A 25 años del estreno de Amores perros, Alejandro González Iñárritu vuelve a mirar su ópera prima desde otro ángulo. El cineasta mexicano presenta Sueño Perro, una instalación artística inmersiva que reinterpreta el material no utilizado del rodaje original de la icónica película.
La exposición, que se presenta en Lago Algo, en el Bosque de Chapultepec (CDMX), ofrece una experiencia sensorial donde la luz, el silencio y la memoria visual del cine analógico se combinan en una “escultura de luz”.
“Cuando filmamos Amores perros, estábamos explorando un lenguaje cinematográfico muy físico. Filmé más de 300 kilómetros de película, y la mayoría de ese material nunca se usó. En 2018 supe que la UNAM lo había conservado. Ahí comenzó esta aventura”, contó Iñárritu durante la inauguración.
De las latas olvidadas al arte contemporáneo
Iñárritu relató que el hallazgo de 985 mil pies de película inédita lo llevó a emprender un proceso de exploración de siete años. El resultado es un ejercicio de reencuentro con el cine como materia viva, libre de narrativa o diálogo.
“El cine no es más que luz y tiempo congelado. Cuando vi ese material con una nueva mirada, liberado de la historia, me reveló algo hermoso. Es como revivir una célula dormida”, explicó el director.
En Sueño Perro, esas imágenes “renacen” como fragmentos autónomos, sin personajes ni estructura narrativa, permitiendo al espectador sentir más que entender. “El silencio de una imagen nos obliga a sentirla, no a racionalizarla”, añadió.
(Cortesía. )
El sonido del silencio urbano
El diseño sonoro fue un desafío central. Iñárritu trabajó junto a Martín Hernández, Nicolás Baker y Kenia Summoto para crear una atmósfera auditiva basada en los sonidos urbanos de la Ciudad de México: ladridos, motores, ecos y murmullos.
Solo en algunos momentos aparece la música de Gustavo Santaolalla, de forma “abstracta y flotante”. “No podía ser el sonido original ni los diálogos. Queríamos que el material sonara como la ciudad, como un recuerdo que flota”, explicó.
Sueño perro: Una experiencia sensorial y nostálgica
La instalación utiliza proyectores analógicos de 35 mm, restaurados especialmente para la muestra. Iñárritu destacó la belleza de estos aparatos, hoy casi extintos, como “linternas mágicas” que evocan la historia del cine.
“Lo digital ha erosionado nuestra relación con la textura y el grano del celuloide. Recuperar esa materia viva fue vital. El cine siempre fue esto: luz, tiempo y espacio”, reflexionó.
(ALUMGALVEZ / Cortesía )
Los visitantes recorren un laberinto oscuro donde se proyectan cerca de 50 minutos de material restaurado. Cada espectador vive un recorrido distinto, dependiendo del orden y del ritmo con que se sumerja en la luz. “Es una instalación sensorial. No hay nada que entender, solo dejarse llevar. Cada quien vivirá un viaje diferente”, dijo el director.
Un tributo a la memoria y al cine
Iñárritu agradeció el apoyo de Fundación Prada, Lago Algo, y a su equipo técnico —entre ellos el guionista Guillermo Arriaga, el cinefotógrafo Rodrigo Prieto y la diseñadora de arte Brigitte Broch— por hacer posible esta compleja producción.
El proyecto, que debutó en Milán, marca el reencuentro del director con su primera película y con la materialidad del cine mismo.
Cortesía de "quien.com"
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