Un impactante estudio explora por qué alimentarse de carroña en la prehistoria ayudó a nuestra especie a evolucionar

No es inusual que nos topemos en los libros de historia con esta imagen de cómo nuestros ancestros prehistóricos conseguían el alimento necesario para sustentarse. Representados, por lo general, como cazadores hábiles, los vemos perseguir a sus presas para darles alcance y derribarlas. Tal narrativa histórica de la evolución humana suele presentar este escenario cinegético como el más habitual. De este modo, el Homo sapiens, además de fomentar la cooperación social y la tecnología de la caza, habría obtenido la carne necesaria para desarrollar un cerebro más grande.

Sin embargo, un reciente estudio publicado en Journal of Human Evolution propone que la conducta de alimentarse de carroña —es decir, aprovechar los cadáveres de animales ya muertos— jugó un papel central en ese proceso evolutivo. Este giro de perspectiva invita a reconsiderar la importancia de las estrategias adaptativas menos visibles y más oportunistas en la evolución de la humanidad.

Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

La carroña como recurso estratégico

Tradicionalmente, el carroñeo se ha visto como el último recurso de las poblaciones, que solo se utilizaba cuando la caza fallaba. Un nuevo análisis sostiene que esta conducta, sin embargo, no solo era eficiente, sino que también estaba bien implementada. Así, los restos de grandes mamíferos ya muertos habrían proporcionado carne, médula y grasa muy nutritiva. Habrían sido, por tanto, un recurso de gran valía en determinados entornos ecológicos. Por ejemplo, una carcasa abandonada de un gran animal podría proporcionar decenas de miles de calorías, suficientes para sostener a los grupos humanos y servir de base para fomentar nuevas conductas alimentarias.

Desde esta óptica, la presencia de un estómago muy ácido, el diseño corporal humano ideal para el desplazamiento prolongado y la capacidad grupal para explorar, localizar y transportar carroña se convierten en características adaptativas relevantes. Los humanos pueden recorrer grandes distancias con un gasto energético relativamente bajo , lo que constituye una ventaja cuando se busca carroña dispersa. La coordinación social, además, les permitía explotar dichos recursos de manera cooperativa.

Estas habilidades sociales no solo aumentaron el éxito alimentario, sino que también pudieron favorecer el desarrollo de estructuras de liderazgo, intercambio y vínculo social: en suma, lo que entendemos por sociedad humana. Teniendo esto en cuenta, la conducta de carroñeo se transforma ahora en una estrategia de supervivencia sofisticada y no marginal, que pudo haber sido un factor clave en el desarrollo de los rasgos distintivos de los humanos.

Grupo humano prehistórico
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Implicaciones para el cerebro, la dieta y la tecnología

Un cerebro más grande

La explotación regular de la carroña implica varios efectos evolutivos importantes. Primero, la incorporación de carne, médula y grasa a la dieta proporciona un mayor aporte calórico y nutricional en comparación con las fuentes vegetales. Su consumo, por tanto, habría podido facilitar el desarrollo de cerebros más grandes al reducir el coste energético de otros sistemas, como el aparato digestivo. El estudio sugiere que la conducta del carroñeo prolongado podría explicar parte de las adaptaciones humanas tempranas, como la reducción del intestino, el aumento del tamaño del cerebro, la especialización en la fabricación de herramientas y los cambios en la organización social.

Huesos
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Evolución tecnológica y control del territorio

En segundo lugar, el uso de herramientas para procesar carroña —cuchillas y lascas para cortar tejidos, martillos de piedra para abrir huesos— implica un componente tecnológico y cognitivo ligado a la explotación de recursos ya muertos. En este sentido, el carroñeo pudo haber impulsado el desarrollo técnico y cooperativo de nuestros ancestros.

Además, el acto de tener que transportar los restos desde el lugar en que se produjo la muerte del animal hasta el área de consumo o procesamiento potencia la hipótesis de que, en estos contextos de carroñeo, pudieron surgir conductas sociales complejas. Entre ellas, figuran el compartir alimentos, la espera por los distintos miembros del grupo y la planificación de rutas de transporte. Todo ello refuerza la idea de que la carroña, además de ser una fuente de alimento, también se convirtió en un motor de transformación biológica y social.

Esta dinámica, además, pudo favorecer la expansión territorial, la búsqueda de nuevos entornos y, por tanto, la dispersión de los humanos en diferentes ecosistemas. En consecuencia, el carroñeo no solo influyó en la dieta, sino en la geografía de la especie, en su expansión y en su capacidad para adaptarse a entornos variados.

Una mayor capacidad para responder a las crisis

Por último, el estudio propone que esta estrategia adaptativa es coherente con los entornos fluctuantes del Pleistoceno. Las estaciones secas, los cambios climáticos, la competencia con otros depredadores y la disponibilidad variable de presas vivas favorecieron un enfoque oportunista. Bajo esas condiciones, la carroña, siendo un recurso fiable en momentos críticos, pudo marcar la diferencia evolutiva.

Grupo humano prehistórico
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Redefiniendo la línea entre caza y carroñeo

Este nuevo estudio cuestiona la tradicional dicotomía entre “caza activa” y “recolección pasiva” para proponer, en su lugar, una visión en la que la carroña habría formado parte integral del repertorio alimentario humano. La idea de que alimentarse de carroña contribuyó de manera decisiva a nuestra trayectoria evolutiva desafía nuestra visión del pasado humano. Desde la obtención de cadáveres de grandes mamíferos hasta el procesamiento, el transporte, la cooperación social y las tecnologías vinculadas a todas estas fases, el carroñeo puede concebirse como un motor profundo de los cambios biológicos, tecnológicos y sociales que nos convirtieron en humanos.

Referencias

Cortesía de Muy Interesante



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