Un trabajo poco valorado, pero realizado por “héroes del volante”. Así describe Rodolfo Rodríguez, encargado del área de reparto de EL INFORMADOR, la labor diaria de los 47 repartidores que llevan el periódico a la metrópoli. Ya sea que llueva, relampaguee y que las calles estén inundadas, ellos salen todas las madrugadas con hasta 300 ejemplares cargados en sus motocicletas para que a las 07:00 horas, más tardar a las 08:00, el diario esté en la puerta del cliente.
Desde las 03:00 horas los repartidores llegan a la prensa, listos para iniciar su jornada laboral. Empalman la cantidad de ejemplares que llevarán, revisan el listado de rutas que ese día les toca y cargan la motocicleta, un trabajo previo que les puede tomar hasta una hora antes de emprender el camino con el periódico. En total, EL INFORMADOR cuenta con 43 rutas que abarcan toda el Área Metropolitana de Guadalajara, divididas en norte y sur. Desde las 04:00 de la mañana los repartidores están recorriendo las calles de la ciudad para entregar los 23 mil ejemplares que se imprimen en promedio al día del periódico.
“La verdad es un trabajo, a veces, un poco no valorado. Los repartidores no descansan, es un trabajo de madrugada. Llueve, truene o relampaguee tienen que entregar el periódico, y son jornadas un poco duras. Yo los catalogo como héroes del volante. El objetivo es mejorar el servicio para los clientes, siempre tenerlos contentos. Más que nada eso, es dar un buen servicio porque todavía hay gente a la que le gusta leer y que está muy satisfecha con el trabajo”, comenta Rodolfo.

Y es que la labor del repartidor no tiene horario: dependen, explica, de que la sección editorial mande la información temprano para que las noticias puedan imprimirse en las láminas y pasar a la prensa. Si alguna de las áreas se retrasa, “nosotros somos los más perjudicados”. Y recuerda la edición de las elecciones presidenciales de 2006, cuando Felipe Calderón resultó ganador con una mínima ventaja frente a Andrés Manuel López Obrador. En aquella ocasión la edición cerró hasta las 06:00 horas, por lo que el periódico no se entregó sino hasta muy entrada la mañana, anota. En todo ese tiempo de espera, los repartidores no hacen más que aguardar la indicación para iniciar con su jornada laboral. Aquel día, añade, “tuvimos una jornada doble, de 24 horas, porque entregamos el periódico y regresamos para la edición del día siguiente”.
“Somos una línea, totalmente. Lo que nos afecta desde editorial, fotomecánica, prensa. Nosotros somos los perjudicados al final”.
También recuerda las ediciones de aniversario, pues el diario sale “bastante grueso” y los repartidores deben hacer hasta dos vueltas para completar sus rutas, pues no les es posible llevar los 300 ejemplares en la motocicleta. Sin embargo, gracias al gran compañerismo que existe en el área, se apoyan unos a otros llevando vehículos, acercando una carga de periódicos a un punto para que no tenga que no tengan que regresar hasta la prensa o cubriendo la ruta de los demás. Este es el punto que más resalta Rodolfo: la camaradería que existe entre los 47 repartidores de El Informador.

“Por ejemplo, si a alguien se le poncho una llanta, le tronó un rin o algo, cualquier cosa, siempre hay apoyo de los compañeros para que el que anda más cerca tratar de ir y auxiliarlo. A lo mejor deja un rato su ruta para poder irlo a auxiliar, o buscamos la manera de siempre apoyar entre los compañeros. Cuando sale así de grueso (el periódico) nos llevan apoyo. A veces un familiar de los repartidores, o se llevan a alguien que se lleva un carro, o en una camioneta se los acercamos (los ejemplares) a ciertos puntos en ciertas rutas para que no tengan que regresar hasta las instalaciones”, agrega.
Pese a las jornadas extenuantes, hay quien ha hecho de este oficio un trabajo de toda la vida. Rodolfo rescata a tres repartidores: Pedro Magallanes, con cerca de 32 años como empleado de EL INFORMADOR; Javier Estrada, con 27; y Alejandro Nájar, con 26 años. Él, en lo personal, apunta, lleva 21 años en esta casa editorial.
En tanto, no sólo las inclemencias del tiempo y las demoras en otras áreas retrasan el trabajo de los repartidores, señala, pues otro de los retos es aprender los domicilios de los clientes, las ubicaciones específicas donde desean recibir el diario e ingresar a fraccionamientos, donde se pierde mucho tiempo “en registros en la caseta”. Las rutas de Cañadas, en Zapopan, por las subidas y el camino tortuoso; y Bugambilias, Villa California y avenida La Tijera, en Tlajomulco, por la distancia y la cantidad de cotos que tiene, son las rutas más complicadas, cuenta Rodolfo. Por el contrario, Colinas de San Javier, Providencia, Centro y colonias más céntricas, donde sólo hay casas, son rutas más eficientes y amenas.

“Lo más complicado es aprenderte los domicilios, y para cada cliente es diferente. Si lo quiere en cierto lugar específico, y si el repartidor que entrega normalmente se incapacita, y se cubre (la ruta con otro repartidor), el cliente ya se acostumbró a que le dejen el periódico en un lugar específico, y a veces no lo encuentra. Colinas de San Javier, Providencia, aquí mismo la del Centro, son rutas muy agusto para repartir, la verdad. Ya por ejemplo Solares, para las Cañadas, acá para Tlajomulco, donde hay muchos cotos, son complicadas”.
Con todo, Rodolfo enfatiza que el periódico se entrega porque se entrega. Así se presenten un sinnúmero de obstáculos y desafíos, EL INFORMADOR siempre llegará a los clientes. “Tenemos que buscar la forma. Avisamos a atención a clientes para que nos apoye con las quejas que desde temprano ya sabemos que van a llegar. Que vamos un poco tarde, para que hablen con los clientes, pero de que entregamos, entregamos. Se entrega, no podemos dejar de entregar”, finaliza.
Cortesía de El Informador
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