
“En algún momento de la niñez, leer El diario de Ana Frank me hizo entender que los pensamientos de una niña podían interesarle a alguien más”, recuerda Cristina Rivera Garza en entrevista con EL INFORMADOR al hablar de los orígenes de su escritura. La autora, que presenta “Terrestre” en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), retoma ese impulso inicial para explicar cómo la lectura, la memoria y el movimiento han trazado su camino creativo.
“Terrestre” se construye desde la idea del viaje: desplazamientos que ocurren a pie, en tren o en autobús, pero también desde movimientos internos que activan la memoria, el cuerpo y el deseo. La autora explica que estos relatos surgieron mientras trabajaba en un proyecto de mayor aliento, uno que —según comenta— le “está dando muchos dolores de cabeza”. En medio de ese proceso, empezó a escribir pequeñas historias con la intención de “tentar ciertos límites, ensayar ciertas soluciones”. Con el tiempo, estos textos comenzaron a formar un conjunto propio, hasta que se dio cuenta de que había un libro posible.
“Cuando reflexioné sobre esto pensé ya en la forma del libro, y es cuando todas estas opciones formales empiezan a jugar un papel más importante”, explica la autora. En ese punto decidió nombrar las piezas como “no ficción documental”, una forma que dice se arraiga en entrevistas, documentos y métodos de investigación que ha utilizado antes. A la vez, el libro incorpora una dimensión especulativa que proyecta hacia el futuro la construcción de mundos posibles.
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Esta tensión entre lo real y lo imaginado atraviesa “Terrestre”. Rivera Garza señala que el límite no siempre es claro y que la escritura nace muchas veces de una intuición. Ahí aparece una noción que ha acompañado su trabajo reciente: la “fabulación crítica”, término acuñado por la crítica estadounidense Saidiya Hartman. Cuando los documentos o los archivos ya no alcanzan, afirma, la imaginación interviene. “El archivo no es el mundo, hay que dar el salto y para eso se utiliza la imaginación”. Pero matiza que no se trata solo de imaginación: “A veces uno dice ‘a mí me hubiera gustado que pasara esto, ¿me lo puedes contar de esa manera?’ Y al final, ¿quién es para decirte así fue o así no fue?”
En “Terrestre” aparecen mujeres jóvenes que caminan la superficie del mundo, recorriendo territorios de México y Estados Unidos. Para Rivera Garza, estas historias funcionan en paralelo a lo que desarrolló en “El invencible verano de Liliana”, al grado de que considera este nuevo libro como su “lado B”. Ahí exploró el feminicidio de su hermana ocurrido en 1990; aquí acompaña a jóvenes que se aventuran, se arriesgan y se sostienen desde la amistad. “Es un libro muy signado por la amistad, por esa complicidad dura, feroz, sobre todo en la adolescencia”, explica. Ambas obras, asegura, pueden leerse de manera independiente, pero comparten un trasfondo común: la pregunta por las mujeres que han sorteado peligros y han abierto camino para otras generaciones.
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La autora también reflexiona sobre la relación entre experiencia personal y escritura. Aunque sus libros dialogan con su biografía, subraya que una vez que algo pasa al lenguaje, deja de ser estrictamente íntimo. “Estoy menos preocupada por una fidelidad a una experiencia personal y más en lo que necesita la historia para seguir adelante”. Para ella, la percepción es lo verdaderamente personal: aquello que no puede desprenderse y que influye en el modo de escribir, incluso cuando los temas no tienen origen autobiográfico.
Rivera Garza reconoce que no busca los reflectores. Aun así, en los últimos años ha tenido mayor presencia internacional gracias a las traducciones de su obra. Esto, lejos de sorprenderla, le parece un proceso natural. “Todo llega a su tiempo”, afirma. Los libros que escribió hace dos décadas están encontrando nuevas conversaciones, especialmente con lectoras y lectores jóvenes. Esa recepción confirma para ella que las preocupaciones que han atravesado su obra —el archivo, la memoria, el cuerpo, el género— forman parte de discusiones centrales en la actualidad. “Me da gusto que los estén leyendo nuevas generaciones. Los temas, las preocupaciones, los personajes han estado ahí presentes, pero ahora creo que son cosas inescapables”.
En “Terrestre”, la exploración del movimiento también abre un espacio para pensar el deseo. La memoria se quiebra, dice, y en ese quiebre aparece la posibilidad de imaginar lo que pudo haber ocurrido. En esa mezcla de archivo, intuición, deseo y percepción se gestan las historias que componen este libro.
Cristina Rivera Garza tendrá una presentación este jueves a las 18:00 horas en el Salón 6, planta baja de Expo Guadalajara, como parte de las actividades de la FIL.
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AO
Cortesía de El Informador
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