El corazón es incansable. Late más de 100.000 veces al día y lo hace sin descanso. Pero cuando algo falla y el ritmo se rompe, el cuerpo entero entra en peligro. En situaciones críticas, donde el corazón o los pulmones no pueden funcionar por sí mismos, la medicina cuenta con un recurso extremo, pero eficaz: la circulación extracorpórea con membrana de oxigenación extracorpórea, también conocida como terapia ECMO.
Hablamos de un sistema que se conecta al cuerpo del paciente y asume, de forma temporal, la función de bombear la sangre y oxigenarla. Es una herramienta de soporte vital que permite mantener el flujo sanguíneo, aportando una adecuada oxigenación y eliminación de CO2, mientras el corazón o los pulmones se recuperan, o como ventana a la decisión mientras se decide el siguiente paso. No reemplaza órganos permanentemente, pero ofrece algo valioso: tiempo para actuar.
Este tipo de soporte se emplea en pacientes sometidos a cirugía cardíaca compleja, en casos graves de fallo cardíaco o respiratorio, o tras un paro cardíaco prolongado. También puede utilizarse mientras se espera un trasplante o se administra un tratamiento que necesita tiempo para hacer efecto.
Un circuito externo que mantiene la vida
El funcionamiento de este sistema ECMO consigue redirigir la sangre del cuerpo del paciente a hacia un circuito externo mediante cánulas insertadas en el árbol vascular y de un conjunto de tubos. Allí, un dispositivo mecánico o bomba centrífuga la impulsa, la oxigena y la devuelve al organismo para mantener unas constantes vitales estables. Todo esto puede sostenerse de forma continua y controlada durante periodos de hasta 30 días (incluso periodos más largos en algunos casos) según las necesidades del paciente.

Los inicios de la circulación extracorpórea y la ECMO
El cirujano cardiovascular John Gibbon es considerado el padre de la circulación extracorpórea por dedicar su vida al desarrollo de la primera bomba de circulación extracorpórea. Tras dos décadas de investigación preliminar, en 1953 utilizó su bomba IBM con éxito para reparar un defecto cardíaco. Otros pioneros como Richard Dewall y Walton Lihelly desarrollaron el primer oxigenador de burbuja desechable, un pulmón artificial que permitía oxigenar la sangre durante varias horas para permitir la realización de intervenciones de cirugía cardíaca.

Los dispositivos ECMO se basan en los principios de las primeras bombas de circulación extracorpórea utilizadas en quirófano. Surgieron de forma paralela con el objetivo de proporcionar un apoyo cardiorrespiratorio al paciente en UCI de mayor duración: no durante unas horas, sino durante los días que el paciente necesitase hasta su recuperación.
El primer paciente vivo recuperado tras días de soporte con esta terapia se publicó en la revista NEJM en 1972 gracias al tratamiento aplicado por el equipo del doctor Robert Barlett.

Ninguno de estos pioneros podría haber imaginado cómo la revolución tecnológica haría evolucionar estos dispositivos extracorpóreos hasta los disponibles en la actualidad: los sistemas actuales son más compactos, más precisos, permiten una monitorización exhaustiva con mayor seguridad y menor riesgo de complicaciones en la atención al paciente.
Pero el avance no está solo en los materiales, sino en el modo en que estos dispositivos se integran con el trabajo clínico diario, con un mayor conocimiento de la fisiopatología y una mayor experiencia de los equipos multidisciplinares altamente cualificados.

Uso actual del soporte con ECMO
Actualmente, su uso no está limitado a quirófanos o unidades de cuidados intensivos intrahospitalarias. Algunos hospitales cuentan con unidades avanzadas de ECMO móviles que permiten aplicar este soporte de forma extrahospitalaria para casos extremos en los que cada minuto cuenta. Estas unidades también han permitido trasladar pacientes en estado crítico entre hospitales con una estabilidad antes impensable, aumentando las posibilidades de supervivencia de forma considerable.
En cuanto a los resultados en salud de estas terapias ECMO, la Extracorporeal Life Support Organization (Organización internacional de profesionales de salud que desarrollan, evalúan y recopilan datos sobre la ECMO) publica estadísticas de supervivencia que varían entre el 30 % y el 70 % para las diferentes indicaciones clínicas, preconizando la importancia de la experiencia en casos atendidos al año de los centros ECMO para poder conseguir estos resultados.

Tiempo, cuidados y decisiones
Cada vez que se activa un sistema de este tipo, lo que se busca no es solo mantener a una persona con vida, sino dar una oportunidad real de recuperación. El objetivo no es prolongar lo inevitable, sino permitir que el cuerpo, si tiene posibilidad, se recupere con ayuda.
Durante ese tiempo, cada parámetro se monitoriza al detalle: el flujo, la oxigenación, la presión, la coagulación. Es una coreografía clínica que exige atención continua, pero también intuición, experiencia y humanidad. No es solo una cuestión técnica; es una herramienta que amplía las opciones del equipo médico cuando las alternativas son escasas.
El cuidado y tratamiento del paciente requiere la implicación de equipos multidisciplinares altamente especializados que habitualmente están integrados por intensivistas, cirujanos cardíacos, perfusionistas, anestesiólogos, cardiólogos y otros profesionales de enfermería especializada.
La toma de decisiones en estos contextos es compleja y los principios de la bioética deben estar siempre presentes. Conectar al paciente a un soporte extracorpóreo no es una decisión que se tome a la ligera, siendo imprescindible valorar el pronóstico, las opciones futuras de supervivencia o el beneficio real para el paciente.
Y aunque desde fuera el paciente parezca en calma, detrás hay una tecnología que trabaja sin descanso para recuperar el equilibrio y la normalidad en el funcionamiento de sus órganos vitales. En muchos casos, gracias a esta intervención, personas que habrían tenido pocas posibilidades logran recuperarse y salir adelante.
También hay una carga emocional importante en este tipo de procedimientos. Para el equipo médico, asistir a una recuperación tras días conectados al sistema es un impulso enorme. Saber que una persona ha vuelto a abrazar a su familia porque se actuó de forma emergente, creando esa ventana de oportunidad que generó ese tiempo extra, puede justificar cada esfuerzo.
Este tipo de soporte no es una promesa de solución, pero sí una herramienta valiente: cuando no queda margen, crea uno. En medicina, ganar tiempo puede significar ganar vida. Y en los momentos más críticos, esa posibilidad lo cambia todo.

José Domingo Sanmartín Sierra
Físico. Jefe de Servicio de Electromedicina del Hospital Universitario Virgen del Rocío

Cortesía de Muy Interesante
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