El largo viaje de la lavanda: de hierba medicinal en la farmacopea de Dioscórides a solución frente a las superbacterias

Desde tiempos remotos, las plantas aromáticas han desempeñado un papel fundamental en la salud humana, tanto en la prevención de enfermedades como en la higiene personal y el culto religioso. Entre ellas, la popular lavanda destaca por su larga historia de usos medicinales y aromáticos, que se extiende desde la antigüedad hasta la investigación científica contemporánea. Así, un reciente estudio, firmado por Agne Civilyte, Kyriaki Karanikola y Axel Kramer y publicado en 2025, ofrece una reconstrucción histórica y biomédica del papel de la lavanda como sustancia antimicrobiano. El trabajo, que combina arqueología, filología, botánica y medicina, muestra que la lavanda no solo fue un recurso cultural y terapéutico del pasado, sino que hoy se consolida como un prometedor producto antibacteriano y antifúngico en un mundo cada vez más resistente a los antibióticos.

La lavanda en la antigüedad: entre la realidad y el mito

¿Fue común el uso de lavanda en la antigüedad? La cuestión ha despertado interpretaciones contradictorias. Un ejemplo paradigmático se encuentra en la tumba de Tutankhamón (c. 1341–1323 a. C.), donde, durante décadas, se afirmó que se habían hallado restos de lavanda. Sin embargo, las investigaciones químicas más recientes han descartado esta idea: se ha confirmado la presencia de resinas como el incienso o el elemi, pero no de lavanda.

En la tradición grecorromana, las referencias presentan mayor solidez. Teofrasto (371–287 a. C.), por ejemplo, mencionó someramente la planta bajo el nombre iphyon. Más detallado fue Dioscórides (40–90 d. C.). En su obra De Materia Medica describió la especie stoichas, cuya decocción recomendaba para tratar afecciones respiratorias. Plinio el Viejo y Galeno, por su parte, también incluyeron la lavanda en sus tratados médicos. La consideraban eficaz en el tratamiento de mordeduras, dolores estomacales o melancolía.

El Imperio romano ejerció un papel clave en la expansión del uso de la lavanda en Europa. Su propio nombre, derivado del latín lavare (“lavar”), remite a su aplicación higiénica en los baños públicos, donde se valoraba tanto por su aroma como por sus propiedades desinfectantes y antivirales.

Lavanda
Lavanda. Fuente: Pixabay

Durante la Edad Media, los hallazgos arqueobotánicos han documentado la presencia de la lavanda en contextos cristianos e islámicos de la península ibérica. Se utilizaba en rituales funerarios, probablemente por su efecto antiséptico en la conservación de los cuerpos. En Italia, entre los siglos XV y XVI, llegó a emplearse en la preparación de momias junto con otras hierbas como el romero, la salvia y el orégano.

La espiritualidad medieval también incorporó la lavanda en sus prácticas. La mística y teóloga Hildegarda de Bingen (1098–1179), por ejemplo, afirmaba que su aroma alejaba tanto a los piojos como a los “espíritus malignos”. Ya en el Renacimiento, el botánico inglés John Gerard (1545–1612) recomendaba usar la lavanda para tratar las migrañas y las afecciones cardíacas. Estas fuentes, pues, confirman que la lavanda se percibía como una planta de frontera, útil tanto para tratar las afecciones del cuerpo como aquellas del espíritu.

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Aceite esencial de lavanda. Fuente: Pixabay

Dificultades arqueológicas para rastrear la lavanda

Pese a su relevancia histórica, los restos de lavanda en el registro arqueológico son escasos. Ello se debe a que sus flores y aceites resultan extremadamente frágiles y rara vez sobreviven en condiciones normales de enterramiento. Solo algunos contextos excepcionales, como los ambientes muy áridos, anóxicos o saturados de agua, permiten su conservación.

En este sentido, un caso singular lo ha proporcionado el taller de producción de esencias hallado en Pyrgos Mavroraki (Chipre, 1900–1850 a. C.), donde los análisis químicos identificaron compuestos compatibles con lavanda. Este hallazgo parece indicar que, ya en la Edad del Bronce, la lavanda se aprovechaba para fabricar productos terapéuticos y aromáticos.

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Lavanda puesta a secar. Fuente: Pixabay

El redescubrimiento moderno: de la tradición al laboratorio

El estudio resalta que, solo en las dos últimas décadas, la lavanda esencial (LEO, por sus siglas en inglés) ha comenzado a evaluarse de manera rigurosa en microbiología médica. A pesar de los abundantes testimonios de su uso, la lavanda no se incluyó en los manuales sobre desinfección y antisepsia hasta época reciente.

Los ensayos in vitro han demostrado que el aceite esencial de lavanda actúa contra bacterias como el Streptococcus pyogenes, el Staphylococcus aureus (incluyendo las cepas resistentes a la meticilina), la Escherichia coli, el Proteus vulgaris, la Cutibacterium acnes y los enterococos resistentes a la vancomicina. La única excepción notable la protagoniza la Pseudomonas aeruginosa, que mostró resistencia a los extractos de lavanda.

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Plantas de lavanda. Fuente: Pixabay

Aplicaciones actuales y perspectivas

El potencial de la lavanda como agente antimicrobiano va mucho más allá de la medicina tradicional. Actualmente, se está aplicando el aceite esencial de lavanda en combinación con antibióticos y antisépticos con resultados positivos: se han logrado efectos sinérgicos que aumentan la eficacia. Por ejemplo, se ha comprobado que la lavanda potencia la acción de la ampicilina, la gentamicina, la penicilina y la tetraciclina frente a bacterias resistentes.

Entre sus aplicaciones más prometedoras destacan la conservación alimentaria, la protección de cultivos contra patógenos y la impregnación antimicrobiana de papel y textiles, incluidos uniformes y ropa deportiva. Además de su inclusión en jabones líquidos y desinfectantes, su uso en nanofibras y apósitos para quemaduras podrían tanto impedir infecciones como favorecer la regeneración tisular.

Una planta de gran eficacia

El caso histórico de la lavanda ilustra cómo un recurso vegetal asociado al cuidado cotidiano y los remedios caseros se ha convertido en un agente de interés científico frente a los patógenos multirresistentes. El salto a la investigación biomédica moderna demuestra que los saberes tradicionales, reinterpretados mediante los actuales métodos biomédicos, pueden ofrecer soluciones frente a desafíos de salud global.

Referencias

  • Civilyte, Agne, Kyriaki Karanikola y Axel Kramer. 2025. “From antiquity to modern hygiene: the archaeological and medicinal legacy of lavender as a promising antimicrobial agent”. GMS Hygiene and Infection Control, 20: Doc21. DOI: 10.3205/dgkh000550

Cortesía de Muy Interesante



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