Halcones morenos


Es cierto, como dijo ayer la Presidenta Claudia Sheinbaum, muchas manifestaciones que se realizaron por la democracia, contra los fraudes electorales, la defensa de Pemex, por la seguridad y contra los secuestros, fueron pacíficas y transcurrieron sin violencia. En aquellas marchas, muchas de ellas encabezadas por Andrés Manuel López Obrador en los últimos 30 años, no hubo provocaciones ni enfrentamientos, aunque había dos variables que no pueden soslayarse: López Obrador no se había radicalizado por su derrota en la elección presidencial en 2006 y la existencia de una estrategia para desestabilizar al Gobierno de Enrique Peña Nieto.

La violencia en las manifestaciones, cuya violencia destaca solo en las que se realizan en la Ciudad de México, es un fenómeno relativamente reciente, con la aparición del llamado Bloque Negro alrededor de 2012, como un grupo anarquista inspirado en el Black Bloc que surgió de las protestas en Europa en los 80, que no era una organización, sino una táctica de movilización que escaló su violencia a nivel global durante la conferencia fundacional de la Organización Mundial del Comercio en Seattle, en 1999. Se vestían de negro, llevaban cubiertas las caras para evitar ser reconocidos y protegerse de los gases lacrimógenos, portaban cascos e iban armados con bombas molotov.

En México, el Bloque Negro ha ido incrementando su protagonismo en las manifestaciones, pero con objetivos distintos. Durante el Gobierno de Peña Nieto salió a las calles para generar caos, teniendo siempre el Zócalo como la arena del conflicto. Lo enfrentó desde su toma de posesión y lo hizo vivir momentos críticos, como en noviembre de 2014, cuando los encapuchados prendieron fuego a la Puerta Mariana de Palacio Nacional tras una manifestación por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. En el Gobierno de López Obrador salieron para provocar violencia y desorden durante la manifestación feminista del 8 de marzo de 2020, como hicieron el sábado pasado en la marcha convocada por la Generación Z contra la violencia y la corrupción del obradorismo.

Sus acciones violentas durante el Gobierno de Peña Nieto fueron siempre acompañadas por una estrategia en redes y medios de figuras que emergerían tiempo después como jefes del aparato de propaganda de López Obrador. Sus actos violentos durante ese Gobierno y el de Sheinbaum han sido acompañados por la maquinaria de propaganda del régimen, pero para desacreditar las protestas.

El Bloque Negro actúa sincronizadamente con el aparato porque, revelaron personas que conocen su evolución, es un grupo de choque que nació en las entrañas del ala radical del obradorismo que ha sido financiado por la Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México. No lo maneja una persona en específico, sino que se administra desde el poder cuatroteísta. No todos quienes se han sentado en esa silla en este siglo los han utilizado. López Obrador, por ejemplo, cuando se dio la gigantesca marcha por la seguridad en 2005, la quiso descalificar, pero no la saboteó. No existía el Bloque Negro, ni controlaba a los anarquistas enquistados en el auditorio “Che Guevara” de la UNAM, ni guardaba rencores de su derrota en 2006.

El Bloque Negro fue utilizado de manera intensa desde que López Obrador llegó a la Presidencia, para disuadir y desviar las razones de las protestas. Contó con el respaldo de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, que infiltró las marchas, en particular la feminista del 8M, para desacreditarlas. Es lo mismo que sucedió el sábado pasado, cuando la manifestación convocada por la Generación Z, a la cual se sumaron personas y grupos de diferentes segmentos e intereses de la sociedad, fue infiltrada por policías vestidos de civil que no actuaron hasta que llegaron al Zócalo, donde se unieron con el Bloque Negro que desató la violencia.

La manifestación del sábado no tuvo una violencia orgánica y fue hasta el Zócalo cuando empezaron los enfrentamientos. “El ambiente era pacífico, indignado y decidido”, apuntó Alberto Capella, un experimentado policía, en unos apuntes que han circulado ampliamente. “Durante más de tres horas, desde Reforma hasta Eje Central, el flujo fue un río humano ininterrumpido”.

Lo que no vieron ojos inexpertos, él lo registró. El primer impacto para los manifestantes, dijo, fueron episodios de violencia “exactamente donde ingresaba” la gente, por la avenida 5 de Mayo, donde “lo primero que encontramos fue a un grupo de jóvenes atacando las vallas en la lateral de la Catedral, justo en el punto donde entraba la ciudadanía pacífica”. Eran personas vestidas de negro y encapuchadas, con herramientas para destruir las vallas de metal con las cuales habían blindado Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana. “Vi humo, golpes, antimotines resistiendo, gritos, confusión y rostros llenos de miedo”, agregó Capella. “Miles de personas se detuvieron o se regresaron”.

El Gobierno les había tendido una trampa, preparada días atrás con el análisis de redes que difundieron en la mañanera, donde denunciaron una conspiración internacional, apoyada por mexicanos, en contra del régimen. Descalificar los motivos de la protesta y esconder el hartazgo que se vio llevó incluso al sacrificio de decenas de policías de la Ciudad de México, que resistieron la violencia provocada y la enajenación colectiva.

Sheinbaum, paradójicamente, abrazó el mismo discurso que utilizó el presidente Gustavo Díaz Ordaz en 1968 para descalificar al Movimiento Estudiantil, que concluyó con la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco: el enemigo externo y el complot internacional; el comunismo en ese entonces, la extrema derecha hoy. La matanza de Tlatelolco definió la sucesión presidencial a favor de Luis Echeverría, que, como presidente, autorizó que un grupo paramilitar conocido después como “Los Halcones”, pagado por el Gobierno de la Ciudad de México, reprimiera una marcha estudiantil el Jueves de Corpus en 1971. Echeverría sofocó de tajo el descontento y, al mismo tiempo, se deshizo de un enemigo, el entonces regente de la capital federal, Alfonso Martínez Domínguez.

Pensábamos que “Los Halcones” eran cosa de aquellos tiempos oscuros y siniestros, pero el Bloque Negro, el reventador de manifestaciones contra el régimen, es su nueva versión. En aquellos tiempos el secretario de Gobernación y luego Presidente, utilizó la represión para fortalecerse. En el sexenio pasado, López Obrador asfixiaba todo. Sheinbaum lo ha seguido: no quiere que nadie la opaque, se le atraviese, la cuestione o la enfrente. El pasado regresó.

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Cortesía de El Informador



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