María Elena Saucedo recibe el Homenaje al Bibliotecario en la FIL Guadalajara


“Distinguidas autoridades en el presidio, colegas bibliotecarios, queridos amigos, familia, señoras y señores: recibo este reconocimiento con profunda emoción y gratitud y la memoria llena de recuerdos, personas y momentos que han marcado mi vida. Este homenaje culmina muchos años dedicados a las actividades de servir a los demás a través del conocimiento. No es solo una distinción personal, sino un homenaje a todos los bibliotecarios y a todos los educadores quienes fortalecen la educación, la cultura y la comunidad”.

Con estas palabras inició su discurso María Elena Saucedo Lugo, que recibió  el Homenaje al Bibliotecario, en una ceremonia emotiva celebrada en la FIL Guadalajara, donde figuras como Trinidad Padilla López, Marisol Schulz, Sergio López Ruelas y otros colegas y amigos celebraron una trayectoria que ha marcado profundamente la vida académica y cultural de la región centro-occidente de México.

La FIL reconoce cada año a quienes han contribuido de manera excepcional al desarrollo de la bibliotecología. Y en el caso de Saucedo –maestra en Bibliotecología por la University of Wales y licenciada por la UNAM– el reconocimiento se extiende mucho más allá de su formación: su nombre se ha convertido en sinónimo de colaboración binacional, impulso educativo y creación de puentes entre instituciones de México y Estados Unidos.

El puente entre dos países

Durante más de tres décadas, Saucedo trabajó desde el Consulado General de los Estados Unidos en Guadalajara, primero como directora de la histórica Biblioteca Benjamín Franklin, y más tarde como especialista en Asuntos Culturales. En ambos puestos, explicó, comprendió que la labor bibliotecaria no se limita a gestionar libros; es una labor de servicio, de enlace y de comunidad.

“La biblioteca tiene la responsabilidad de reunir, organizar, conservar y diseminar la documentación e información creada por la humanidad”, afirmó, recordando sus primeros años de formación, influenciados por maestros que, asegura, “transmitían un profundo amor por las biblioteca”.

Su paso por el Reino Unido, donde estudió la maestría gracias a una beca del British Council, también fue determinante: los meses en Gales la acercaron a un mundo diverso, a compañeros de Asia, África y Europa que le enseñaron, dijo, “el valor de las distintas tradiciones y el papel que las bibliotecas desempeñan en cada sociedad”. Aquella experiencia le dio una perspectiva global que guiaría su carrera entera.

La Biblioteca Benjamín Franklin: un legado vivo

En la ceremonia, varios ponentes recordaron el papel crucial de Saucedo en la continuidad y modernización de la Biblioteca Benjamín Franklin, una institución que, desde mediados del siglo XX, fortaleció el intercambio cultural entre ambos países. Trinidad Padilla subrayó que su trabajo permitió que ese legado no desapareciera, sino que evolucionara hacia la Esquina Franklin en la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, un espacio vivo donde se aprende inglés, se dialoga sobre ciencia y tecnología y se gestan proyectos académicos transfronterizos.

Saucedo misma recordó ese periodo como uno de los más gratificantes de su carrera. “Fue un privilegio trabajar en esa biblioteca… dedicada a la promoción de la cultura y al servicio de los usuarios”, dijo, agradeciendo de manera especial a su colega y amigo Sergio López Ruelas, con quien compartió “una tradición de servicio y compromiso con la difusión del conocimiento”.

Tras el cierre de la biblioteca y su transferencia a la UdeG, Saucedo asumió funciones como especialista en educación y cultura del consulado. Desde allí impulsó becas, intercambios académicos, capacitaciones, proyectos de investigación y programas comunitarios.

“En lugar de tener libros de información, surgían oportunidades que yo debía conectar con quienes podían aprovecharlas para mejorar sus estudios, sus trabajos, su labor comunitaria”, relató. Su misión, aseguró, siempre fue encontrar a la persona correcta para la oportunidad que llegaba a sus manos, un trabajo silencioso pero determinante. Construyó redes con universidades, organizaciones civiles, gobiernos estatales y grupos comunitarios. “La cultura y la educación son los recursos más poderosos para acercar naciones y construir entendimiento mutuo”, afirmó ante el público.

La visión de quienes la conocen

Durante las intervenciones, los colegas destacaron su capacidad de trabajo, su discreción y su humanidad. Sergio López Ruelas sintetizó su trayectoria en una frase breve pero contundente: “A trabajar y hacer el bien”. Señaló que así ha vivido Saucedo, con ética y coherencia, incluso en épocas en que trabajar y hacer el bien parecen, dijo, “caminar por senderos separados”. También se subrayó su papel en la formación de nuevas generaciones.

Durante años, Saucedo impartió clases en el Colegio de Bibliotecología de la UNAM y colaboró en programas académicos de la Universidad de Guadalajara. “Ha formado profesionales conscientes del valor social de la información”, afirmó Trinidad Padilla, recordando que muchos de sus alumnos hoy reproducen su legado en instituciones públicas y privadas.

Una vida marcada por el servicio y la familia

En su discurso, Saucedo compartió también un aspecto íntimo de su vida: el cuidado amoroso de su madre, a quien acompañó hasta los 105 años. Ese gesto, dijo López Ruelas, es una metáfora de su carácter: paciencia, entrega, respeto y responsabilidad. Ella misma recordó el papel de su familia en la formación de su vocación. “Mi ambiente familiar moldeó mi deseo de enseñar, de comunicar información y experiencias y de servir a los demás”, dijo.

Recién jubilada, Saucedo trabaja junto con su hermana Beatriz en “Papeles de familia”, un libro que reconstruye 150 años de historia familiar a partir de documentos, archivos, cartas y fotografías. Este proyecto, dijo, es también una forma de continuar la labor bibliotecaria desde otro ángulo: preservar, ordenar y transmitir la memoria. Al finalizar su intervención, Saucedo agradeció a las instituciones, colegas y amigos que la acompañaron durante su trayectoria. Pero sobre todo, agradeció a los usuarios anónimos, a los estudiantes, a los profesores, a todos quienes encontraron en las bibliotecas un lugar de crecimiento.

“Comprendí que la labor bibliotecaria es un acto de servicio y de cultura”, reiteró. “Y sigo convencida de que la información, la cultura y la educación transforman vidas”. La ovación posterior confirmó que su trabajo —discreto, constante, generoso— ha dejado una huella profunda en la vida intelectual de Guadalajara y de México.

YC

Cortesía de El Informador



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