“Descubrí que mi madre biológica era la dueña de la panadería que yo frecuentaba en el barrio”

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    • Autor, Redacción
    • Título del autor, BBC News Mundo*

“Soy un goloso”.

Vamarr Hunter, de 51 años, confiesa sin tapujos su glotonería, un pecado que hace unos años lo llevó a descubrir una pequeña panadería en el sur de Chicago llamada “Give Me Some Sugar” (Dame un poco de azúcar, en español), de la que se convirtió en cliente habitual debido a sus deliciosos panqueques y galletas de chispas de chocolate.

“No hay mejores panqueques en toda la ciudad”, aseguró.

Además de los dulces y postres de los que es fanático, Hunter consiguió en ese local algo que estuvo ausente toda su vida y que pensaba que nunca encontraría: a su madre biológica.

El hombre y su progenitora, Lenore Lindsey, contaron al podcast de la BBC, Lives Less Ordinary, las sorprendentes circunstancias en las que se produjo su reencuentro.

Un plato de panqueques cubiertos con jarabe y con frutas.

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La panadería y el show de TV que los unió

Todo ocurrió en las Navidades de 2022, cuando Hunter y un amigo veían, por coincidencia, el mismo programa de televisión.

“Uno de mis amigos más cercanos había visto el mismo programa, en el que una mujer hablaba de que su hijo había sido secuestrado en el hospital en 1974, que fue cuando yo nací”, comentó.

“Él me dijo: ‘Deberías llamar a ese número. Quizás puedan ayudarte a encontrar a tu madre’. Y así fue como empezó todo”, relató.

Hunter no había conocido a su madre biológica, pues esta lo dio en adopción a los días de nacer. Solo hasta que tuvo 35 años su familia adoptiva le reveló la verdad sobre su origen.

El hombre, quien tiene cuatro hijos y varios nietos, hizo caso a su amigo y llamó al show, pero allí le informaron que él no era el niño secuestrado del que hablaba el programa. Sin embargo, le ofrecieron ponerlo en contracto con una genealogista llamada Gabriela Vargas, quien lo ayudaría en su búsqueda.

“A las dos semanas me llamó y me dijo: encontré a tu mamá (…) Vive muy cerca de ti”, recordó.

No obstante, la experta tenía una mala noticia para él: su madre no quería hablar todavía con él, porque tenía problemas de salud, ya que acababa de ser diagnosticada con cáncer.

“Hablé con ella (Vargas) y le expliqué que estaba a punto de someterme a quimioterapia, pero que estaba dispuesta a llamarlo después, porque no podía lidiar con eso en ese momento. Era todo muy abrumador”, recordó Lindsey.

Sin embargo, a los minutos la mujer cambió de parecer y le pidió a la experta el número de teléfono de su hijo para contactarlo.

Retrato de Leonore Lindsey cuando tenía 17 años, en el que aparece mirando a un espejo.

Fuente de la imagen, Cortesía Leonore Lindsey

Desde el principio

Pero antes de seguir con el reencuentro, hay que volver más de medio siglo atrás para entender cómo ocurrió la separación. Era 1974 y Lindsey estaba en la escuela secundaria.

“Tenía 16 años y recién había terminado con un novio de la secundaria llamado Michael con el que había estado un par de años”, relató.

Al dolor de la primera ruptura le siguió una noticia que estremeció los cimientos de la conservadora familia de la entonces estudiante.

“No supe que estaba embarazada hasta el sexto mes, durante unos tres o cuatro meses mi estómago se mantuvo perfectamente plano y entonces mi mamá me preguntó si tenía el período. Yo le dije que había dejado de tenerlo y me mandó a su ginecólogo”, narró.

“Al ponerme el estetoscopio en la barriga, la doctora dijo: ‘Dios mío’, y oí los latidos del corazón y fue entonces cuando lo supe”, prosiguió.

Lindsey admitió que la noticia la devastó.

“No paraba de llorar”, dijo, al tiempo que indicó que no se atrevió a hablar con sus padres y, por ello, le pidió a su hermana que soltara la bomba en la casa.

“Era 1974, eso no era aceptable. No había la libertad que hay hoy. (El embarazo adolescente) era algo de lo que avergonzarse. No era un motivo de orgullo”, explicó.

Lindsey admitió que durante meses no miró a sus padres a la cara y aseguró que todavía hoy le pesa haberlos decepcionado.

“Les rompí el corazón”, afirmó.

Un bebé recién nacido en una incubadora en un hospital

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“Ni siquiera le puse nombre”

Lindsey decidió continuar con su embarazo, pero con el propósito de dar al bebé en adopción.

“Criarlo no era una opción”, dijo, al tiempo que admitió que ni siquiera le puso un nombre al niño.

“Lo hice a propósito, porque el único nombre que se me ocurría era el del papá y no quería que mis padres supieran quién era. No paraban de preguntarme: ‘Bueno, ¿quién es el papá? Tiene que asumir su responsabilidad’, y no se los quería decir”, explicó.

Tampoco quiso ver o cargar al pequeño en brazos una vez que dio a luz, para así no hacer más difícil su entrega.

“Una vez las enfermeras lo trajeron por accidente y le vi la parte superior de la cabeza. Eso fue todo. Pero nunca lo vi cuando era bebé”, confesó.

¿A dónde fue a parar el pequeño? La joven madre no supo.

“La asistente social que se encargaba del caso me hizo creer que tenían un hogar listo para él. Y que era un hogar perfecto, ya sabes, que los papás eran ambos profesionales”, comentó.

La versión hizo reír a su hijo.

