia, adaptación e innovación. Y quizás lo siga siendo, al menos para quienes hoy buscan comprender los orígenes de nuestra historia compartida.
Cortesía de Muy Interesante
Dejanos un comentario: