Día de la Raza: El mestizaje que también se cocina

Cada 12 de octubre se conmemora el Día de la Raza, fecha que recuerda la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492 y, con ello, el inicio de un intercambio cultural sin precedentes. Pero más allá de los discursos históricos o políticos, esta jornada también puede celebrarse desde la mesa, donde la fusión de ingredientes, técnicas y costumbres entre el Viejo y el Nuevo Mundo dio origen a la diversidad culinaria que hoy define a Latinoamérica.

Lo que en su momento fue un “encuentro de dos mundos” terminó por ser un mestizaje gastronómico que marcó a fuego las cocinas del continente: del cacao y el maíz americanos al aceite de oliva, el trigo y las especias traídas desde Europa, África y Asia. En esa mezcla —a veces forzada, a veces espontánea— nació una de las identidades culinarias más ricas y pluriculturales del planeta.

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Cuando el maíz conoció al trigo

El intercambio alimentario tras la colonización fue monumental. Los europeos descubrieron productos como el chile, el jitomate, la papa, el cacao, el aguacate y el maíz, que terminaron siendo esenciales en la dieta global. A su vez, trajeron a América el cerdo, la vaca, el arroz, el café, la caña de azúcar y el trigo, ingredientes que hoy parecen inseparables de nuestra cocina cotidiana.

El mestizaje alimentario no solo cambió los recetarios, sino que dio lugar a nuevas identidades culinarias:

En México, el mole combina el cacao prehispánico con las especias orientales que llegaron por la Nao de China; los tamales y los chiles en nogada son el símbolo de esa mezcla de mundos.

En Perú, el ceviche encontró en la cebolla y el limón —traídos por los españoles— sus aliados perfectos, mientras que la cocina nikkei y la chifa sumaron ingredientes asiáticos para dar vida a platos como el tiradito, el lomo saltado o el arroz chaufa.

Comida brsaileñaFreepik

En Colombia, los sabores del Caribe y los Andes se fusionan en la bandeja paisa, el ajiaco santafereño o el sancocho, herederos de ingredientes indígenas con técnicas españolas.

En Chile, la cocina mestiza se percibe en el pastel de choclo, donde el maíz americano se une con el sofrito europeo, o en la empanada de pino, que guarda el eco del horno español y el corazón indígena.

En Venezuela, la arepa, de origen ancestral, se rellena hoy con ingredientes globales: queso llanero, carne mechada o aguacate, reflejo de una cocina viva que se adapta a cada migración.

En Brasil, la influencia africana brilla en platos como la feijoada, el acarajé o el vatapá, donde el aceite de dendé y el coco se funden con el frijol y el cerdo europeos.

En Ecuador, el mestizaje se saborea en el locro de papa, en el encebollado de pescado o en la fanesca, un plato de Semana Santa que combina granos andinos, pescado seco y tradición religiosa.

Cada país guarda en sus fogones una historia de intercambio, resistencia y reinvención, donde la comida fue el lenguaje común entre pueblos que aprendieron a convivir entre diferencias.

América Latina: un banquete de migraciones

Hoy, esa diversidad sigue viva y en movimiento. México, por ejemplo, se ha convertido en un refugio gastronómico para cocinas hermanas: los restaurantes colombianos y venezolanos multiplican sus propuestas con arepas, patacones, empanadas y bandejas paisas, mientras que los sabores peruanos han encontrado en la capital un espacio de culto con su ceviche de corvina, ají amarillo, papa huancaína y tiradito nikkei.

La cocina chilena también gana terreno con su pastel de jaiba, empanadas al horno y vinos del Valle del Maipo, mientras que los postres brasileños como el brigadeiro o las coxinhas se mezclan con el dulce mexicano en un mismo menú.

Comida venezolanaFreepik

La globalización actual continúa lo que comenzó en 1492: una constante migración de ingredientes, recetas y cocineros que alimentan un diálogo culinario. En las calles mexicanas ya no sorprende ver ceviches peruanos junto a tacos al pastor, pupusas salvadoreñas junto a arepas, o un brigadeiro brasileño al lado de un churro. Todos hijos de un mismo mestizaje que sigue evolucionando.

El sabor como identidad común

Celebrar el Día de la Raza desde la gastronomía es reconocer que América Latina se construyó también desde la cocina. Cada plato, desde un mole hasta un lomo saltado, es una historia de adaptación y mestizaje; una herencia que une a los pueblos más allá del idioma o la frontera.

Porque si algo nos hermana, más allá de la historia, es el sabor: el de la tierra, el del mar, el del fuego, el de la mezcla que dio forma a nuestra cultura. Hoy, 12 de octubre, América Latina se celebra en la mesa.

Cortesía de El Economista



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