“Nunca tuve una buena relación con mis padres adoptivos, aunque tuve unos abuelos y tíos maravillosos”, comentó el hombre.

“A lo largo de los años, en varias ocasiones mi madre adoptiva me hizo comentarios al estilo: ‘¿qué sentirías si fueras adoptado?'”, contó Vamarr, por lo cual siempre supo que había algo que no encajaba en la que hasta entonces llamaba familia.

Foto de un hombre sujetando el control remoto de un televisor

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Una herida abierta

Los intentos de Lindsey por pasar página no funcionaron del todo.

“Lo reprimí todo. Era la reina de la represión. Cuando volví a la escuela, lo pasé muy mal. Seguí faltando mucho a clases”, admitió.

Lindsey ni siquiera le dijo al padre del bebé lo que había ocurrido y la experiencia que tuvo con su primer hijo afectó su comportamiento cuando años después tuvo a Rachel con su primer marido.

“No creo que fuera muy maternal. No era de esas (madres) que al mirar a la bebé conectaba con ella. No fui una madre cariñosa”, confesó.

“Yo la quería, pero creo que era más bien asumí la maternidad como una responsabilidad”, dijo.

“Sabía que tenía un trabajo que hacer, que tenía una hija de la que era responsable y tenía que criarla y mantenerla”, agregó.

Retrato de Vamarr Hunter cuando tenía 9 años vestido con camisa y corbata

Fuente de la imagen, Cortesía Leonore Lindsey

Segundas oportunidades

Hace 17 años, Lindsey decidió dar una vuelta a su vida y dejó un trabajo que no la emocionaba para abrir una panadería. Esto, tras descubrir en los años previos que tenía talento para la repostería y que hornear pasteles, galletas y demás postres la relajaba y le ofrecía paz.

“Las personas del grupo de estudios bíblicos de la Iglesia a la que comencé a ir disfrutaban de lo que preparaba y me decían que podría abrir un nuevo negocio”, relató.

“Pensé que podría ser divertido porque el barrio estaba muy desolado y no tenía nada realmente bonito”, dijo.

En 2008, nació “Give Me Some Sugar” y un par de años después su hijo comenzó a frecuentar su local.

A lo largo de la última década, las visitas de Hunter para desayunar o pasar a comprar una galleta de chispas de chocolate se hicieron tan regulares que tenía el número de teléfono de la panadería en los contactos de su celular para realizar encargos.

Y, por ello, cuando la genealogista Vargas le dijo a finales de 2022 que su madre biológica lo llamaría se sorprendió al ver que, al sonar su teléfono, apareció en la pantalla el nombre del local al que era asiduo.

Hunter abraza a su madre en un restaurante, durante una salida.

Fuente de la imagen, cortesía Leonore Lindsey

“Llamé y dije: ‘Hola, ¿es Vamarr Hunter?’. Y él respondió: ‘¿Sí, es la señora Lenore?’. Y yo dije: ‘Sí’. Él respondió: ‘¿La señora Leonore de Give Me Some Sugar?’. Yo dije: ‘Sí’. Y él insistió: ‘¡Soy Vamarr, Vamarr Hunter!’ Él sabía quien era yo, porque tenía mi número, pero yo no lo reconocía. Su nombre no me decía nada”, relató Lindsey.

“Yo tenía el número de la panadería en el teléfono para ordenar mis panqueques”, apuntó el hombre entre risas.

Sin embargo, Hunter admitió que le tomó unos segundos internalizar lo que acababa de descubrir. “Me parecía imposible”, admitió.

Y acto seguido aseveró que, antes de descubrir que la propietaria de su panadería preferida era su madre biológica, ya la tenía en estima, por la manera amable y servicial con la que lo atendía a él y al resto de clientes.

Tras esa primera llamada llena de gritos, llantos y risas, ambos se reunieron en una iglesia con sus respectivas familias para conocerse todos.

Lindsey afirmó que el reencontrar al hijo que casi cinco décadas antes se vio forzada a entregar también ha impactado la relación con su otra hija.

“Me hizo más maternal, incluso con Rachel. Es algo extraño. Es como si ahora fuera libre para ser madre”, afirmó.

Hunter en la caja de la panadería conversa con una clienta a la que acaba de atender.

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Asumiendo las riendas

A partir del reencuentro, Hunter comenzó a visitar con más frecuencia la panadería, pero ya no solo como cliente.

Empezó a ir al local al salir de su trabajo para su ayudar a su madre en la preparación de pasteles y galletas, mientras ella se recuperaba del tratamiento contra el cáncer.

Y, en 2024, Hunter tomó la audaz decisión de renunciar a su carrera, de 18 años, en el sector de la distribución y la logística para meterse de lleno el hasta entonces desconocido mundo de la repostería.

“Al principio, mi único objetivo era pasar tiempo con mi mamá y ayudarla, porque le costaba mucho físicamente”, dijo.

“En ese momento, la panadería abría solo unos días a la semana. Y sabemos que, si solo trabajas dos o tres días a la semana, el negocio no es sostenible. Así que pensé: ‘Bueno, ¿qué puedo hacer para ayudar?’. Y aprendí a hacer bizcochos o lo que fuera y fue genial”, agregó.

Hunter aseguró que no solo disfruta del proceso de preparar los postres, sino también de atender a sus clientes.

“Más te vale, porque te dije que no ibas a hacer dinero aquí”, le replicó su madre entre risas.

*Esta versión escrita del podcast Lives Less Ordinary, del servicio mundial de la BBC, fue redactada por Juan Francisco Alonso.

Raya gris

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Cortesía de BBC Noticias



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