
NUEVA YORK – El uso del carbón como fuente de energía es tan antieconómico que la administración Trump ha recurrido a prohibir el cierre de centrales que lo usan, para sostener la moribunda industria. Pero hay un ámbito donde el carbón sigue imperando: la producción de hierro primario para la fabricación de acero.
Es importante porque la producción de hierro y acero produce más del 10% de la emisión mundial anual de gases de efecto invernadero. La mayor parte de esa emisión procede de altos hornos que usan carbón para extraer el oxígeno del mineral de hierro, en un proceso que tiene como principal subproducto el dióxido de carbono.
Hay mejores alternativas. Una de ellas es evitar la producción de más hierro. El acero es 100% reciclable, y más de la quinta parte del suministro mundial ya procede de chatarra reciclada. El reciclaje solo requiere electricidad, de modo que es posible imaginar una economía circular perfecta, donde turbinas eólicas producen electricidad para fabricar acero a partir de turbinas eólicas recicladas. Esto ya resulta muy rentable en lugares con abundancia de acero en forma de chatarra (por ejemplo Estados Unidos y Europa), pero no tanto para economías asiáticas de alto crecimiento.
Otra opción es el uso de gas natural. Esta alternativa hoy supone solo un 7% de la producción mundial de acero, por la presencia de costos y complicaciones adicionales. Pero ofrece la posibilidad de aplicar a la siderurgia uno de los principales métodos para la eliminación casi total de emisiones: sustituir el gas por hidrógeno verde.
Es lo que hace la startup sueca Stegra. En 2022 abrió camino con la construcción de la primera planta siderúrgica ultraecológica del mundo, un hecho notable que supone un importante avance en la dirección correcta. El objetivo de la empresa de alcanzar una producción anual de cinco millones de toneladas de acero con baja emisión de carbono en 2030 es ambicioso y factible con un marco de políticas adecuado. Además hay otros proyectos similares inminentes, lo que anuncia un futuro de siderurgia descarbonizada.
Pero el proceso no será fácil. Los cinco millones de toneladas de Stegra no son nada en comparación con los 1,500 millones que hoy se producen con carbón. Por cada nueva planta siderúrgica ecológica en discusión también hay planes de construir más de dos plantas tradicionales. A diferencia de las centrales eléctricas de carbón, los altos hornos tradicionales seguirán siendo económicos mientras no se ponga un precio adecuado a la emisión de CO2. La Unión Europea ya comenzó a hacerlo con su sistema de intercambio de derechos de emisión, que cobra a las empresas que contaminan unos 80 euros (94 dólares) por tonelada; pero en China, la India y otros países, los productores de acero pagan poco o nada por sus emisiones.
Además, aunque los precios (directos o indirectos) al carbono son un componente esencial de cualquier política climática para el sector, no pueden ser la única medida. Otro factor importante aquí es el metano. Si bien este gas de efecto invernadero es un subproducto inevitable del uso de gas natural en la producción de acero, aquí el verdadero culpable es el “metano de carbón”, que se libera a la atmósfera desde los yacimientos durante la extracción de carbón metalúrgico para los altos hornos.
El metano es un gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO2, ya que en los primeros veinte años atrapa unas 80 veces más calor que aquel. Aunque a largo plazo el CO2 sigue siendo el gas de efecto invernadero más potente, alrededor de la mitad del ritmo de calentamiento que hubo desde el período preindustrial hasta la década de 2010 se debió a las emisiones de metano y no de CO2.
En vista de la magnitud de este efecto, el metano de carbón es un problema de la producción mundial de acero al que no se le presta atención suficiente. Por sí solo aporta alrededor del 25% de la huella climática de los altos hornos (el equivalente a unos 1,000 millones de toneladas de CO2 al año), y estas emisiones no se detendrán mientras el sector siderúrgico esté dominado por los altos hornos.
La buena noticia es que aunque la industria siderúrgica no cambiará por sí sola, cálculos preliminares indican que hay modos relativamente baratos (menos del 1% del precio de mercado del acero) de eliminar el metano de la cadena de suministro de los altos hornos que usan carbón. Además, la producción de carbón metalúrgico está concentrada en unas pocas empresas mineras y países, de modo que la firma de acuerdos para la medición y mitigación eficaz de estas emisiones es viable. Entre los participantes posibles de esos acuerdos habría que incluir no solo países como Australia (que fue objetivo inicial del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), sino también China, que representa más de la mitad de la producción mundial de carbón metalúrgico y acero.
Ahora que EU ha renunciado al liderazgo en política climática, la UE y China han comenzado a colaborar más estrechamente en iniciativas climáticas fundamentales, y uno de los problemas que deberían abordar es el de las emisiones de metano de carbón en la cadena de suministro del acero. Una solución a este problema no producirá acero ecológico de la noche a la mañana, pero puede reducir las emisiones del sector por un equivalente a 1,000 millones de toneladas de CO2 al año y a bajo costo.
A diferencia de algunos argumentos a favor del gas como combustible “puente” entre el carbón y las energías renovables, promover la reducción del metano de carbón implica poco riesgo de desviar la atención de la necesidad de abandonar el carbón (y el gas) para adoptar métodos más ecológicos. El mundo no debe perder de vista la importancia de una descarbonización real de la industria del acero, pero mientras tanto, hay modos de reducir sus emisiones que valen muy bien la pequeña inversión necesaria.
El autor
Gernot Wagner es economista del clima en la Columbia Business School.
El autor
Roland Kupers, asesor sobre complejidad, resiliencia y transición energética, es el principal arquitecto del Observatorio Internacional de Emisiones de Metano de las Naciones Unidas.
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