En León, Guanajuato, la gastronomía es mucho más que un complemento del viaje: es una invitación directa a descubrir la ciudad desde su corazón más auténtico. Entre taquerías de tradición, carritos que se han vuelto leyenda y antojitos que solo se entienden al probarlos, León ofrece una ruta culinaria que seduce a locales y visitantes.
Para quienes viajan en busca de sabores que cuentan historias, este destino del Bajío es una parada obligada.
El recorrido comienza en uno de los sitios más emblemáticos: los tacos de Don Luis, un espacio que desde hace 24 años forma parte del día a día de los leoneses. Su menú es amplio -taquitos, volcanes, tortas- pero hay un consenso general: el pastor es el verdadero protagonista. Su adobo, inconfundible, es la clave del éxito. Aquí, cada taco se acompaña con las tradicionales cebollitas desflemadas, que completan la experiencia y convierten cada visita en un regreso inevitable. Más que una taquería, Don Luis es una institución culinaria.
La siguiente parada nos lleva a uno de los antojitos más representativos de León: las Guacamayas de Javier, ubicadas en la Avenida Universidad. Desde hace más de 35 años, Javier ha perfeccionado este bolillo relleno de chicharrón duro, al que cada comensal puede agregar aguacate, cueritos y una gama de salsas que van de la suavidad del jitomate al picor que hace sudar. Parte del ritual es ser “bautizado” con su salsa, una tradición que muchos visitantes aceptan como una especie de bienvenida a la ciudad. Es un antojito sencillo, pero tan lleno de carácter que se vuelve inolvidable.
Para quienes prefieren algo más fresco, las lechugas del Carro Verde son un imperdible. Doña Micaela Rodríguez -la famosa “señora de las lechugas”- lleva casi 50 años ofreciendo una mezcla de lechuga crujiente, rábano, jícama y pepino con limón, sal y chile. Su carrito, en la esquina del Carro Verde en la salida Mariano Escobedo, se ha convertido en un punto de encuentro para quienes buscan un refrigerio ligero sin renunciar al sabor. Es una prueba más de que la gastronomía leonesa también puede ser fresca y sencilla.
Otro clásico que despierta curiosidad entre los viajeros es el caldo de oso, una botana que combina jícama, pepino, cebolla, limón, chile, vinagre y queso rallado. A pesar de su nombre, no es un caldo caliente, sino una preparación refrescante con un toque ácido que lo hace perfecto para los días calurosos. Sitios como Jícamas Gus o Jícamas de León se han ganado su lugar entre los mejores. Es distinto, inesperado y profundamente leonés.
El recorrido culmina frente al imponente Templo Expiatorio, donde desde 1985 se sirven los famosos tacos de tripa. Crujientes, dorados y llenos de sabor, estos tacos se han convertido en parte esencial de la vida nocturna de la ciudad. Hoy ubicados en la calle 13 de Septiembre, también ofrecen opciones como bistec y chorizo, pero la tripa sigue siendo la reina. Con su salsa especial, el antojo se convierte en ritual.
En León, cada bocado revela un fragmento de su identidad. Caminar la ciudad es un placer, pero saborearla es una experiencia que permanece. Quien llega con hambre, se va con historias. Y quien prueba estas delicias, siempre encuentra motivos para volver.
Cortesía de El Informador
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