Sismo monetario por la caída de Bitcoin

Durante los primeros 25 años del siglo XXI, el mundo ha experimentado tres grandes crisis. La primera de ellas en 2001, el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, llevó a la invasión de Irak y la caída de Sadam Hussein, así como a la invasión de Afganistán, lo que derivó en el conflicto bélico más largo en la historia de Estados Unidos (2001-2021). Este conflicto aparentemente local impactó al sistema financiero global. EU promulgó la Ley Patriótica para fortalecer la seguridad nacional y combatir al terrorismo; a esta ley debían apegarse organismos financieros que hicieran tratos con este país. También se fortaleció la Oficina de Control de Activos Extranjeros, más conocida como OFAC, que en materia financiera mantiene vigilancia sobre grupos, países y personas con las que ninguna institución financiera puede hacer tratos.

La segunda gran crisis del siglo XXI fue la llamada crisis de las hipotecas subprime. Creó una burbuja inmobiliaria en todo el mundo y, de manera particular, en Estados Unidos, sobre la premisa de que “las casas nunca bajan de precio”. Las bajas tasas de interés que venían cayendo desde finales del 99 tras la crisis de las empresas tecnológicas impulsaron el crédito inmobiliario y dieron origen al diseño de instrumentos derivados sintéticos, diseñados para replicar el valor de otro activo sin poseer el subyacente. Los principales derivados relacionados con las hipotecas subprime fueron las Obligaciones de Deuda Colateralizada (CDO) y los Credit Default Swaps (CDS). Los CDO apostaban por el rendimiento de un conjunto de hipotecas sin poseer los activos subyacentes. La interconexión de instituciones globales a través de estos contratos, la falta de transparencia, la regulación laxa y la exposición al riesgo y apalancamiento extremos derivaron en una caída masiva una vez que la demanda por casas cayó junto con el precio y las hipotecas vigentes dejaron de pagarse, ya fuera porque el valor del inmueble resultara menor al pactado originalmente o bien porque la calidad de los créditos denominados “NINJA” (No income, No job, No asset) era insostenible.

La tercera gran crisis del siglo XXI fue provocada por una de las grandes amenazas que azotan a la humanidad desde tiempos inmemoriales, una pandemia cuya causa fue el coronavirus. La Organización Mundial de la Salud estima que esta enfermedad reclamó la vida de al menos 35 millones de personas. Los cierres que provocó sumieron a las economías del mundo en una caída de casi dos dígitos del PIB y obligaron a los gobiernos a establecer políticas contracíclicas para sacar a sus economías del pozo.

El resultado fue una recuperación al costo de grandes endeudamientos públicos, lo que nos trae al momento que vivimos actualmente y amenaza con convertirse en la cuarta gran crisis del siglo XXI; economías con deudas impagables como la de Estados Unidos, cuya deuda es de 37 trillones de USD, lo que representa más del 100% de su PIB. Japón, la economía más endeudada del mundo, con una deuda superior al 230% del PIB. Europa con un promedio superior al 100%, siendo Grecia la que está en peor situación con una deuda de 147% del PIB. América Latina, con sus dos principales economías del sur, Argentina y Brasil, con endeudamientos que rondan el 80% y 94% de su PIB, respectivamente, y México con una deuda de 59% del PIB. Visto así no estamos tan mal; el problema radica en la capacidad de pago. En la reciente reunión del Future Investment Initiative, en Riad, capital de Arabia Saudita, en octubre pasado, Bill Ackman, de Pershing Square Capital; David Solomon, CEO de Goldman Sachs; y Larry Fink, de Black Rock, manifiestan no estar consternados por el nivel de endeudamiento de EUA, dada la inmensa capacidad de pago que tiene por el lado del activo de la hoja de balance, pues el gobierno posee 21% de toda corporación y 35% del ingreso de la población, con lo que puede ajustar la tasa impositiva o bien impulsar el crecimiento de una tasa media de 2% a 3%, solo con facilitar el flujo de capital privado hacia la economía. Desde esa óptica, la inmensa deuda de EUA no resultaría impagable, pero para ello tendrían que alinearse condiciones favorables durante un largo periodo, como fueron las décadas doradas del capitalismo global de los años 50 y los 60.

Un ejemplo notable de lo que busca hacer el gobierno estadounidense y sus corporaciones emblemáticas es el proyecto de Amazon para invertir a partir de 2026, 50 billones de USD en proyectos de infraestructura de Inteligencia Artificial (IA) para el gobierno de Estados Unidos. Esto implica que, como señala el sólido economista Mohamed El Erian, estamos entrando a una fase de crecimiento sin generación de empleo, lo que es una de las grandes paradojas de nuestro tiempo. Economías que, con la ayuda de la IA, tendrán altas tasas de crecimiento y productividad, pero con bajo crecimiento del empleo, es decir, estas dos variables tienen menor correlación. Los economistas tendrán que analizar el mundo con un nuevo enfoque y, como señala Maryland Hodl, abandonar “el marco económico de 1970-2010 que aplican a un mundo que rompe sus propias reglas”.

Titular del posgrado en Microfinanzas de la UNAM.

Cortesía de El Economista



Dejanos un comentario: