Las aguas bajan turbias en el Caribe con la presencia militar de una flota de Estados Unidos. El gobierno de Donald Trump borronea el derecho internacional, cierra el cerco sobre Venezuela y sus riquezas, y actúa como si moviera las fichas del TEG, aquel célebre juego de Táctica y Estrategia para la Guerra. Los pobladores de la región tienen miedo pero siguen alertas. “¿Estamos en Israel? ¿Estamos en Afganistán?”, se preguntó un pescador de Las Cuevas, en Trinidad y Tobago, el país de donde eran los dos jóvenes asesinados por EE.UU. la semana pasada a quienes acusaba de ser narcos. Sus familiares y amigos lo niegan a la espera de una respuesta oficial.
El caso expone una situación demasiado tensa donde la CIA cumple el papel de agente desestabilizador que el propio Trump reconoció públicamente la semana pasada. Con el argumento de combatir a los cárteles de las drogas, Washington amenaza al presidente Nicolás Maduro con ir por él. Ya había establecido una recompensa de 50 millones de dólares por información que permita su captura en agosto pasado. Pero la respuesta de la República Bolivariana ha sido inmediata. Activó el plan “Independencia 200” para la defensa integral del país en zonas costeras y dos estados limítrofes con Colombia, como Táchira y Amazonas.
¿Rumbo a otro Vietnam?
El despliegue de la marina de guerra resulta desproporcionado para operar contra el narcotráfico. Pareciera que Estados Unidos se encamina a otro Vietnam. El Comando Sur envió al buque de asalto anfibio USS Iwo Jima, los transportes San Antonio y Fort Lauderdale, los destructores de misiles guiados Sampson, Gravely y Jason Dunham, el crucero de misiles guiados Lake Erie, el buque de combate litoral Minneapolis-St. Paul y submarinos como el Newport News. Además, aviones de vigilancia P-8 Poseidon hacen reconocimientos y patrullajes.
Hasta ahora justificaron su presencia en el Caribe para hundir a siete embarcaciones menores, matar a al menos 30 tripulantes y detener a dos sobrevivientes. Desde el 19 de agosto cuando empezó la operación, a todos ellos EE.UU. los acusó de traficar drogas pero hasta hoy no ofreció una sola prueba de su imputación. Expertos en derechos humanos nombrados por la ONU describieron las incursiones como “ejecuciones extrajudiciales”.
Trump eligió a Venezuela como blanco propicio para su política de recolonización de América latina, donde tiene pocos aliados y bastante rechazo. Lula, el presidente de Brasil, criticó la injerencia de Estados Unidos y el PT, la fuerza que lidera, difundió un fuerte comunicado contra la intromisión de la CIA en Venezuela que blanqueó el republicano: señaló que sus declaraciones “son una afrenta a la soberanía del país sudamericano y una violación al derecho internacional. Se trata de una iniciativa inaceptable y deplorable”.
Maduro denunció que autorizaron a la Central de Inteligencia a hacer “operaciones contra Venezuela, contra la paz de Venezuela. Eso nunca se había visto, siempre lo han hecho, pero jamás ningún gobierno anterior, desde que la CIA existe, dijo públicamente que la mandaba a matar, a derrocar y acabar a los países”.
Trump le respondió sin anestesia a un periodista en la Casa Blanca el miércoles 15 sobre por qué había autorizado a la CIA a intervenir. Dio dos razones: “Número uno, ellos han vaciado sus prisiones y enviado a los presos a Estados Unidos”. Y una más: “La otra cuestión son las drogas. Tenemos muchas drogas que vienen de Venezuela, y muchas de las drogas venezolanas llegan por el mar, lo puedes ver. Pero también las vamos a detener por tierra”.
Venezuela llevó el caso a Naciones Unidas. Su canciller Yván Gil mencionó que la denuncia se presentó ante “el Consejo de Seguridad y el Secretario General, exigiéndole rendición de cuentas al gobierno de los Estados Unidos”. Expertos y ex agentes de la CIA consultados por la BBC dijeron lo que les parecía una intervención como la admitida por el presidente Trump. Dexter Ingram, exdirector de la oficina de lucha contra el extremismo violento del Departamento de Estado recordó que EE.UU. no contaba con “un récord muy admirable. Creo que tenemos que mirar nuestra historia: es una pendiente muy resbaladiza”.
La renuncia de Holsey
El almirante Alvin Holsey, jefe de operaciones militares de Estados Unidos en Centro y Sudamérica acaba de renunciar a su cargo, según el New York Times, cuando conducía “la mayor operación de sus 37 años de carrera” y no había cumplido una temporada en el cargo de las tres que debía completar. La sorpresiva decisión del militar que lideraba el Comando Sur en medio de la ofensiva estadounidense habría sido por estar en desacuerdo con los ataques contra los presuntos narcos en sus pequeñas embarcaciones. Tenía diferencias con el secretario de Defensa, Pete Hegseth, ministerio que Trump rebautizó como de Guerra.
Es curioso. El almirante cuatro estrellas que visitó la Argentina dos veces en 2025 y que el miércoles último había mantenido reuniones en pequeños países del Caribe para abordar “amenazas a la seguridad en la región”, se encontró con el comisionado interino de la Real Fuerza Policial de Granada, Randy Connaught. En esa isla, el 19 de octubre de 1983, fue asesinado su pimer ministro Maurice Bishop, de ideas socialistas y aliado político de Cuba y la Nicaragua sandinista.
Estados Unidos no lo quería en el poder y apoyó un golpe de Estado contra él. La capital Saint Georges fue tomada por marines después de que una facción disidente de su propio partido fusilara al líder progresista junto a su pareja y un grupo de colaboradores. Ronald Reagan declaró en aquel momento: “Llegamos justo a tiempo para evitar que Granada fuera ocupada por los cubanos”.
La secuencia de intervenciones de EE.UU continúa hasta hoy, aunque la actual no se sabe cómo terminará. ¿Trump intentará hacer lo mismo que en 1989 George H. Bush cuando invadió Panamá? ¿O es pura acción psicológica?
El Departamento de Estado que controla el halcón Marco Rubio llama al tipo de visitas que hizo Holsey como “de cooperación”. Camino a su jubilación, el almirante se marchará a su casa, aunque en uno de sus últimos mensajes dejó claro cuál es el último fin de la política intervencionista: “El Partido Comunista Chino continúa su incursión metódica en la región, buscando exportar su modelo autoritario, extraer recursos y establecer infraestructura de doble uso, desde puertos hasta el espacio”.
La flota que conducía Holsey seguirá apostada en el Caribe esperando órdenes de Washington, ya sin su presencia en el puente de mando. La militarización de la región avanza y tiene apoyos en la zona, incluso de gobiernos como el de Trinidad y Tobago, donde vivían los dos pescadores asesinados. Su primera ministra, Kamla Persad Bissessar, declaró cuando se enteró de las operaciones en el Caribe: “Yo, junto con la mayor parte del país, estoy feliz de que el despliegue naval de Estados Unidos esté teniendo éxito en su misión”.
Todo lo contrario sucedió en el barrio El Vedado de La Habana, a los pies de la estatua de Simón Bolívar. Unos 50 mil cubanos marcharon el viernes en apoyo a Venezuela con la presencia del presidente Miguel Díaz Canel. Así como hay gobiernos dóciles que apoyan la escalada de Trump – el de Javier Milei es abanderado-, otros como los de Brasil, México y Colombia se oponen a la intromisión de EE.UU. Empieza a contagiarse el efecto antimperialista por América latina y el deseo de que el continente continúe siendo una zona de paz.
Cortesía de Página 12
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