Desde sus tres años, cuando interpretó a la Virgen de Guadalupe en una pastorela, Ofelia Medina supo que estar en el escenario es un privilegio. Era el año 1953 en su natal Mérida, en Yucatán. Cuenta que fue “todo un evento”, por el tiempo que invirtieron en ensayos y estudios. Incluso recuerda que le apretaba mucho el manto que le colocaron en su cabeza y cómo metía sus pequeñas manos para desajustárselo —pensando que nadie la vería—, junto con la emoción y la sensación de materializar ese momento frente al público. A sus 75 años, se la ve incansable. Mientras piensa en su siguiente papel, su labor de activista por los pueblos indígenas la mantiene ocupada. Es esa dualidad la que conserva intactas sus ganas en el mundo de la actuación. “El escenario no es lo único en mi vida, el trabajo social, el ir de uno al otro, es lo que hace que siempre sea fresco y diferente”, afirma. Esa vitalidad ha sido homenajeada por parte de la Asociación Nacional de Actores (ANDA) por sus más de 50 años de trayectoria ininterrumpida.
Este último mes del año es su faceta de activista la que ocupa su tiempo. En la colonia Condesa, en la capital mexicana, organizó el Bazar del Fideo, un espacio donde se vende arte y artesanía elaborado a mano por comunidades indígenas del país. Toda la recaudación, según explica —mientras saluda, ofrece carteras, da la cotización de un cuadro o se saca fotos con sus aficionados—, es para apoyar al Fideicomiso para la Salud de los Niños Indígenas de México, que fundó y por el trabaja desde 1990. Siempre sonriente y dulce con todos, aparta unos minutos de su apretada agenda para conversar sobre lo que han sido estos 57 años de trabajo constante.
Recuerda que dio sus primeros pasos de forma profesional en 1967, de la mano del dramaturgo chileno Alejandro Jodorowsky en una obra llamada H3O. La artista enfatiza que ella no eligió serlo. “La vida la tomó por mí”, afirma. Esta elección, cuenta, surgió de la pasión por la danza, disciplina que estudió nueve años profesionalmente en Bellas Artes. Desde entonces, su vida ha sido un constante ir y venir del activismo social al escenario. “Toda mi vida he ido de la manifestación al escenario. En la Academia de la Danza Mexicana tuve el privilegio de tener maestros de izquierda, de verdadera izquierda. Luego fui a la prepa uno y ahí entré al Partido Comunista, así de chiquitita”, recuerda entre risas.
Como actriz en cine y televisión tiene más de 100 créditos en su currículum. Los papeles más importantes de Medina incluyen su aclamada interpretación de Frida Kahlo, la primera en la historia del cine en Frida, naturaleza viva (1983), de Paul Leduc, por la cual ganó un Premio Ariel, y otros roles destacados como en Patsy, mi amor(1969), El águila descalza (1971), Gertrudis (1992) y Voces inocentes (2004).
Durante la entrevista lleva unos aretes de una obra de la artista mexicana. Cuarenta y dos años después, todavía no se puede creer que hicieron una película sobre Frida “peleando contra todo mundo”. Le decían, según recuerda: “¿Por qué esa pinche vieja, fea, marihuana, lesbiana, cejijunta, malhablada, triste y jodida?”. Incluso, cuando vivió en Estados Unidos, le mencionó a Francis Ford Coppola que si no quería hacer una película sobre ella. “Nadie me pelaba”, agrega. “Hicimos la primera película que abrió al mundo a este personajazo, que la semana pasada tuvo el cuadro más caro vendido por una mujer en la historia. Frida es mucho más que eso. Los invito a que lean su diario, a que lean sus cartas. Era una mujer con una comprensión del mundo desde el dolor”.

Reconoce que otras mujeres como Sor Juana Inés de la Cruz y la escritora Rosario Castellanos, de las que ha difundido su obra a través de recitales, obras de teatro y otros proyectos, son también sus pilares junto con Kahlo, “hasta filosóficos”, afirma. “Cada vez que me siento triste, me acuerdo de un poema de Sor Juana, de Rosario o de Frida y o les miento la madre con palabras de ellas”.
Sus últimos papeles, como Mal de ojo (2022) o Nuestros tiempos (2025), la han llevado a navegar géneros como el terror o la ciencia ficción. Ella lo lleva tranquilo y dice que “es la chamba”. “A menos de que sea algo que vaya contra tus principios, que no haría, pero trabajar en esos géneros y después un melodrama, me parece fascinante”.
Su pasión por la cocina la ha llevado también, recientemente, por el camino del reality, en producciones como MasterChef Celebrity, un programa de televisión de competición gastronómica entre famosos. Pudo poner en práctica las enseñanzas de sus grandes maestras: sus abuelas yucatecas. Admite que le gustan los preparados con materiales que se utilizaban antes de la Conquista española. Cita al maíz, frijol, amaranto, calabaza, chía, tomate y por la cocción de papadzules yucatecos. Sin embargo, aclara que no piensa incursionar en el mundo de los realities. “Esto porque era cocina y a los dos o tres capítulos empecé a encontrar algo que me hizo conectar más con el público. Fue la relación de la poesía con la cocina, como los placeres de nuestra lengua. No son solo los sabores, sino también de la literatura, de las palabras sabrosas. Empecé al ligar la poesía con la gastronomía y creo que funcionó muy bien”, dice.
Esta preocupación por llevar una alimentación saludable la ha conducido a un trabajo permanente en Chiapas desde 1994. Se conectó con las autoridades del Ejército Zapatista de Liberación Nacional para llevar programas de nutrición y salud. El pilar de su programa es la recuperación del amaranto para la dieta diaria. Afirma que el despojo del amaranto durante la Conquista es equiparable como si a China le hubieran quitado el arroz o a la India la soya.
“A nosotros la conquista nos lo quitó por 300 años y es el origen de la desnutrición que padece la niñez mexicana. Los últimos 40 años, sin importar qué partido ha gobernado, ha ido a peor. De los datos que nosotros tomamos en los noventa al día de hoy, la desnutrición es mayor y con la agravante de que somos el país con más obesidad infantil y diabetes del mundo. Todo esto se debe a una complicidad del gobierno mexicano con las transnacionales de chatarra y eso que dicen que son muy de izquierda”, manifiesta la actriz.
Lo que queda del año y el inicio del próximo, lo dedicará a compromisos que tiene con el Fideicomiso para la Salud de los Niños Indígenas de México. A la espera de confirmar sus próximos papeles. Como le dijo Jodorowsky en una ocasión, ella trata de no pensar en el futuro. “Vive el futuro. Está en el presente, está aquí ahora”, recuerda que le dijo el dramaturgo. Medina quiere vivir el presente y se manifiesta en contra de “la estupidez” de vivir pegados a un celular. Es su lucha actual y aboga por no alejarnos de nosotros mismos, de la humanidad y de verle los ojos al de enfrente. “Estás viendo la pura pendejada y lucho contra eso. Mirémonos con las personas con las que estamos. Miremos, toquemos, sintamos, lloremos, chillemos, pataliemos o nos amemos, pero dejémonos de virtualismos, inteligencias artificiales y esas pendejadas”, sentencia firme, pero siempre con una sonrisa amable.
Cortesía de El País
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