Barcelona como refugio: “Seguir contándolo”, la memoria viva de periodistas mexicanos en el exilio


En un salón caluroso de la FIL Guadalajara —un calor que Cristina Rivera Garza atribuyó tanto al clima como a la “calidez humana” del encuentro— se presentó la tarde de este jueves “Seguir contándolo”, un libro que documenta el tránsito, las heridas y la esperanza de periodistas mexicanos que han encontrado en Barcelona un espacio de respiro y de vida. El volumen, construido como una crónica coral, reúne las historias reales de más de treinta reporteros y reporteras que, bajo amenaza —con frecuencia de muerte—, han debido abandonar México para resguardarse en un programa municipal de acogida impulsado en Cataluña.

La obra, gestionada por la asociación Taula per Mèxic en colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona, reconstruye una década de un esfuerzo colectivo nacido de la convicción de que la solidaridad no es una abstracción, sino un acto material. “Barcelona es mucho, es grande, es inmensa; no se puede limitar en palabras”, se dijo durante la presentación. Para los periodistas que llegan con el cuerpo y el ánimo en riesgo, esa inmensidad no es solo geográfica: es ética y afectiva. Es un abrazo al que llegan exhaustos.

Cristina Rivera Garza, autora del prólogo del libro y ganadora del Premio Pulitzer 2024, tomó la palabra para describir la potencia del proyecto: “Es un libro que se lee como una novela, no porque sea ficción, sino porque tiene el ritmo, el lenguaje y la incorporación de voces que permiten un contacto real, profundo. Es un proyecto de corazón, un proyecto de tierra y también un proyecto político”. La escritora recordó que aceptó de inmediato escribir el prólogo, pese a que días antes había bromeado en redes sociales sobre estar “en contra de los prólogos”. Ese gesto de inmediata aceptación, confesó, surgió de reconocer la urgencia del libro y el valor del programa que lo sostiene.

En “Seguir contándolo” se despliega una ciudad que no solo ofrece refugio, sino que lo entiende como un acto histórico de reciprocidad. Rivera Garza evocó, por ejemplo, la manera en que México recibió a exiliados españoles durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. “Son procesos distintos”, matizó, “pero el gesto es el mismo: abrir la casa, dar refugio, decirle a alguien que anda perdido, huyendo o con miedo: ‘Aquí hay una puerta y puedes entrar’”. Para la autora, que vivió un tiempo en Barcelona, la ciudad tiene una materialidad afectiva que la vuelve especialmente significativa para quienes llegan con el cuerpo marcado por la violencia. “El trazado de la ciudad, el bullicio de las banquetas, la posibilidad de caminar de noche con este cuerpo de mujer… Todo eso da una dimensión muy íntima a la experiencia del refugio”, relató.

Pero “Seguir contándolo” no idealiza ni romantiza. El libro —y quienes lo presentaron— insistieron en que no se trata de repetir la vieja narrativa de “Europa salvando a Latinoamérica”. La propia Rivera Garza lo enfatizó: “Temía encontrar otra historia de ese tipo, pero no. El libro es profundamente autocrítico. Las autoras se preguntan una y otra vez cómo crear una relación horizontal, cómo evitar pedir demasiado a periodistas que ya llegan cansados, heridos”. Barcelona ofrece un espacio seguro, pero también exige intercambios: charlas, participaciones, actividades públicas. El libro reflexiona sobre esa tensión sin suavizarla, sin evitarse preguntas difíciles.

El programa de acogida que dio origen al libro nació hace diez años, impulsado por ciudadanos y ciudadanas catalanas que, al enterarse del riesgo extremo que enfrentan los periodistas en México, decidieron crear un mecanismo de apoyo. Con el tiempo, la iniciativa se transformó en un programa formal del Ayuntamiento de Barcelona. Desde entonces, más de treinta periodistas han pasado por él. Algunos llegan tras haber recibido amenazas directas de grupos criminales. Otros, después de haber visto desaparecer a colegas o sufrir ataques en sus redacciones. Todos llevan consigo una herida abierta y un oficio que no saben —ni quieren— abandonar.

En ese sentido, el libro no solo es un registro testimonial, sino un manifiesto acerca de la potencia del periodismo y de la unión colectiva como forma de resistencia. “Hacer periodismo es fundamental, pero viene con un precio muy alto”, dijo Rivera Garza. “No solo está en riesgo la vida —que ya es más que suficiente—, también la paz espiritual, la estabilidad psicológica. Estas personas necesitan descanso, pausa, cobijo. También necesitan que les digamos: ‘Lo que haces es esencial para la comunidad y para la democracia’”.

Durante la presentación se habló de cómo la violencia contra la prensa en México forma parte de un ecosistema más amplio donde las fake news, la crueldad política y el descrédito intencionado erosionan el concepto mismo de verdad. Rivera Garza lo planteó así: “Trabajar con la verdad —hacer reportería, entrevistar, investigar con seriedad— es una de las luchas fundamentales de nuestro tiempo. En un momento en que la verdad está bajo ataque, la labor de estos periodistas se vuelve todavía más urgente”. Su lectura del libro subrayó el valor de las historias que se cuentan “al ras de la piel”, donde la política se manifiesta en la vida cotidiana: en el cuerpo afectado, en los hábitos de cuidado, en las heridas que se arrastran y en las formas de reconstruirse en comunidad.

Esa cercanía física y emocional es una de las apuestas narrativas del libro. No se trata únicamente de mostrar a periodistas como figuras heroicas o distantes, sino de seguirlos en sus dietas, en sus recorridos por la ciudad, en los pequeños ritos del descanso y la recuperación. “Las heridas se esparcen, dejan huella, y hay que cuidarlas con delicadeza, con compañía y con empatía, ese valor que hoy está bajo fuego”, señaló Rivera Garza. Seguir contándolo celebra precisamente esa empatía en acción.

Al cierre, la escritora agradeció al Ayuntamiento de Barcelona y a todas las personas que alguna vez “abrieron las puertas de sus casas y de sus corazones para recibir a quien merece un descanso, un alivio, un cobijo para prepararse y seguir adelante”. Porque de eso se trata el libro y el programa que lo originó: de seguir andando, seguir contando y seguir defendiendo la verdad incluso —o sobre todo— cuando la violencia pretende silenciarla.

En la FIL Guadalajara, entre el bullicio de lectores y editoriales, Seguir contándolo se presentó como un recordatorio contundente de que el periodismo en México no está solo. Que hay lugares —y comunidades— donde la solidaridad es práctica cotidiana y que el acto de contar sigue siendo un gesto de resistencia.

MF

Cortesía de El Informador



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