Los males que vienen de fuera


Nada gusta tanto a los políticos como decir que todos los males vienen de fuera. Los alcaldes suelen repetir hasta el cansancio que a los muertos los matan en otros municipios y luego los avientan en el suyo. Los gobernadores, da igual de qué partido sean, repiten la cantaleta de que los problemas se originan en otras entidades, que lo más importante es controlar las “fronteras” o que los que hacen destrozos siempre vienen de otros estados, como si eso les quitara un pelo de responsabilidad. Lo dijo el Gobierno de Ramírez Acuña cuando un grupo de manifestantes globalifóbicos se enfrentó a la policía con lujo de violencia y lo dice ahora el Gobierno de Pablo Lemus a propósito del reprobable ataque al Palacio de Gobierno y al Congreso del Estado.

¿Qué significa “ser de fuera” en una ciudad donde todos somos hijos de la migración?, ¿importa el lugar de nacimiento de los manifestantes?, ¿un ciudadano que vive en Jalisco, pero nació en otro lugar, tiene menos derechos que uno que haya nacido en el Estado? Por supuesto que no; sin embargo, a los políticos les tranquiliza la conciencia pensar (es un decir) que los ciudadanos de su ciudad o su Estado no están enojados, creer que todos son felices con ellos gobernando y que son los de fuera los que vienen a “provocar”.

Suponiendo sin conceder que quienes atacaron el Palacio de Gobierno fueron activistas que llegaron de otros lugares del país (se dijo que venían de Ciudad de México, Guanajuato y Michoacán), la pregunta es muy sencilla: en qué momento se dieron cuenta de ello. Esto es, se enteraron de que un grupo de cincuenta o cien personas, las que hayan sido, llegaron a la ciudad, se juntaron en una plaza, marcharon y luego atacaron Palacio hasta que los detuvieron, o sabían desde antes y los dejaron actuar. Todo parece indicar que fue lo primero, es decir, que no hay inteligencia alguna. ¿Qué pasó en esa hora entre que se comenzaron a reunir en el parque Revolución y que llegaron a Palacio? Una hora o un poco más en que el Gobierno pudo haber tomado medidas de protección. No sucedió así; aparentemente habían bajado la guardia, o peor aún, nunca la subieron.

Excusarse en que los rijosos vinieron de otros estados no justifica la inacción y la falta de una respuesta adecuada del Gobierno del Estado. Nos deben a los ciudadanos al menos dos explicaciones. La primera es quiénes son esos que dicen que vinieron, por qué decidieron venir a Guadalajara a atacar el Palacio de Gobierno y el Congreso y de dónde obtuvieron los recursos para el traslado. Para que la historia sea creíble hacen falta los detalles. La segunda es qué falló, qué no se hizo correctamente y quiénes eran los responsables de hacerlo.

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Cortesía de El Informador



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