Centroamérica y el Caribe: diálogo, visión regional y acción para un futuro integrado

La región de Centroamérica y el Caribe es un corredor estratégico de dinamismo comercial y potencial de inversión, en un contexto global que prioriza la resiliencia y la reconfiguración de las cadenas de suministro. Para México, alineada con la misión del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología, esta área geográfica representa un ecosistema de oportunidades que exige una visión audaz y una acción coordinada.

Seamos sinceros: México y los empresarios mexicanos han desdeñado a la región, a pesar de que hay un gran apetito por los productos y servicios mexicanos y de los cuales podríamos aprender de historias exitosas de países como Costa Rica, que ha invertido, por ejemplo, más del 7% de su PIB en educación durante las últimas tres décadas.

El primer pilar es la oportunidad comercial, la más evidente en la integración regional. Con tratados como el DR-CAFTA y el Mercado Común Centroamericano, la región opera como una plataforma de acceso preferencial a mercados clave. Al mismo tiempo, pensar en la integración regional como parte de una estrategia norteamericana no es descabellado. Juntos podemos ser más fuertes.

Los exportadores mexicanos pueden colocar bienes de consumo, productos agroindustriales y componentes automotrices, satisfaciendo la demanda de una clase media en crecimiento. Más allá, existe una oportunidad estratégica en la integración de cadenas de valor. Invertir en manufactura especializada en Centroamérica, complementaria a la producción mexicana, puede crear un ecosistema regional más robusto y competitivo a nivel global.

El segundo pilar es la inversión. Los países de la región tienen necesidades apremiantes en infraestructura logística, energética y de conectividad digital. Proyectos en energías renovables, modernización y desregulación y desarrollo vial son campos fértiles para la experiencia mexicana en concesiones.

Paralelamente, la economía digital experimenta un auge, con hubs de innovación en fintech y agrotech. Esto abre una doble vía: la inversión de capital emprendedor en startups locales y la cooperación para ofrecer servicios tecnológicos, digitalizando las pymes y fortaleciendo el ecosistema.

El diálogo, la visión regional para la diversificación como líderes regionales, requiere valentía y trabajo, pero da resultados. La reciente convocatoria de diálogo del gobierno mexicano para preparar la revisión del T-MEC es un primer paso en la dirección correcta que debería incorporar otros países de la región.

En el COMCE consideramos que tenemos una oportunidad dorada de integrar la región norteamericana con Centroamérica y el Caribe aprovechando economías de escala y sinergias. Reconocer esta voluntad es importante, pero la advertencia está sobre la mesa: este no puede ser un esfuerzo “poco a poco y con poco tiempo”. La complejidad del proceso requiere una preparación meticulosa y una posición negociadora cohesionada entre los sectores público y privado.

Es fundamental que esta visión incluya estratégicamente a Mesoamérica y al Caribe. Nuestro liderazgo en Norteamérica se verá amplificado si actuamos como el puente que integra estas regiones con gran potencial. El Corredor Interoceánico es la pieza logística, pero se requiere una política comercial proactiva que convierta a esta macrorregión en un bloque competitivo y complementario. Al ofrecer a los inversionistas una plataforma que abarca desde Canadá hasta Centroamérica, con cadenas de valor interconectadas y acceso preferencial multifacético, multiplicamos nuestro atractivo y nuestra relevancia geoeconómica.

La estrategia ya no puede limitarse a proteger lo logrado; debe ambicionar construir, junto con nuestros socios norteamericanos y, crucialmente, con las naciones de Mesoamérica y el Caribe, un futuro comercial más integrado, diversificado y de alto valor agregado. El momento de actuar con esta visión de conjunto es ahora. Las oportunidades están sobre la mesa; nos corresponde capitalizarlas ya.

*El autor es presidente de la sección Internacional para Centroamérica y el Caribe del COMCE.

Cortesía de El Economista



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