El joven que reinventó la tradición


Como reportero curioso quise conocer al hombre detrás de Calaverandia. Busqué a Marcos Jiménez hasta encontrarlo en su taller: una vieja casona convertida en laboratorio creativo donde la magia toma forma.

Generoso, me invitó a recorrer cada rincón. En ese instante preparaban Calaverandia: robots que pronto serían jaguares, mariposas y calaveras monumentales; estructuras que, en cuestión de días, cobrarían vida entre luces y emociones. Era la creatividad tapatía en acción.

Marcos Aarón Jiménez Monroy es un joven talentoso que ha logrado algo excepcional: reinventar tradiciones mexicanas milenarias y ponerlas en otra dimensión, una dimensión que amplifica la emoción y el significado cultural.

Aunque solemos relacionar el Día de Muertos con el altiplano mexicano, lo que Marcos ha construido en Guadalajara trasciende geografías. Creó algo nuevo sin traicionar lo antiguo.

Al frente de Altea Emotions, Marcos encarna dos funciones que pocos logran equilibrar: CEO y director creativo. Entre presupuestos y estrategia… y la imaginación sin límites.

“Es muy padre estar jugando entre lo operativo y lo estratégico”, dice con la serenidad de quien ya domina ambos mundos.

Su empresa es responsable de tres de los espectáculos más importantes de Jalisco: GDLuz, Calaverandia y Navidalia. Eventos que han detonado turismo específico: familias que viajan a Guadalajara únicamente para vivir estas experiencias inmersivas.

Pero no todo ha sido éxito. En 2020, cuando preparaban su cuarto espectáculo anual, la pandemia los llevó -en palabras de Marcos- al Inframundo. En días, todo se canceló. La empresa estuvo al borde de la desaparición.

“Fue la peor etapa de mi vida. Nos decían: ‘¿por qué no cambian de giro? Esto ya se acabó’”, recuerda con honestidad brutal.

Tuvieron que vender equipo, recortar personal y enfrentar retos financieros y legales que jamás imaginaron.

Y aun así, Marcos se negó a rendirse. “No puedes perder el ánimo, porque si pierdes la fe, ya estás perdido”.

La misión de Altea está escrita en la pared de su recepción:

“Nos apasiona crear experiencias trascendentes que impacten, inspiren y conecten con tus emociones.”

Esa filosofía los salvó. Marcos insiste: todo empieza preguntándose qué debe sentir el espectador, no qué debe ver. La tecnología es herramienta para llegar al corazón.

“Calaverandia toca fibras sensibles. Es divertido, pero también nostálgico, con un toque de melancolía… como el propio Día de Muertos.”

Durante casi dos meses al año, el Parque Ávila Camacho se transforma: primero en un reino que fusiona el Mictlán prehispánico con la celebración moderna… luego, con Navidalia, en un cruce de tradiciones navideñas del mundo con México como anfitrión.

Marcos y su socia recorren el parque a diario. Observan al público. Detectan lo que emociona.

“Cuando ves que la gente se conmueve, ese es nuestro momento climático”, afirma con brillo en los ojos.

GDLuz, el primer festival de la luz en Guadalajara, es hoy el más grande de Latinoamérica: más de un kilómetro de luces LED, video mapping y pirotecnia. En su primera edición esperaban 150 mil asistentes… llegaron más de 520 mil.

Ahora viene lo siguiente: un parque temático permanente, expansión internacional y un objetivo firme: “Queremos que la gente venga a Guadalajara. Aquí está el epicentro de la cultura mexicana.”

Entrevistarlo fue descubrir a un creador que entiende que las tradiciones no son reliquias, sino organismos vivos que pueden evolucionar sin perder su alma.

Marcos Jiménez representa el espíritu de La Gran Guadalajara: respeto por la tradición, pasión por la innovación, y la convicción de que lo imposible… es cuestión de tiempo.

En su taller, entre robots que serán jaguares y estructuras que se convertirán en calaveras monumentales, vi el futuro de nuestras tradiciones.

Un futuro brillante. Emocionante. Profundamente tapatío.

Cortesía de El Informador



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