1 obra, 840 repeticiones, 24 horas, más de 80 pianistas: en esos números puede resumirse Vejaciones, que el Centro de Experimentación del Teatro Colón presenta como parte de los 100 años de la partida de Erik Satie.
La propuesta consiste en tocar la obra durante un día entero mediante un sistema de relevos: cada pianista reemplaza al anterior sin que la música llegue nunca a detenerse, mientras el público entra y sale cuando quiere, permanece unos minutos, vuelve más tarde o decide quedarse en continuidad.
Esta valiosa y necesaria propuesta del CETC permite el acceso a una obra que exige otro tipo de escucha, una experiencia estética que desborda la lógica del consumo rápido y que trabaja directamente sobre la ruptura de las expectativas: una partitura de menos de dos minutos que Satie indica repetir 840 veces, empujando a la percepción -casi obligándola- a abandonar el irrefrenable deseo de anticipación.
Erik Satie fue un compositor deliberadamente ascético: materiales mínimos, estructuras sin desarrollo, escritura despojada y un humor seco que convivía con una disciplina casi ritual. Peculiar como pocos -para muestra sobra un botón-, en 1893 fundó su propia iglesia, la Église Métropolitaine d’Art de Jésus Conducteur, de la cual era jefe absoluto, maestro de capilla y único miembro; desde allí llegó incluso a enviar cartas de excomunión a sus haters.
Vejaciones pertenece a esa misma etapa mística y hermética: fue escrita en 1893 y quedó guardada hasta que John Cage (compositor icónico del siglo XX) recuperó el manuscrito en 1949. Recién en 1963 organizó la primera interpretación completa mediante relevos. En la Argentina, la última realización de gran escala había sido en 2001 en el viejo Conservatorio Nacional, durante una semana entera, como parte de una protesta frente a los feroces recortes en educación pública. Siempre fue una obra extrema y ascética: más un procedimiento que una pieza, una idea convertida en duración.
La convocatoria del estreno fue un éxito total: la cola daba vuelta la Plaza Vaticano y llegaba hasta Tucumán. Con esa afluencia llegó también lo que podría llamarse, sin demasiadas vueltas, la lógica del consumo turístico musical, centrada en acumular experiencias, fotos y ese mandato del “asegurarme de mostrar que yo estuve allí”. Turistas musicales charlando, comiendo, sacándose selfies, sacando fotos con flash, usando Instagram o TikTok, caminando pesadamente sobre las gradas crujientes, todo de manera incesante.
Ojo: no se trata de un berrinche de señora elitista; no estimular otra forma de relación con la obra es, más bien, subestimar las capacidades e intereses, reforzando la misma lógica de consumo. No hace falta un bagaje infernal de conocimientos para otra forma de escucha: quizás alcance con el espacio, la oportunidad y la predisposición. Y con algunas pautas mínimas construidas de manera colectiva, porque no todo puede recaer en el esfuerzo denodado de las acomodadoras pidiendo silencio ni en los chistidos de quienes genuinamente querían entrar en la obra.
Aun así, cuando la escucha logra asentarse y la aceptación del murmullo se vuelve inevitable, la melodía repetida de Vejaciones empuja de a poco, como el mar a la orilla, hacia una percepción distinta del tiempo, que surge de la ruptura de las expectativas. Y ahí aparece una dimensión que en castellano simplemente es resistencia y entrega consciente: Vejaciones también es eso, una búsqueda activa de una experiencia estética, un pequeño acto de abandono sostenido.
Uno de los aspectos más potentes de la propuesta es la construcción colectiva de la obra. Los relevos enlazaban géneros, edades, trayectorias profesionales, estudiantes muy jóvenes y pianistas consagrados: todos dentro de la misma continuidad.
Participan músicos formándose en instituciones que hoy sostienen la vida musical variada que siempre caracterizó a la Ciudad de Buenos Aires -como el Conservatorio Superior de Música Astor Piazzolla, la UNA, el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, el Conservatorio Manuel de Falla y la Escuela Esnaola- junto a figuras como Fernanda Morello, Antonio Formaro, Irina Dichkovskaia, Zoe Zeniodi y Víctor Torres.
La obra se constituyó literalmente a partir de ellos: la continuidad no es una metáfora, sino un hecho material sostenido en el compromiso de cada pianista durante su turno y en el relevo como gesto que mantiene el pulso del día entero.
Vejaciones está ocurriendo ahora. Y eso es inquietante: tiene esa potencia rara que empuja a quien estuvo allí a querer volver, aunque sea para comprobar en qué punto del día -o de uno mismo- la obra vuelve a capturar la atención.
Habrá otra oportunidad para encontrarse con Satie en el Colón: el sábado 29 y el domingo 30 de noviembre con Sócrates, una lectura completamente distinta del compositor que dialoga, desde otro ángulo, con el ascetismo extremo de Vejaciones.
Erik Satie: 100 años. Fecha y hora de inicio: viernes 14 de noviembre, 20.30. Lugar: CETC – Centro de Experimentación del Teatro Colón. Duración: 24 horas ininterrumpidas. Participantes: más de 80 pianistas en relevos continuos. Acceso: entrada libre, con ingreso y salida en cualquier momento.
Cortesía de Clarín
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