
Las embajadas de México en Bolivia, Ecuador y ahora en Perú más que sedes diplomáticas se parecen a la cueva de Alí Babá y los 40 ladrones. Han corrompido y degenerado la figura del asilo para proteger criminales y resguardar delincuentes. Todo en nombre de una enfermiza ideología.
El gobierno mexicano vuelve a la carga. Esta semana otorgó asilo diplomático a Betssy Chávez, la exprimera ministra del Perú, acusada por delitos de negociación incompatible, aprovechamiento indebido del cargo y tráfico de influencias agravado.
La Convención de Caracas y los asilos delincuenciales de México. El Articulo III dice de manera clara: “No es lícito conceder asilo a personas que al tiempo de solicitarlo se encuentren inculpadas o procesadas en forma ante tribunales ordinarios competentes y por delitos comunes”.
México también pisotea la Convención de Viena. El articulo 41 deja claro que los diplomáticos “deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor”, no deberán inmiscuirse en asuntos internos y las sedes no deberán ser utilizados “de manera incompatible con sus funciones”.
Doble rasero. Cuando un mexicano honrado como Carlos Manzo suplica protección, el gobierno de Claudia Sheinbaum le da un portazo, pero cuando un criminal de izquierda le pide asilo, la presidenta de México se desborda y se decanta para garantizar protección total.
Perú dijo basta. El Gobierno de Lima, cansado de tanto abuso, decidió romper relaciones diplomáticas con México. Fueron reiteradas las ocasiones en las que el gobierno de Claudia Sheinbaum intervino en asuntos internos sin reparo y con descaro. Sin diplomacia y sin decoro.
Quedó claro. La doctrina Estrada es una farsa. Una excusa que utiliza el gobierno de México para evitar condenar a las dictaduras de criminales de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Cada vez que hay un fraude monumental, un asesinato o una desaparición forzada, la nación azteca aplica la diplomacia del avestruz.
México no da asilos humanitarios. No. Son asilos selectivos a socios políticos e ideológicos. No es una prerrogativa a perseguidos políticos, sino una oferta indecorosa para personas acusadas de corrupción, malversación e incluso terrorismo, como el caso de Evo Morales en 2019.
La diplomacia bochinchera. Desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) hasta el gobierno de Claudia Sheinbaum, México ha abierto frentes innecesarios en la arena internacional incluyendo a España, Ecuador, Bolivia, Perú, El Salvador, Argentina y muchos más.
Premios a políticos corruptos y a dictadores. Mientras México inicia controversias con naciones democráticas e interfiere en política interna, agasaja y aplaude a tiranos como Miguel Diaz Canel o golpistas como Evo Morales. Una diplomacia autodestructiva.
Las relaciones internacionales buscan tender puentes no dinamitarlos, trabajar en beneficio de la nación y no en favor de agendas personales o partidarias. Desafortunadamente México se ha convertido en el bochinchero de la cuadra, el vecino indeseable que todos desean evitar.
*El autor es periodista exiliado, exembajador ante la OEA y exmiembro del Cuerpo de Paz de Noruega (FK). Es exalumno del Seminario de Seguridad y Defensa del National Defense University y el curso de Liderazgo de Harvard.
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Cortesía de El Economista
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