En el silencio casi absoluto del océano profundo, donde la presión aplasta, la luz desaparece y la vida se mueve lentamente entre tinieblas, ha tenido lugar un hallazgo que asombra por su rareza y por su belleza. Frente a la costa chilena, a unos 2.000 metros de profundidad, un robot submarino de la expedición Chilean Margin 2024, operado por el Schmidt Ocean Institute, ha capturado en vídeo una imagen poco común incluso para los expertos en fauna abisal: una hembra de Gonatus onyx, también conocido como calamar de ojos negros, llevando cuidadosamente su masa de huevos entre los brazos.
Esta escena, digna de una pintura surrealista, es más que una simple curiosidad biológica. Es una historia de sacrificio extremo, de una maternidad que desafía las normas del reino animal y que puede acabar costándole la vida a quien la protagoniza.
La maternidad más peligrosa del océano
La mayoría de los calamares adoptan una estrategia reproductiva que parece fría pero efectiva: ponen sus huevos sobre el fondo marino y se marchan. Sin embargo, Gonatus onyx es una de las escasas excepciones. Esta especie, propia de profundidades inexploradas del Pacífico, se encarga personalmente del cuidado de sus crías durante meses, en un entorno tan hostil como silencioso.
La hembra de Gonatus onyx no ancla sus huevos al sustrato ni los abandona. Los mantiene suspendidos, adheridos a unos diminutos ganchos en sus brazos, protegiéndolos del entorno, oxigenándolos con movimientos sutiles y manteniéndolos cerca de su cuerpo hasta que eclosionen. En esa bolsa gelatinosa que lleva consigo pueden ir hasta 3.000 futuros calamares.
Durante los seis a nueve meses que puede durar esta incubación, la madre no se alimenta. Su cuerpo se va consumiendo mientras dedica cada gramo de energía a sostener y proteger esa nube de vida en potencia. A diferencia de otros cefalópodos, que gozan de gran agilidad y pueden escapar de depredadores con chorros de agua a presión, una madre en plena incubación se vuelve torpe, lenta y extremadamente vulnerable. Un blanco fácil para los cazadores del abismo, como los cachalotes o los elefantes marinos que se sumergen a ciegas en busca de presas.
A medida que los huevos maduran, el esfuerzo de la madre se intensifica. Debe bombear agua constantemente para mantener el flujo de oxígeno entre ellos. Este movimiento también ayuda a que los más desarrollados puedan liberarse por sí solos cuando estén listos para enfrentar el océano. Para entonces, ella estará agotada, sin reservas, al borde de la muerte. Todo habrá sido por ellos.

Un hallazgo filmado en las profundidades del Pacífico
El vídeo, grabado durante la inmersión número 739 del vehículo ROV SuBastian, no es solo valioso por su contenido. Es extremadamente raro lograr este tipo de observaciones en hábitats tan profundos, y más aún capturar un comportamiento tan específico y delicado.
La expedición, centrada en estudiar cómo las fuerzas geológicas del margen continental chileno afectan a los ecosistemas del fondo marino, se topó con esta escena casi de forma fortuita. La filmación muestra claramente cómo la madre se desplaza lentamente, con el saco de huevos colgando bajo su cuerpo, como si cargara una linterna viva que ilumina su propósito.
Más allá de lo biológico, la escena tiene algo poético. En un lugar donde la mayoría de las formas de vida apenas sobreviven, esta criatura entrega su existencia entera para asegurar que su descendencia tenga una mínima oportunidad.

¿Por qué este comportamiento tan extremo?
En el mundo natural, cuidar de las crías suele ser una inversión costosa. Pero para algunas especies, especialmente en hábitats difíciles como las profundidades marinas, puede marcar la diferencia entre la vida y la extinción.
El hecho de que Gonatus onyx invierta tanto en su prole podría explicarse por la falta de refugios seguros en el lecho oceánico, la baja densidad de poblaciones y la lentitud de su desarrollo. Poner los huevos y dejarlos a su suerte aumentaría el riesgo de perderlos todos. En cambio, al mantenerlos consigo, aunque implique no comer y exponerse a depredadores, la madre mejora las probabilidades de supervivencia de sus crías.
La evolución, en este caso, ha favorecido el sacrificio a largo plazo sobre la producción masiva sin cuidados. Y el resultado es una forma de maternidad casi heroica que los científicos apenas están comenzando a comprender.
La ciencia aún tiene mucho que aprender del abismo
El fondo del océano sigue siendo uno de los lugares menos explorados del planeta. Hallazgos como este no solo nos revelan comportamientos extraordinarios, sino que nos recuerdan lo poco que sabemos de la vida que habita en las profundidades.
Cada inmersión, cada vídeo y cada criatura observada puede reescribir lo que creíamos saber sobre la biología marina. Y en este caso, ha sido una madre calamar la que nos ha dado una lección silenciosa sobre entrega, paciencia y el poder inquebrantable de la vida.
Cortesía de Muy Interesante
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