Hoy se cumplen 57 años del lanzamiento de The Beatles, un álbum doble que, por la pureza de su icónica portada, todos conocemos como “The White Album” (El Álbum Blanco). Publicado un 22 de noviembre de 1968, este disco no fue “una producción más” del amplio catálogo de la banda, sino también un reflejo de un mundo en plena ebullición. Mientras la Guerra de Vietnam ardía y la Guerra Fría seguía vigente -incluso, el riff inicial de “Back in the USSR” fue toda una ironía-, los Beatles cambiaron la psicodelia sinfónica de Sgt. Pepper’s para darnos una colección de canciones crudas, minimalistas y, a menudo, conflictivas.
“The White Album” fue el resultado de mucha tensión interna y de una gran experimentación. De hecho, gran parte de sus 30 canciones -19 de ellas- nacieron en la tranquilidad de la India, mientras la banda asistía a un curso de “Meditación Trascendental” en Rishikesh. El resultado fue una obra que sonaba más a cuatro músicos explorando sus propios caminos que a un grupo unido. El disco abarcaba extremos, desde la calma acústica de “Dear Prudence” hasta la caótica “Revolution 9”, convirtiéndose en un lienzo perfecto para la obsesión.
Y es precisamente esa naturaleza experimental lo que conecta a “The White Album” con el capítulo más oscuro de la contracultura de los años 60: la historia de “Helter Skelter“. Un tema de rock violento, concebido como un simple reto musical de Paul McCartney, terminó transformándose en el evangelio retorcido de Charles Manson, un profeta fracasado que usaría el arte de los Beatles para justificar una ola de asesinatos brutales, manchando el legado de la banda para siempre.
La génesis de “Helter Skelter” es, musicalmente hablando, un acto de pura arrogancia rockera. Paul McCartney, durante un capítulo del podcast “McCartney: A Life in Lyrics”, contó que leyó una entrevista donde Pete Townshend de The Who describía su canción “I Can See for Miles” como el tema “más ruidoso, sucio y rockero de la historia” que jamás se había grabado. Para McCartney, esto fue un guante arrojado que no podía ignorar. Su respuesta fue “Helter Skelter”.
“I was always trying to write something different, trying to not write in character…I sat down and wrote ‘Helter Skelter’ to be the most raucous vocal, the loudest drums, etcetera etcetera.” – @PaulMcCartney #Anthology2025 pic.twitter.com/9n266n8CEG
— The Beatles (@thebeatles) September 17, 2025
El título, inocente en su origen, hace referencia a un tobogán alto y espiral de los parques de atracciones británicos, y Paul lo utilizó como una metáfora para los altibajos de la vida o la decadencia, buscando crear un rock pesado, primitivo y caótico que superara a la competencia. La grabación fue tan frenética que la banda la consideró un ejercicio de jam desquiciado.
La intensidad quedó plasmada en el corte final, donde se escucha al propio Ringo Starr gritar al final de una toma de 27 minutos: “¡Tengo ampollas en los dedos!”. El tema, con su sonido áspero, distorsionado y su energía proto-metal, es hoy considerado una influencia directa en el nacimiento del heavy metal.
Pero para Charles Manson, músico frustrado y líder de culto, la canción no era un riff caótico; era un mensaje celestial. Inmerso en el delirio, Manson estaba convencido de que The Beatles (a quienes veía como los “cuatro ángeles” del Apocalipsis) le estaban enviando mensajes codificados, dirigiéndole a él y a su “familia”.
Manson interpretó “Helter Skelter” como la profecía de una inminente guerra racial apocalíptica, en la que los negros se alzarían violentamente contra los blancos, para luego necesitar a sus seguidores para tomar el control. La frase “It’s coming down fast” era, para él, la descripción literal del caos inminente. Además, relacionó los temas del álbum con versículos del Apocalipsis, creyendo que él era el “quinto ángel” que guiaría a su familia a un pozo subterráneo en el Valle de la Muerte para esperar a que terminara la guerra.
Cuando la guerra racial predicha no se materializó por sí sola, Manson decidió que la Familia debía actuar como catalizador. En agosto de 1969, ordenó los brutales asesinatos de la actriz Sharon Tate y otras cuatro personas en Cielo Drive, seguidos por el asesinato de Leno y Rosemary LaBianca. La orden era clara: cometer los crímenes de tal manera que pareciera que habían sido obra de la comunidad negra, acelerando así el “Helter Skelter”.
En la escena del crimen de LaBianca, la conexión se hizo macabramente explícita. Los miembros de la Familia Manson garabatearon frases en las paredes y el refrigerador con la sangre de las víctimas: “Healter Skelter” (mal escrito), “Piggies” (por la canción de George Harrison) y “Rise” (por “Revolution 9”), cimentando para siempre el vínculo más siniestro entre la música popular y la violencia criminal. El motivo de “Helter Skelter” fue detallado posteriormente por el fiscal Vincent Bugliosi, cuyo libro homónimo sobre el crimen se convertiría en un referente.
El horror que sintieron The Beatles al ver su obra maestra asociada a la sangre es incalculable. Una canción concebida por McCartney como un simple desafío para ser el más ruidoso, fue retorcida por un líder de culto para convertirse en la justificación ideológica de una masacre. Hoy, a 57 años de su lanzamiento, “The White Album” sigue siendo un testimonio de la experimentación musical y una obra maestra del rock, pero también es el recordatorio perturbador de la facilidad con la que el arte puede ser pervertido para servir a la locura.
Cortesía de Clarín
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