Después de permanecer más de tres años con las luces apagadas, el Bolerama Tapatío vuelve a la vida. El histórico recinto, inaugurado en 1973 y símbolo de la convivencia tapatía durante décadas, reabrirá oficialmente sus puertas este 10 de noviembre, completamente renovado y con una propuesta que busca conectar generaciones.
La noche del pasado miércoles, un grupo de invitados especiales, entre los que acudió EL INFORMADOR, fue testigo del regreso de este ícono del entretenimiento local. En un recorrido previo a su apertura al público, el nuevo equipo directivo presentó las instalaciones y habló sobre el proceso de transformación que devolvió el brillo a uno de los espacios más entrañables de Guadalajara.
“Estamos muy emocionados de que regrese un ícono del deporte y del entretenimiento en la ciudad”, expresó uno de los responsables del proyecto. “Queremos conmemorar el pasado, pero también marcar historia desde esta apertura en adelante”.

La renovación del Bolerama Tapatío va más allá de una actualización estética. La nueva etapa busca integrar distintas experiencias dentro de un mismo espacio, pensado para todos los públicos. “Antes era un boliche más laberíntico, con áreas divididas. Ahora es mucho más integral”, explicaron. “Habrá horarios para deportistas, para familias, para quienes vienen a su primera cita o simplemente a pasar un buen rato. Queremos que todos se sientan parte del lugar”.
Entre las novedades destacan un sports bar con transmisiones deportivas en vivo, karaoke y presentaciones musicales; una zona arcade retro, con simuladores de Fórmula 1 de última generación; mesas de billar y áreas recreativas que amplían la experiencia más allá del boliche. El recinto también contará con Countdown Fitlab, un gimnasio contiguo con zonas de entrenamiento funcional, indoor cycling y pesas, pensado para integrar el bienestar físico y la diversión en un mismo entorno.
A pesar de las innovaciones, el equipo tuvo claro desde el inicio que debía conservar el espíritu que hizo del Bolerama Tapatío un punto de referencia durante cinco décadas. “Trabajamos muy de la mano con Forte Arquitectos para rendir tributo a la historia del lugar”, señalaron. “Rescatamos el piso de mármol original de 1973 y los arcos que evocan a los de Guadalajara, porque queríamos mantener esa conexión emocional con la ciudad”.
El resultado es un espacio donde el diseño retro convive con tecnología de última generación. Las 42 pistas en un solo nivel, sin columnas, tal como en su diseño original, conservan la majestuosidad que en su momento convirtió al Bolerama en el más grande de Latinoamérica.

Su reapertura también representa la reactivación de un sitio emblemático para el boliche competitivo, ya que el recinto continuará siendo sede de la Asociación de Boliche del Estado de Jalisco y de torneos nacionales e internacionales. “Queremos que las nuevas generaciones sientan lo mismo que las familias de los setenta y ochenta vivieron aquí: esa emoción de competir, convivir y dejar huella”, comentaron.
El Bolerama Tapatío renueva sus pistas y espacios, y además apuesta por una oferta gastronómica contemporánea. Ubicado en la frontera de las colonias Arcos Sur y Americana, dos de las zonas más activas de la vida nocturna tapatía, el lugar propone una carta “foodie”, con platillos pensados para acompañar una partida o simplemente disfrutar una tarde entre amigos. “Nuestra propuesta va directamente enfocada a que la gente coma delicioso aquí”, afirmaron. “Las bebidas también están muy ricas”.
Con capacidad para más de mil personas, el recinto abrirá todos los días de 9:00 de la mañana a 12:00 de la noche. Durante los fines de semana se transformará en un espacio más festivo, con luces, música y ambiente juvenil; entre semana mantendrá su carácter deportivo y familiar.
Durante casi medio siglo fue escenario de encuentros familiares, torneos, primeras citas y despedidas de generación. Su cierre en 2020, derivado de la pandemia, marcó un silencio que muchos nostálgicos lamentaron. Su regreso ahora representa un reencuentro con ese pasado compartido.

La historia de Jaime, un tapatío que creció entre pistas
Para Jaime Barragán, ingeniero de 52 años, la reapertura del Bolerama Tapatío significa mucho más que el regreso de un lugar de ocio. “Ahí aprendí lo que era la paciencia y la precisión, conocí a mis mejores amigos… y también a mi esposa”, dice entre risas.
Jaime comenzó a visitar el Bolerama desde que era niño, cuando su padre lo llevaba los domingos por la tarde. “Era toda una aventura. Mi papá me compraba un hot dog y un refresco, y mientras él jugaba con sus amigos, yo veía fascinado cómo caían los pinos. Soñaba con tirar un strike perfecto”.
Con el tiempo, el pequeño aficionado se convirtió en competidor amateur. Participó en torneos locales durante los años noventa, una época que recuerda con cariño. “El ambiente era único: las luces, el sonido de las bolas golpeando, la emoción del marcador. Había camaradería, pero también rivalidad sana. Todos queríamos mejorar”.

Cuando Guadalajara fue sede de los Juegos Panamericanos de 2011, Jaime asistió a las competencias de boliche realizadas precisamente en el Bolerama. “Ver a atletas internacionales en las mismas pistas donde yo había jugado me llenó de orgullo. Sentí que el boliche tapatío estaba a la altura del mundo”, comenta.
El cierre del recinto durante la pandemia lo tomó por sorpresa. “Un día pasé por fuera y vi las puertas cerradas. Me dio tristeza. Pensé que tal vez nunca volvería a abrir”. Por eso, al enterarse de la reapertura, lo emociona.
“Leí que conservaron el piso de mármol original. Caminaré por ahí y recordaré cuando venía con mi novia (ahora mi esposa) a jugar una o dos partidas antes del cine. Había algo muy romántico en eso de compartir los zapatos de boliche y reírte de los tiros fallidos”.
Su entusiasmo por el nuevo proyecto es evidente. “Me encanta que hayan combinado lo retro con lo moderno. Es el mismo Bolerama, pero con espíritu nuevo. Me emociona pensar que mis hijos, que crecieron escuchando mis historias de aquí, ahora podrán vivir las suyas”.
Con una sonrisa, recuerda una anécdota que resume su relación con el lugar. “Una vez, en 1994, tiré mi primer juego perfecto. Mis amigos me cargaron en hombros y el gerente de entonces me regaló una pizza y una camisa con mi nombre bordado. Todavía la tengo guardada. Ojalá pronto pueda repetir ese logro, ahora en la nueva era del Bolerama”.
Cortesía de El Informador
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