Tensión. Es el término que mejor le cabe a Una casa de dinamita, la gran película de -o habrá que decir otra gran película de- Kathryn Bigelow, que estrenó Netflix.
Cuando llega noviembre, aparecen las películas que probablemente estén en la llamada temporada de premios. Son los dramas que movilizan, que no suelen ser blockbusters, pero que cuentan con grandes nombres de un lado y del otro de la cámara.
Bigelow, la primera mujer ganadora del Oscar a la mejor dirección, por Vivir al límite, vuelve, como en La noche más oscura y en el filme mencionado, que también ganó el premio de la Academia de Hollywood a la mejor película, a retratar un conflicto bélico, o que aquí está por ocurrir.
Un misil nuclear es lanzado desde alguna parte del Pacífico, con destino al territorio continental estadounidense. Cuando los sistemas de defensas son incapaces de detenerlo, es solamente cuestión de minutos para que el mismo llegue a una ciudad -Chicago-. Y si impacta, el desastre será total: morirán cerca de diez millones de personas.
Bigelow eligió contar el preámbulo, los prolegómenos, lo que sucede antes de que ese misil impacte (o no) en la ciudad de los vientos. Y lo hace desde distintos puntos de vista, siempre del lado estadounidense. La misma situación es narrada una primera vez, y luego otras dos veces más, pero ya no desde la misma perspectiva.
En cierta forma a la manera de Rashomon -en el filme de Akira Kurosawa cada personaje contaba su punto de vista acerca del asesinato de un samurái y la violación de su esposa-, aquí se repetirán los diálogos y muchos personajes, pero los que se veían en la, llamémosla, primera versión, solo serán escuchados, y viceversa.
El ingenioso guion de Noah Oppenheim (uno de los coguionistas de la miniserie Día Cero, que protagonizó Robert De Niro, y que también transcurría en las esferas gubernamentales, pero ante otro tipo de ataque) primero plantea a la capitana Olivia Walker (Rebecca Ferguson), que dirige la “Situation Room” en la Casa Blanca, llena de pantallas y comunicándose con medio mundo en plena crisis, como la gran protagonista.
Pero no. Tampoco será el mayor Daniel González (Anthony Ramos, de In the Heights), el que desde un puesto en Alaska es el encargado de la contraofensiva contra el misil, ya que al poco tiempo la misma historia se contará de manera distinta. Y el personaje central será el Secretario de Defensa (Jared Harris, acostumbrado a las devastaciones nucleares, como que el hijo de Richard Harris protagonizó la excelente serie Chernobyl), para dejar luego ese protagonismo al presidente de los Estados Unidos (Idris Elba).
Como sea, y aunque la historia vuelva a repetirse, lo que la directora logra es mantener esa angustia y tensión en cada fotograma. Hay pocos cineastas capaces de maniatarnos como lo hace la exesposa de James Cameron.
Una casa de dinamita, que este año injustamente pasó sin premios por la competencia del Festival de Venecia, que había descubierto The Hurt Locker en 2008, casi un año y medio antes de que ganara el Oscar, no tiene escenas de acción. Habrá alguna que otra corrida por Washington. Es un thriller psicológico, en el que no se derrama una sola gota de sangre, pero en el que -y no vamos a hablar del final- se podrían perder diez millones de vidas.
Y otra gran película de Bigelow, alguien que sabe contar con brío y talento.
“Una casa de dinamita”
Drama. Estados Unidos, 2025. Título original: “A House of Dynamite”. 115’, SAM 16. De: Kathryn Bigelow. Con: Rebecca Ferguson, Idris Elba, Anthony Ramos, Gabriel Basso, Jared Harris, Jason Clarke. Disponible en: Netflix.
Cortesía de Clarín
Dejanos un comentario: