La condición humana y la civilidad fascista

La condición humana, en las antípodas de la “naturaleza” humana, se está redefiniendo en estos umbrales de un nuevo milenio.

Los días y las noches no dan tregua. Mientras se insiste con reinstalar una nueva versión de la teoría de los dos demonios, un genocidio sin antecedentes se lleva a cabo y se transmite, en tiempo real. La condición humana es un campo de batalla que escribió su último capítulo hasta hoy por mar, con la fuerza conmovedora de una flotilla intentando denonadamente llevar ayuda humanitaria y quebrar el muro hermético que permite que la degradación se despliegue sin pausa. La bandera que quiso representar a un pueblo perseguido durante siglos y masacrado en un holocausto es hoy insignia de los verdugos. Una bandera que hoy flamea mientras expande su exterminio. No hay dos demonios.

No es únicamente la condición judía para muchísimos de nosotros lo que se está redefiniendo sino nuestra íntegra condición humana. Civilización y barbarie están reescribiendo sus intrincados vínculos. Hoy la civilidad fascista es fuerza de ocupación. No es locura, es civilidad fascista.

Hoy es siete de octubre, mientras escribo estas líneas. Confundir cualquier reclamo y lucha por justicia con limpieza étnica, genocidio y colonialidad supremacista, es una radical y absoluta derrota humana.

No hay derecho de existencia que pueda fundarse en la aniquilación de nadie. Tampoco en la aniquilación de nuestra humana condición sensible, porque todos hemos nacido desamparados, dependiendo del cuidado de un pueblo o comunidad o mundo, de un familiar o extranjero que nos ampare y cobije.

Ese desamparo que es el cordón umbilical que nos liga a este mundo en busca de amparos, hoy se ha vuelto indefensión, la experiencia de una inermidad deshumanizante, sin auxilio posible.

Mi patria hoy es ese digno territorio común sin suelo geográfico, poblado de indefensiones compartidas. La condición humana. Aún.

Cortesía de Página 12



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