La clave del futuro de la energía limpia en África

ABUYA/DUBAI/SEATTLE – En la comunidad rural de Kiguna en Nigeria, lo habitual para una comerciante de pescado llamada Blessing Bitrus era tener unas pocas horas preciosas para vender la pesca de tilapia y bagre del día obtenida en el río cercano antes de que se echara a perder bajo el sol abrasador. En un día cualquiera, aunque mantenía precios bajos, casi la mitad del pescado se echaba a perder.

Pero gracias a una cámara frigorífica de tres toneladas conectada a una minired alimentada por energía solar, Blessing ya no tiene que correr a contrarreloj. Antes el sol estropeaba el pescado, ahora ayuda a conservarlo. Y Blessing no es la única beneficiada: unos cien pescadores y comerciantes locales usan la cámara. El menor desperdicio de alimentos resultante les aumentó la media de ingresos un 30%.

La unidad de refrigeración y la red de energía solar de Kiguna se construyeron como parte de un proyecto más amplio de energía limpia que comenzó en 2021 y que desde entonces ha conectado 6,000 hogares y empresas en cinco estados nigerianos a la energía solar. Mientras la comunidad internacional enfrentaba la pandemia de COVID‑19 y la guerra en Ucrania, esta silenciosa transformación basada en energía limpia aumentó la resiliencia y la productividad de los agricultores y otros productores de alimentos, creó puestos de trabajo y apoyó el desarrollo sostenible en las comunidades rurales de Nigeria.

Esto encierra una importante enseñanza para el mundo actual. La creciente incertidumbre geopolítica llevó a muchos gobiernos de países ricos a reducir la ayuda al extranjero, lo que fue un golpe devastador para las iniciativas mundiales de desarrollo. El resultado es que se están cancelando proyectos, la población pierde acceso a servicios esenciales y muchos países corren cada vez más riesgo de sufrir una crisis humanitaria. Pero incluso en este difícil contexto, los líderes mundiales que se reunieron en septiembre en la Asamblea General de las Naciones Unidas no han podido hallar respuestas a los problemas en gestación.

Uno de esos problemas es que casi 600 millones de personas en África subsahariana siguen sin acceso a la electricidad. Como se prevé que la población joven de África sume 138 millones de personas durante el próximo cuarto de siglo, esta crisis energética puede convertirse en una crisis de empleo. Para crear puestos de trabajo de calidad suficientes para la creciente población africana, debemos ayudar a los países de todo el continente a ampliar el acceso a energía limpia, asequible y fiable y proveer a las comunidades locales las herramientas y la formación necesarias para convertirla en oportunidades.

La buena noticia es que a pesar de las restricciones financieras, hay una ruta hacia el progreso. Y nos muestra la iniciativa Misión 300, que reúne a gobiernos africanos, el sector privado y organizaciones filantrópicas con el objetivo de proveer electricidad a 300 millones de africanos en 2030.

El proyecto de energía limpia que ayudó a Blessing y a su comunidad muestra de qué manera las partes interesadas pueden colaborar en forma eficaz. Una modesta inversión del gobierno nigeriano, unida a fondos filantrópicos que actuaron como catalizador, bastó para alentar inversiones empresariales en el proyecto. También fueron importantes las reformas regulatorias que redujeron el costo de conexión a la red en hasta un 40% y acortaron los plazos de concesión de permisos para nuevas iniciativas, lo que creó una cartera de proyectos y programas de formación que llegarán a cientos de miles de nigerianos.

No es un caso aislado; inversiones relativamente pequeñas han impulsado avances espectaculares en el sector de la energía limpia en todo el mundo en desarrollo. En la India, se espera que el primer sistema de almacenamiento de energía en baterías a gran escala entregue electricidad limpia y fiable a consumidores de bajos ingresos y mejore la estabilidad de la red. En Haití, las redes de malla (miniredes descentralizadas formadas por grupos interconectados de paneles solares de techo) suministran energía a algunas de las comunidades más remotas y ofrecen un modelo para la electrificación de “última milla” en zonas rurales y afectadas por conflictos. Asimismo, la central solar flotante de Tembesi en Indonesia puede servir de ejemplo para la ampliación del acceso a energía en economías costeras vulnerables.

El Informe de impacto 2025 de la Global Energy Alliance for People and Planet reveló el factor común del éxito de estos proyectos: la formación de una coalición de socios de los sectores público, privado y filantrópico unidos en pos de un mismo objetivo. Esto destaca la importancia de aplicar un enfoque sistémico y multisectorial a la solución de problemas complejos. Una estrategia como esta aprovecha al máximo fondos limitados, reconoce las diferentes perspectivas y conocimientos especializados, se adapta a diversos niveles de tolerancia al riesgo y permite a cada actor aprovechar sus puntos fuertes.

Cada país y región en desarrollo tiene sus propios retos energéticos, pero cuando gobiernos, empresas y organizaciones filantrópicas trabajan juntos, el progreso es posible. Conforme se agrava el cambio climático, se multiplican las crisis energéticas y se debilita el multilateralismo, la estabilidad mundial dependerá de que se repita muchas veces la historia de Blessing, en África y en otros lugares. Por eso las asociaciones multisectoriales son más importantes que nunca.

El autor

Kashim Shettima es el vicepresidente de Nigeria.

La autora

Carol Koech es la vicepresidenta para África de la Global Energy Alliance for People and Planet.

La autora

Jessica Uhl es expresidenta de GE Vernova, exdirectora financiera de Shell y miembro del Consejo de Liderazgo de la Global Energy Alliance for People and Planet.

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Cortesía de El Economista



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