Este fósil desconcertó a los paleontólogos durante décadas: un nuevo análisis confirma que este dinosaurio no era un Tyrannosaurus rex adolescente

Durante décadas, el mundo de la paleontología ha estado dividido por una pregunta que, aunque parezca menor, tenía implicaciones enormes para entender la ecología del Cretácico: ¿existió realmente Nanotyrannus como una especie distinta del colosal Tyrannosaurus rex o era simplemente una versión adolescente de este depredador legendario?

La polémica ha estado viva desde finales del siglo XX, alimentada por descubrimientos contradictorios y una escasez crítica de evidencias. Pero ahora, una investigación publicada en la revista Science y liderada por un equipo interdisciplinar con sede en el Museo de Historia Natural de Cleveland y la Universidad de Princeton ha dado un golpe de efecto que puede acabar con el debate de una vez por todas.

El secreto no estaba en un gigantesco cráneo, ni en una garra amenazante. La respuesta, insólitamente, residía en un minúsculo hueso de la garganta.

Un fósil polémico desde el principio

La historia comenzó en 1942, cuando un equipo del Museo de Historia Natural de Cleveland halló un cráneo casi completo en Montana, en la célebre Formación Hell Creek. La pieza fue enviada al Smithsonian, donde inicialmente se clasificó como un ejemplar de Gorgosaurus. Años más tarde, en 1988, el fósil fue reclasificado y bautizado como Nanotyrannus lancensis, el “pequeño tirano de la Formación Lance”, debido a sus proporciones reducidas pero con características de un tiranosaurio.

Pero pronto empezaron las dudas: con el tiempo, la comunidad científica empezó a sospechar que se trataba, más bien, de un T. rex juvenil. ¿Cómo distinguir a un joven carnívoro que aún no ha alcanzado su tamaño adulto de una especie pequeña pero completamente desarrollada?

El análisis del hueso hioides reveló más anillos de crecimiento en el Nanotyrannus que en un joven T. rex, lo que indica que era un ejemplar adulto y una especie diferente
El análisis del hueso hioides reveló más anillos de crecimiento en el Nanotyrannus que en un joven T. rex, lo que indica que era un ejemplar adulto y una especie diferente. Fuente: Chris Griffin/Zachary Morris

El problema central es que no había otros huesos asociados al cráneo. Sin huesos largos como fémures o costillas —usualmente analizados para determinar la edad de los dinosaurios—, determinar su madurez ósea era casi imposible. Así, durante más de 30 años, Nanotyrannus vivió en una especie de limbo taxonómico, atrapado entre la validez y la confusión.

Un hueso olvidado que reescribe la historia

La clave para resolver el misterio estaba allí desde el principio, pero nadie se había fijado demasiado: un hueso hioides, diminuto y fino, que había quedado almacenado junto al cráneo original del museo. Este hueso, situado en la garganta de los vertebrados, ancla músculos implicados en la deglución y en algunos casos el habla (en los humanos), pero rara vez ha sido utilizado en estudios sobre dinosaurios.

Eso cambió cuando el paleontólogo Christopher Griffin, de la Universidad de Princeton, propuso un enfoque audaz: ¿y si ese hueso podía revelar el grado de madurez del espécimen, como lo hacen los anillos de crecimiento de un árbol?

Junto con investigadores del propio museo de Cleveland, así como de otras instituciones como el Museo de Historia Natural de Los Ángeles y la Universidad de Nebraska, el equipo desarrolló una técnica histológica pionera. Tras validar el método con hioides de cocodrilos, aves y otros dinosaurios, examinaron cortes microscópicos del hueso de Nanotyrannus… y la sorpresa fue mayúscula.

El hioides presentaba un patrón claro de un conjunto de líneas de crecimiento estrechamente espaciadas que indican que el animal había dejado de crecer. En otras palabras: era adulto.

¿Qué significa esto para la paleontología?

El hallazgo no solo confirma la validez del género Nanotyrannus, sino que reconfigura la imagen que tenemos del ecosistema del Cretácico superior. Durante años se asumía que los tiranosaurios eran los únicos grandes depredadores de su entorno, pero ahora queda claro que al menos existía una segunda especie carnívora, más pequeña, ágil y con posibles hábitos distintos. Tal y como confirmó un estudio publicado en octubre.

El Nanotyrannus habría medido unos 5,5 metros de largo, en contraste con los más de 12 metros del T. rex. Aunque claramente más pequeño, no era un animal insignificante. Su estructura ligera y su madurez esquelética sugieren que era un depredador eficaz, capaz de competir con los juveniles de T. rex por los mismos recursos.

El cráneo de Nanotyrannus hallado en 1942, expuesto en Cleveland, conservaba un hueso de la garganta que permitió demostrar que el animal era adulto, no juvenil
El cráneo de Nanotyrannus hallado en 1942, expuesto en Cleveland, conservaba un hueso de la garganta que permitió demostrar que el animal era adulto, no juvenil. Foto: Suzy Horvath

Esto introduce una nueva dimensión en la reconstrucción de la cadena trófica de su época: dos carnívoros, de tamaños distintos pero coexistiendo en el mismo espacio geográfico, con posibles diferencias en dieta, presas y comportamiento.

Además, esta investigación ofrece un nuevo método de datación paleobiológica. El uso del hioides como marcador de madurez puede abrir la puerta al análisis de muchos otros fósiles fragmentarios en los que no se conservan huesos largos. Para los paleontólogos, esto representa una herramienta revolucionaria, especialmente en colecciones antiguas donde muchos ejemplares han sido descritos con base en cráneos incompletos o esqueletos desarticulados.

Otro aspecto notable del estudio es cómo surgió. No fue un descubrimiento de campo ni un nuevo hallazgo espectacular, sino una reinterpretación de un fósil ya existente desde hace casi 80 años. Gracias al trabajo conjunto de museos, universidades y expertos en distintas ramas —desde histología hasta anatomía comparada—, se ha conseguido resolver un misterio que llevaba décadas desconcertando a los científicos.

Más allá de la ciencia, el caso de Nanotyrannus es una lección sobre el valor de revisar lo conocido con nuevas tecnologías y una mente abierta. No siempre es necesario encontrar un nuevo fósil para hacer un descubrimiento; a veces, solo hace falta mirar de nuevo, con ojos frescos y preguntas diferentes.

Con este estudio, Nanotyrannus deja de ser el “hermano menor” del T. rex para ocupar su lugar legítimo en la historia natural. Ya no es un adolescente en proceso de crecimiento, sino un depredador adulto con identidad propia, que compartió su hábitat con uno de los dinosaurios más famosos del mundo.

Así, lo que parecía una pieza menor —un hueso del tamaño de un dedo— ha resultado ser la clave para reescribir una página entera de la historia de los dinosaurios.

Referencias

  • C.T. Griffin et al. A diminutive tyrannosaur lived alongside Tyrannosaurus rex. Science. Published online December 4, 2025. doi: 10.1126/science.adx8706.
  • Zanno, L.E., Napoli, J.G. Nanotyrannus and Tyrannosaurus coexisted at the close of the Cretaceous. Nature (2025). doi: 10.1038/s41586-025-09801-6

Cortesía de Muy Interesante



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