
El pasado sábado 15 de noviembre ocurrió la marcha de la Generación Z, una marcha convocada por redes sociales, sin un liderazgo visible o sin un vínculo con las organizaciones políticas tradicionales. Simplemente personas que se organizaron en redes para caminar y protestar en contra del régimen.
Las demandas eran varias, incluyendo el deterioro de la seguridad pública, el desabasto de medicinas, la poca atención a los desaparecidos, el asesinato del presidente de Uruapan Carlos Manzo, entre otras.
Recuerde: si algo saben hacer los integrantes del gobierno actual, es precisamente marchas. Gran parte de su vida se la pasaron marchando por todas las razones y motivos. Tanto López Obrador como Sheinbaum son expertos en el arte de organizar marchas. Por lo que ocurrió con la marcha del sábado fue todo menos que producto del azar.
Sheinbaum sabe que la oposición política formal de este país está destruida desde 2018. Los partidos políticos tradicionales se han vaciado y se han convertido en membretes sin credibilidad o con muy poco soporte social. De ahí que a la presidente no le importe lo que diga o grite la gente del PRI o del PAN. De los demás, PT o Verde, tampoco importan porque son aliados por el poder y el dinero.
La presidenta se siente muy cómoda con una oposición destruida, minimizada hasta la insignificancia. Es por eso que movimientos como el de la Generación Z, la descolocan por completo: No tiene modos para aplastarlo.
Vea usted como fue reaccionando la presidenta, su gobierno y sus propagandistas: primero, descalificando la marcha, “son bots en redes sociales, no son personas de verdad”. Luego, cuando se vio que eran mexicanos de carne y hueso, se cambió el discurso: es un movimiento auspiciado por la “extrema derecha” que quiere desestabilizar a el país. Son “jóvenes manipulados” o que la marcha la patrocinaba Ricardo Salinas Pliego.
El gobierno de Sheinbaum para defenderse, en lugar de atender las demandas de los marchantes, deslegitima a los asistentes. Y para eso opera en varios frentes. El de las redes sociales con sus incontables propagandistas a sueldo, pero también con operativos durante la marcha.
Note usted un detalle: toda marcha que no sea a favor del gobierno, siempre aparecen grupos de encapuchados vestidos de negro, cuyo objetivo es provocar violencia y que el tema no sea la marcha ni sus exigencias, sino la violencia que resultó como producto de esta. Véalo en las marchas feminista del 8M, la del 2 de octubre, la de los estudiantes de Ayotzinapa, entre otras.
Estos personajes, se mezclan entre los asistentes y cuando ya están en el zócalo, comienzan a agredir a los policías y a intentar derribar las rejas de contención. La intención es provocar la violencia: llevan herramientas, cohetones y explosivos caseros que utilizan contra la policía y los transeúntes.
Normalmente, las personas que salen a manifestarse lo hacen de forma pacífica, para expresar públicamente su descontento. La estrategia de usar infiltrados del gobierno, que no nació con Morena sino con los gobiernos del PRI de los 70´s, es la de provocar que las personas prefieran no sumarse a las marchas: Si existe la posibilidad de que la marcha se torne violenta, asistirán menos personas.
La estrategia es deslegitimar las causas de la marcha, volverla violenta para que las personas se alejen y entonces se desactive ese mecanismo de protesta social. La imagen de los gases lacrimógenos, de los detenidos, de los golpeados pretende hacerle muy costoso a los manifestantes el seguirlo haciendo. Todo sirve para decir que no valen sus reclamos: son jóvenes manipulados.
Este gobierno pasa rápidamente de ser uno que llegó al poder siendo experto en manifestaciones, a uno que ya como autoridad, deslegitima y ningunea toda manifestación que no sea de ellos. Para la presidenta, hay marchas buenas (las de ellos) y marchas malas (las que no les aplauden).
Israel Macías López, economista, profesor en la Universidad Panamericana en Guadalajara
Cortesía de El Informador
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