Carreras del futuro, aspiraciones del pasado

¿A qué se quieren dedicar los jóvenes mexicanos cuando sean adultos?. La respuesta a esa interrogante no ha cambiado en veinte años. Siguen predominando las mismas aspiraciones que marcaron a generaciones anteriores, principalmente abogados, administradores, psicólogos, contadores. El problema es que el mundo sí ha cambiado… y a una velocidad que el sistema en su conjunto no ha logrado seguir.

El estudio Compara Carreras 2025 del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) publicado hace unos días confirma que el país sigue educando para el pasado. Casi la mitad de la matrícula universitaria (46%) se concentra en las mismas diez carreras tradicionales desde hace más de una década: Derecho, Administración de Empresas, Ingeniería Industrial, Contabilidad y Psicología encabezan la lista.

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Mientras tanto, las profesiones ligadas a ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) apenas abarcan a 8% de los egresados del país.

La paradoja es que son precisamente esas profesiones las que impulsan en la actualidad el crecimiento global. Analistas de datos, especialistas en inteligencia artificial o programadores en aprendizaje automático se ubican entre los puestos más demandados del mundo. En México, sin embargo, la oferta educativa no acompaña esa transformación.

El IMCO advierte que, si la tendencia actual se mantiene, para 2050 el país formará 28.7 millones de profesionistas en áreas con baja demanda laboral, mientras persisten vacantes sin cubrir en sectores estratégicos como salud, energía y tecnologías de la información.

El problema va más allá de la elección universitaria. Tres de cada diez jóvenes carecen de un plan de carrera definido, el nivel más alto de incertidumbre vocacional en una década según datos de la OCDE retomados en el estudio. Además, siete de cada diez estudiantes aspiran a desempeñarse en ocupaciones profesionales tradicionales, como Derecho o Arquitectura, que representan sólo 9.5% del mercado laboral.

La desconexión entre lo que se estudia y lo que requiere el mercado laboral está dejando un hueco cada vez más difícil de llenar.

En paralelo, la formación técnica se debilita. De acuerdo con las proyecciones del IMCO, México perderá 300,000 técnicos hacia 2050. La realidad es que la educación en este nivel, que debería ser una opción buena para la empleabilidad, enfrenta todavía muchos prejuicios, pues se sigue viendo como una alternativa de formación de segunda.

Mientras tanto, el país enfrenta escasez de personal especializado para sectores industriales, de manufactura y energía, justo en los que más se concentran las inversiones que llegan al país.

La raíz del problema no está sólo en la decisión individual, sino en la falta de orientación profesional. En países que enfrentaron desafíos similares, como Alemania o Corea del Sur, la política educativa se rediseñó para vincular las escuelas con las necesidades reales del mercado laboral. En México, esa conversación sigue pendiente. La orientación vocacional se reduce a ferias de carreras universitarias o pruebas genéricas que poco ayudan a conectar aptitudes con oportunidades.

La educación debería ser la brújula del desarrollo. Sin embargo, sin información ni acompañamiento, miles de jóvenes cada año toman una decisión estratégica sin el respaldo suficiente. No sorprende entonces que muchos terminen en trabajos para los que no estudiaron, como esa tendencia del “rosa pastel” que se hizo viral en México hace un tiempo.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha planteado la meta de formar 150,000 profesionistas y técnicos adicionales por año dentro del llamado Plan México. El desafío será que ese esfuerzo se traduzca en perfiles que respondan a las demandas reales del futuro, no a la inercia de la tradición.

El país necesita una política nacional de orientación vocacional que integre a escuelas, empresas y gobiernos. No basta con abrir más universidades o carreras si los jóvenes siguen decidiendo en la oscuridad. Si la fórmula no cambia intencionalmente, el sistema educativo seguirá graduando profesionales para el pasado… por más que el futuro nos pise los talones

Cortesía de El Economista



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