Durante décadas, la historia de la humanidad ha sido tejida con fragmentos de fósiles, herramientas de piedra y vestigios culturales dispersos por todo el continente africano. Pero ahora, un descubrimiento genético sin precedentes ha abierto una nueva ventana al pasado profundo de nuestra especie. Un equipo internacional de investigadores ha secuenciado los genomas de 28 individuos que vivieron en el sur de África entre hace 10.200 y 150 años, revelando un linaje humano con una composición genética tan singular que no se encuentra en ninguna población moderna.
Publicado en la prestigiosa revista Nature, el estudio liderado por genetistas de la Universidad de Uppsala y la Universidad de Johannesburgo marca un hito en la investigación del origen de Homo sapiens. Lejos de confirmar la narrativa lineal de una evolución humana centrada en África oriental, los datos sugieren que el sur del continente no solo fue un refugio genético, sino quizás el núcleo más antiguo y estable de nuestra especie.
Aislados del resto del mundo por milenios
Los restos analizados provienen de diversos yacimientos situados al sur del río Limpopo, en la actual Sudáfrica, y cubren más de 9.000 años de historia continua. Lo asombroso no es solo su antigüedad, sino la estabilidad genética que muestran a lo largo del tiempo. A pesar de los cambios culturales y tecnológicos evidentes en los restos arqueológicos —como el tipo de herramientas o la dieta—, genéticamente, estos humanos eran prácticamente idénticos durante milenios.
Este aislamiento no fue superficial. Los investigadores descubrieron que estos antiguos africanos estaban tan alejados genéticamente del resto del continente y del mundo que forman un “extremo” del espectro de variación humana. Sus genomas no solo muestran rasgos que se perdieron con el tiempo, sino que revelan un conjunto completamente distinto de variantes genéticas únicas, ahora clasificadas como el componente ancestral del sur de África.
Durante al menos 200.000 años, este grupo vivió sin apenas contacto con otras poblaciones humanas. Solo hace unos 1.400 años comenzaron a recibir aportes genéticos externos, principalmente de pastores que migraban desde el este del continente. Hasta entonces, permanecieron en una especie de cápsula genética, ajenos al devenir del resto del mundo.

El laboratorio genético más antiguo de la humanidad
El valor científico de este aislamiento va mucho más allá de la antropología. Al comparar los genomas de estos individuos con los de humanos modernos, otros grupos africanos, europeos, asiáticos, neandertales e incluso denisovanos, los investigadores identificaron cientos de variantes genéticas que podrían haber desempeñado un papel crucial en la evolución de nuestra especie.
Sorprendentemente, muchas de estas variantes específicas del ser humano moderno no están relacionadas con el cerebro, la cognición o el sistema inmunológico —como se podría suponer—, sino con el funcionamiento de los riñones. Estas modificaciones podrían haber permitido a nuestros antepasados conservar agua de forma más eficiente, una adaptación vital para sobrevivir en climas cálidos y áridos como el del sur de África.
Este hallazgo ha llevado a los científicos a replantearse el papel que la fisiología desempeñó en la evolución de los Homo sapiens. La capacidad de sudar y regular la temperatura corporal a través de una gestión hídrica más sofisticada podría haber sido tan decisiva como el lenguaje o la capacidad simbólica.
Además, se identificaron variantes relacionadas con la protección frente a la radiación ultravioleta, alteraciones en la pigmentación de la piel e incluso genes vinculados al desarrollo neuronal. Muchas de estas mutaciones no se encuentran en otras regiones ni siquiera entre los actuales pueblos San, descendientes directos de estos antiguos habitantes del sur de África. Eso sugiere que buena parte de esta diversidad genética se perdió con el tiempo debido al mestizaje y la migración de nuevas poblaciones.
Una historia distinta a la del resto del mundo
Lo verdaderamente desconcertante es que, mientras en otras partes del mundo los grandes cambios culturales, como la transición del Paleolítico al Neolítico, coinciden con migraciones y reemplazos poblacionales, en el sur de África la historia es radicalmente diferente. Allí, durante miles de años, las herramientas, los hábitos alimentarios y las expresiones simbólicas cambiaron, pero el pueblo seguía siendo el mismo. No hubo invasiones, ni sustituciones, ni grandes olas migratorias. Hubo continuidad.
Esta persistencia genética en paralelo con la innovación cultural sugiere que Homo sapiens pudo haber experimentado distintos caminos evolutivos en diferentes regiones de África. Ya no se trata de una única cuna de la humanidad, sino de múltiples núcleos que aportaron, de forma simultánea pero independiente, piezas distintas al rompecabezas evolutivo.
Uno de los lugares clave del estudio es el refugio rocoso de Matjes River, en la costa sur de Sudáfrica. Allí, en capas perfectamente conservadas, se hallaron restos humanos que abarcan miles de años. Es como si el tiempo se hubiera detenido. De hecho, uno de los genomas más completos procede de una mujer que vivió hace unos 7.900 años, cuyo esqueleto se encuentra en condiciones excepcionales.
Estos hallazgos no solo enriquecen nuestro conocimiento del pasado, sino que ponen en evidencia cuánto se ha perdido en la historia genética humana. Muchas de las variantes que definieron a nuestros ancestros han desaparecido, o son tan raras hoy que apenas figuran en los estudios genéticos globales. Esta falta de representatividad subraya la importancia de estudiar ADN antiguo, especialmente de poblaciones indígenas olvidadas o marginadas por la ciencia.

Reescribiendo la evolución humana
La gran lección de este estudio es que la evolución humana fue un proceso mucho más diverso, descentralizado y complejo de lo que se pensaba. El sur de África no fue un rincón alejado del desarrollo humano, sino uno de sus focos más importantes, donde Homo sapiens floreció de manera independiente, acumulando una riqueza genética sin igual.
Y aún queda mucho por descubrir. Solo ahora, con herramientas de secuenciación avanzadas y un enfoque verdaderamente global, empezamos a vislumbrar la amplitud del árbol genealógico humano. Estos antiguos genomas no son solo rastros del pasado, son también claves para entender quiénes somos y cómo llegamos hasta aquí.
Referencias
- Jakobsson, M., Bernhardsson, C., McKenna, J. et al. Homo sapiens-specific evolution unveiled by ancient southern African genomes. Nature (2025). doi: 10.1038/s41586-025-09811-4
Cortesía de Muy Interesante
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