En la esquina más madrugadora de la Del Valle, Fonda Margarita sigue oliendo a carbón, a café recién colado y a frijoles que llevan horas meciéndose en cazuela de barro. Abrió en 1948 como respuesta a una necesidad —dar de comer bien y temprano a una colonia en construcción— y terminó volviéndose rito chilango: formarse con paciencia, pedir “lo del día” y compartir mesa con quien toque, sin jerarquías ni fotos de famosos en la pared. “Aquí todos valen lo mismo”, decía doña Margarita Lugo de Castillo, la fundadora, y la regla quedó escrita en la rutina: servicio ágil, platos sabidos y sazón que no negocia atajos.
La historia es familiar y tenaz. Margarita empezó vendiendo elotes y guisos en anafre; con los años abrió el local y dejó un ideario claro: ingredientes de primera, manteca donde va manteca, barro sin plomo, carbón en vez de gas y cero maquillaje al sabor.
Hoy la batuta la lleva su nieta, la mayora Mariana Castillo Hernández; en la operación están su hijo, Ricardo Castillo Lugo, y su nieto homónimo, junto con una generación que aprendió desde la madrugada a encender braseros, picar, sazonar y porcionar. Dieciocho personas hacen posible que, cuando la ciudad apenas despierta, aquí ya brillen las cazuelas.
El emblema de la casa son los huevos con frijoles —tirados veracruzanos, a su manera—: sabor inconfundible y adictivo. La carta de guisados rota por días: longaniza en salsa verde, carnero en salsa verde los jueves, pancita los sábados. Los chilaquiles llegaron cuando la moda empujó, pero aquí nacen con tortilla recién hecha, no de sobras. El servicio corre como fast-food a la mexicana: guisos listos, huevos al momento, rotación constante. Los fines de semana atienden de 300 a 350 comensales y el comedor funciona como un pequeño archivo urbano: en esas mesas corridas se han cruzado políticos, artistas y el albañil de la obra contigua… y nadie importa más que el de al lado. Dicen, incluso, que José José era cliente frecuente: venía a curársela por las mañanas.
Si hay definición de “clásico”, aquí se sirve desde antes de que amanezca: cocción lenta, sazón honesta y una mesa comunal donde la ciudad se reconoce.

Dirección: Adolfo Prieto 1364 B, Tlacoquemécatl Del Valle
Horario: mar-dom: de 6:30 h hasta que se acaben las cazuelas (alrededor de las 12 h)
IG: @fondamargarita
Cortesía de Chilango
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