“Hoja de Ruta”, relaciones públicas como política ambiental

La política ambiental en México también ha sido objeto de “Transformación”. Ahora destaca por ser, en mucho, un ejercicio resignado de relaciones públicas, dada la extrema penuria presupuestal, y la consecuente discapacidad funcional de la Semarnat, además de la patente indiferencia al tema por parte del gobierno federal. Quienes cándidamente veían en el gobierno actual credenciales ambientalistas, no tienen más remedio que rumiar su decepción; precavidamente, en silencio. Es así que Semarnat, para justificar su existencia, ha tenido que recurrir a las relaciones públicas como caballo de batalla para no disolverse enteramente en el vacío. La caridad y apoyo mediático de fundaciones internacionales le ayudan en la redacción y presentación en conferencias de prensa de diversos documentos propositivos y aspiracionales. Estos, sabidamente, quedarán sólo como vistosos testimonios para el cajón y página de internet, ilustrados, desde luego, con indígenas sonrientes. No nada más hacen inoperantes tales documentos las carencias presupuestales e institucionales de Semarnat, sino también, limitaciones, y desvaríos de los propios contenidos. Así, hemos visto la publicación de una Estrategia de Cambio Climático hueca, de credibilidad cercana a cero, sin asideros serios de política pública ni de programación energética, y sin el respaldo formal de Sener, Pemex, CFE, Agricultura o Economía. También, vimos un tan pretencioso como inútil Programa Nacional de Restauración Ambiental que promete, literalmente, resolver de un plumazo casi todos los problemas ambientales de México. Y apenas la semana anterior, Semarnat nos ofreció una Hoja de Ruta para proteger el ¡30% del territorio nacional marino y terrestre al 2030! (Meta 3 del Marco Mundial de Biodiversidad).

Debe reconocerse la redacción minuciosa de este documento (notablemente “Woke”) así como vistosas infografías. Por supuesto, es inclusivo y con equidad de género. Lo mejor, es que concede un reflector para funcionarios que bregan con denuedo por ser tomados en cuenta. Plantea, correctamente, como instrumentos para lograr ese ambiciosísimo objetivo, a las Áreas Naturales Protegidas, pero, sobre todo, a una entelequia llamada “Otros Instrumentos Efectivos de Conservación” (OMEC). En estos cabe absolutamente cualquier área o superficie, con tal de que tenga valores “espirituales”, culturales y socioeconómicos de – ad nauseam – comunidades indígenas y afro-mexicanas. (Racismo indigenista obsesivo típicamente cuatroteísta). No cuentan mestizos o criollos, o descendientes europeos, chinos, judíos o libaneses. Las OMEC se identifican y registran en un Registro Nacional (RENOM), y, ya está. Se suman, hasta cumplir con una cuota de 15 millones de hectáreas. Compromiso cumplido. Tales OMEC se basan en los “derechos territoriales” de los pueblos indígenas y afro-mexicanos, lo cual implica, ni más ni menos, que la abolición de la propiedad privada existente. Lo bueno es que no se asigna un solo peso de inversión ni de gasto operativo. Esto tiene el mérito de ser consistente con el raquítico presupuesto de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) – de apenas 1,000 millones de pesos más las migajas que le otorguen hoy los diputados. (Como referencia, nótese que el inefable programa de subsidios clientelares “Sembrando Vida”, en la Secretaría del Bienestar, goza de un presupuesto astronómico de 30 mil millones de pesos). Esa es la verdadera importancia que el gobierno actual le da a la conservación de la biodiversidad, recursos naturales y capital natural de México.

La “Hoja de Ruta”, cautelosamente, no se atreve a decir qué nuevas Áreas Naturales Protegidas serán decretadas. Pero no hace falta, gracias a que las OMEC se pueden acumular sólo con “valores espirituales” y un simple golpe de teclado, y cínicamente, ¡sin importar su relevancia para la biodiversidad! Así, sin dinero ni personal, la CONANP será capaz de tener bajo su égida 609 Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación, 232 Áreas Naturales Protegidas, el 12% del territorio nacional terrestre, el 24% de la Zona Económica Exclusiva, y 15 millones de hectáreas de OMEC. Será algo verdaderamente asombroso, sobre todo, sin sistemas modernos de percepción remota satelital para caracterización, monitoreo y verificación. Por cierto, para ir adelantando, se contabilizan como Áreas Naturales Protegidas Marinas decretos que sólo protegen los mares ¡por debajo de los 800 metros de profundidad! Es decir, la depredación de la pesca industrial puede continuar sin cortapisas.

La “Hoja de Ruta” no se detiene a considerar cómo detener la brutal deforestación del territorio nacional provocada por ausencia de estado de derecho, por “Sembrando Vida”, por mega proyectos militarizados e improductivos como el infausto Tren Maya, y por la mano de Menonitas que devastan las selvas de Campeche. Para la “Hoja de Ruta” no existen el Pago por Servicios Ambientales, los mercados de carbono forestal, ni el nuevo mecanismo de financiamiento internacional a bosques tropicales (Tropical Forests Forever Facility) propuesto por el presidente brasileño Lula. En México no hace falta cubrir los costos de oportunidad de la conservación. Indígenas y afro-mexicanos lo harán gratis, gracias a su “cosmovisión”. Tampoco importan la vigilancia ni el cumplimiento de la ley. Ahí está la impunidad de los aberrantes delitos ambientales cometidos en la construcción del Tren Maya.

Cortesía de El Economista



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