
El escándalo por las acusaciones de corrupción en Miss Universo 2025 no reventó solo por el concurso. Estalló porque la victoria de la tabasqueña Fátima Bosch Fernández encontró el epicentro político del momento -México- demasiado cerca, y porque el clima nacional convirtió un certamen de belleza en un plebiscito emocional sobre el poder, la narrativa oficial y la sombra que Morena arrastra tras años acumulando desgaste. Fátima y un concurso internacional, cuestionado de haber sido arreglado un día antes incluso de que se conocieran los resultados, viajó de manera instantánea 15 mil kilómetros entre Bangkok -donde se llevó a cabo-, y México, para iniciar una nueva batalla contra la corrupción del régimen.
Las acusaciones de corrupción contra funcionarios de Morena, sus liderazgos parlamentarios y del partido, y de manera particular sobre los hijos del expresidente Andrés Manuel López Obrador, que no han sido motivo de investigaciones sino de exoneraciones, han sembrado un terreno fértil para la sospecha donde cualquier chispa prende. Para el Gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum, el caso es un recordatorio incómodo, sin necesidad de estar implicado, por los muros de impunidad que ha levantado. No hay pruebas de que haya intervenido en el concurso, pero tampoco hay una cultura de transparencia que despeje dudas. Y en política, el vacío siempre se llena con sospechas.
El escándalo, retomado por los medios más influyentes del mundo, comenzó antes de comenzar la final, detonado por uno de los jueces, el músico libanés Omar Harfouch -hasta el apellido contribuye a la ironía-, al denunciar que el resultado estaba arreglado, y señalar quiénes serían las finalistas, porque así se lo había sugerido uno de los propietarios del concurso, el mexicano Raúl Rocha, por razones de negocio. A su denuncia se han hecho públicas otras similares, de jueces y mises. De ahí, quizás, que cuando se anunció a la ganadora en la arena en un suburbio de Bangkok, no solo hubo confusión sino gritos de que “el espectáculo había sido cocinado”.
Cuando estallaron las denuncias de supuestos favoritismos, presiones y arreglos informales en torno al certamen, la primera reacción internacional fue de sorpresa. La segunda, casi en automático, fue mirar hacia México. No por casualidad: este país se ha vuelto sinónimo de escándalos porque la política ha tocado espacios que antes se consideraban neutros. Y ahí es cuando el Gobierno obradorista entró en escena, no porque hubiera estado sentado en la mesa del jurado ni porque funcionarios aparecieran firmando contratos del concurso, sino porque los propios oficialistas convirtieron la controversia en un termómetro más del desgaste del régimen.
La tracción en México se la dio la denuncia de Rodrigo Goytortúa, que fue el director ejecutivo del Concurso Miss Universo cuando Rocha adquirió el 50% de las acciones al grupo tailandés JNK, cuando enfrentaba la bancarrota, en 2023. Goytortúa, que fue despedido por Rocha el año pasado, acusó a Bernardo Bosch, padre de Fátima, de haber pagado a Rocha 50 millones de dólares para que su hija ganara el concurso. No aportó ninguna prueba de esto, pero la prensa rápidamente identificó el probable contrato de marras, otorgado por Pemex Exploración y Extracción en enero de 2023 a Soluciones Gasíferas del Sur, propiedad de Rocha, por 745 millones de pesos.
En ese contrato no aparece la firma de Bosch, que en ese entonces Bosch trabajaba en esa filial de Pemex, como asesor en exploración y producción, que es un cargo sin estructura, ni capacidad de decisión. Años antes fue investigado por un presunto desvío de recursos que lo habría inhabilitado por 10 años, pero no encontraron nada y lo reinstalaron. Bosch, que estuvo en Tailandia para el concurso y deberá regresar este lunes a su trabajo, fue nombrado recientemente subdirector en otra área de Pemex, relacionada con la seguridad, la salud y la gestión ambiental. Contactado de manera indirecta, negó todas las imputaciones que se le han hecho.
El escándalo no va a parar. Las revelaciones de Harfouch continuarán impactando a Rocha y al certamen, y seguirán siendo combustible en México, donde la disputa adquirió el tono familiar de un país donde el discurso anticorrupción se desgastó al mismo ritmo que la credibilidad que lo sostenía. Pero lo que realmente escaló el escándalo no fueron las acusaciones del concurso, sino la desconfianza estructural de un país donde muchas decisiones suelen mezclarse con intereses políticos, patrocinios opacos y operadores del régimen que están construyendo el segundo piso de la supervía de corrupción.
Se le han sumado, para mostrar conflictos de interés y corrupción, videos de Fátima hablando bien de Sheinbaum como prueba de colusión -¿no tendría ella plena libertad de expresar sus opiniones políticas?- y fotografías de Rocha con López Obrador. Esto no tiene ningún anclaje, pero imprudencias como las publicaciones de Pemex celebrando la victoria de la tabasqueña solo abonan a la controversia como hicieron las plumas del régimen, aunque quizás con la tarea de desviar la atención de los problemas que ahogan a Sheinbaum.
La caída de un certamen de belleza en el pantano de la sospecha no sería, en circunstancias normales, más que un episodio menor en la industria del entretenimiento. Pero 2025 no es un año normal, y México, con Morena al mando, tampoco es un país inmune a la tormenta. Bastó que las acusaciones de corrupción en Miss Universo 2025 tocaran fibras mexicanas para que el escándalo dejara de ser un asunto de pasarelas y se convirtiera en un problema político. México apareció otra vez en el perímetro de un escándalo internacional donde los factores de opacidad, influencia política y poder económico se entrecruzan.
Miss Universo terminó siendo otra metáfora del país: un espectáculo que presume meritocracia, empañado por una conversación que gira en torno a poder, influencia y control. México se convirtió en protagonista no por la belleza del certamen, sino por la fealdad de sus sospechas. La pregunta es ¿por qué el sistema político mexicano es tan vulnerable a que cualquier acusación, por menor que sea, prenda fuego tan rápido? Porque cuando el gobierno confunde discurso con resultados, termina atrapado en su propia retórica. Miss Universo 2025 solo encendió el reflector, pero la crisis ya estaba ahí.
Cortesía de El Informador
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