¿Cómo gastar con intención y sin remordimiento?

Todos hemos vivido situaciones en las que compramos algo y nos arrepentimos después. Es mucho más común de lo que pensamos y se da en diferentes dimensiones. Mi esposa, por ejemplo, compró el otro día un soporte para paraguas que va fijado a la pared. Al llegar a casa e instalarlo, se dio cuenta que generaba otros problemas.

En mi caso, hace tiempo pagué un dineral por un curso en línea que me interesaba mucho. Me arrepentí a los pocos días (afortunadamente tenía garantía de satisfacción y me devolvieron mi dinero).

Uno de mis amigos más cercanos es una persona aficionada a la cocina. Le encanta comprar cuchillos, utensilios y de repente tiene ideas descabelladas. El otro día compró en línea un horno de leña para hacer pizzas (vive en un departamento, sin jardín ni terrazas). No era sostenible tenerlo ahí. Como ya lo había usado y funcionaba perfectamente, no lo pudo devolver y lo tuvo que vender, por una fracción de lo que pagó por él.

Mi punto es que todos nos equivocamos. Compramos cosas que pensamos que necesitamos o que nos van a hacer sentir bien, pero luego nos arrepentimos.

Al ser decisiones de gasto, tienen otras consecuencias. Afectan nuestro flujo de efectivo (o el presupuesto para quienes tienen uno). En ocasiones nos hacen incurrir en deudas. Muchísimas personas se dan cuenta de eso hasta que lo registran (o cuando se enfrentan con la realidad de otra manera).

Uno de los consejos más importantes en finanzas personales es: aprende a manejar tu dinero de forma proactiva, no reactiva. Esta es una de las cosas que me hubiera gustado aprender antes.

¿Qué significa esto?

Cuando uno primero gasta y luego registra, es sólo hasta ese momento (cuando el dinero ya se fue), que uno se da cuenta de las consecuencias: si fue una buena o mala decisión y cómo va a afectar el resto del mes (o incluso el flujo futuro, si la compra fue “a meses”). Uno sólo puede reaccionar: adaptarse, hacer una devolución, etc.

Esto se convierte en un ciclo: comprar y arrepentirse después, aunque al principio lo que adquirimos nos haya emocionado (como el horno de pizzas de mi amigo).

Manejar el dinero de forma reactiva es también lo que hace que muchas personas sienten que el dinero se les va de las manos y no logran llegar a fin de mes.

Eso me pasaba mucho: hacía mi presupuesto, registraba mis gastos y sólo entonces me daba cuenta que había gastado de más y de las implicaciones que eso iba a tener en las finanzas familiares. Era frustrante.

Hasta que me di cuenta que la única manera de romper ese ciclo es cambiar la manera como tomamos las decisiones de gasto. En otras palabras: hacerlo de manera proactiva, no reactiva.

Eso se logra con un plan de gastos, que no es más que decirle a nuestro dinero, en el momento en que lo recibimos, exactamente qué es lo que tiene que hacer por nosotros.

Nos ayuda a manejar el dinero con intención y dirigirlo hacia donde nosotros queremos que se vaya. Nos da muchísima claridad.

¿Quiero comprar esto? Saco mi plan de gastos. No veo cuánto tengo en mi cuenta bancaria: veo cuánto tengo disponible en la categoría correspondiente.

Si hay espacio (disponible en esa categoría), hago la compra sin ninguna culpa. En caso contrario, si no hay suficiente, veo si puedo ajustar mi plan.

Esto significa que evalúo las implicaciones de esa compra ANTES de hacerla y no después. Eso hace toda la diferencia.

Hay ocasiones en las que realmente quiero algo y no hay forma de acomodarlo dentro de mi plan, por más ajustes que haga. La única manera de adquirirlo será tomar una deuda (aún si fuera sin intereses). Si decido seguir adelante, será una decisión informada y con intención.

Manejar el dinero de forma proactiva, con un plan de gastos, no significa que todas las decisiones serán perfectas y sin errores. Yo me he equivocado mucho, pero también he aprendido (y lo sigo haciendo, años después).

Por ejemplo: mi esposa y yo teníamos una categoría para hacer un viaje. Pero se nos hacía fácil tomar dinero de ahí cuando nos faltaba en otra categoría, lo cual nos alejaba de la meta. No era lo que queríamos y por eso decidimos que esa categoría sería “intocable”.

El plan de gastos es un proceso evolutivo. Parte de él es reflexionar sobre cómo estamos asignando nuestro dinero y cómo lo estamos realmente utilizando. Eso nos ayuda a dirigirlo y gastar en lo que es realmente importante para nosotros. Con libertad, con intención, sin culpa ni remordimiento.

Cortesía de El Economista



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