Las historias más locas e insólitas de los jazzeros número uno en la Argentina

A lo largo de la segunda mitad del Siglo XX y lo que va del siglo XXI, casi todas las grandes estrellas mundiales del jazz vinieron a tocar a la Argentina. Podemos poner a John Coltrane y Miles Davis como las primeras excepciones que vienen a la cabeza, pero el hecho de que Trane haya muerto muy joven y en el apogeo de su poderío como saxofonista, y que Miles tuviese agendado un show en Buenos Aires a mediados de 1988 que no pudo dar por una enfermedad (el trompetista falleció tres años después) los eximen de cualquier reproche.

No obstante, y más allá de la extraordinaria calidad de sus conciertos, hubo historias de jazzeros en donde lo extra musical igualó, y muchas veces le ganó, la partida a los artístico. Por ejemplo un recital en un teatro municipal al norte de la provincia de Buenos Aires, poco antes de Rosario, a la vera del Río Paraná.

O un par de shows históricos de un hombre que ya se encontraba enfermo y que desembocaron en una internación en el Hospital Fernández.

Y la desaparición absoluta de un músico durante las 24 horas previas a su presentación, que incluyeron la intervención del Ministerio del Interior de la Nación y de la Embajada de los Estados Unidos por la sospecha de un secuestro, pero que finalizó de modo feliz.

A continuación, entonces, los casos de Bill Evans, Charles Mingus y Ornette Coleman, y sus disparatadas leyendas en sus respectivas visitas a nuestro país.

Bill Evans: Live At San Nicolás

Decir que Bill Evans fue el pianista blanco de jazz más importante de todos los tiempos no es para nada exagerado. Un músico que introdujo al jazz la escuela clásica colorida y tímbrica, con armonías extendidas, de músicos franceses como Claude Debussy y Maurice Ravel. Su contribución en el Kind of Blue de Miles Davis y la fundación del jazz modal, la redefinición de la formación de trío de jazz (piano, contrabajo, batería) y la composición de estándares como Waltz for Debby conforman un listado incompleto de sus logros, muchas veces criticados por los puristas por “alejarse” de un sonido más afroamericano y opacados por sí mismo por culpa de sus adicciones.

El pianista Bill Evans tocó en el Teatro Municipal Rafael de Aguiar de San Nicolás. Verdaderamente insólito.

Evans visitó dos veces la Argentina. La primera vez fue el domingo 24 de junio de 1973, en un concierto que se realizó ¡por la mañana! en el Teatro Gran Rex, y al que la mayoría de los asistentes no duda en calificar como memorable. Y la segunda, la que nos ocupa, fue en 1979. Allí tocó en una doble función el 19 de septiembre en el Teatro Ópera, luego el 24 de septiembre en Rosario, el 25 en San Nicolás y el 27 en el Teatro San Martín.

Sí, leyeron bien: ¡Bill Evans tocó en el Teatro Municipal Rafael de Aguiar de San Nicolás! Pero lo mejor del caso es el contexto: la elección de la Reina de la Primavera, acto principal de la jornada, por encima del pianista. Según cuenta el mito, a Warner, el sello que editaba a Evans, le pareció una buena idea tocar ahí, ya que por aquel entonces funcionaba una petrolera de capitales estadounidenses y podrían llegar a atraer a esos compatriotas que vivían en la zona.

El viaje se realizó en auto y en el día: Evans como copiloto; Marc Johnson (contrabajo), Joe LaBarbera (batería) y la manager Helen Keane en el asiento de atrás y el productor Jorge Giovanelli como conductor de un Ford Taunus medio desvencijado. El recital fue un fracaso absoluto desde lo comercial: para un teatro de aproximadamente 800 butacas se vendieron 150 tickets.

El toque sentimental lo dio la presencia en el teatro de un viejo piano, similar al que Evans usó de chico para aprender a tocar. Tras la presentación y una cena improvisada al lado de la sala, la comitiva regresó a la Capital Federal para su concierto en el San Martín.

Bill Evans murió el 15 de septiembre de 1980, producto de una úlcera perforada que le produjo una hemorragia interna, agravada por una cirrosis hepática, consecuencia del abuso de drogas y bebidas. Ambas presentaciones porteñas, la 1973y la de 1979, fueron editadas en formato CD con gran calidad sonora.

Y su visita a San Nicolás, de la que casi nadie presume haber visto, quedó inmortalizada en el film Bill 79, dirigido por Mariano Galperín, y protagonizado por Diego Gentili como Evans y Marina Bellati como su manager Keane.

Charles Mingus: Del escenario al Hospital Fernández

Contrabajista; pianista; compositor de joyas ineludibles del género como Goodbye Pork Pie Hat; director de big bands; ladero de próceres como Duke Ellington, Charlie Parker o Dizzy Gillespie, factótum de obras maestras como Mingus Ah Um (1959), Blues & Roots (1959), o The Black Saint and the Sinner Lady (1963); precursor del free jazz y pionero a la hora de fusionar estilos (Cumbia & Jazz Fusion de 1976, Three of Four Shades of Blues del año posterior, el post mortem Mingus, firmado por su amiga Joni Mitchell en 1979, que contaba con su bendición); activista contra el racismo.

También fue dueño de un carácter pésimo a hora de interactuar con otros seres humanos, músicos de sus bandas incluidos. Algunas de las cualidades por las que se recuerda a Charles Mingus: uno de los grandes genios del jazz, sin discusión.

El contrabajista Charles Mingus fue director de big bands, ladero de próceres como Duke Ellington, factótum de obras maestras, precursor del free jazz y pionero a la hora de fusionar estilos.El contrabajista Charles Mingus fue director de big bands, ladero de próceres como Duke Ellington, factótum de obras maestras, precursor del free jazz y pionero a la hora de fusionar estilos.

En 1977, Mingus visitó Buenos Aires para brindar dos shows: el 2 de junio en el Teatro Coliseo y el 3 en la Sociedad Hebraica Argentina (SHA). Hace muy poco se publicó un disco doble que recoge las mejores tomas de ambos recitales, algo que fue celebradísimo a nivel mundial por los amantes del estadounidense, gracias a la calidad de la música que sonó en ambas ocasiones.

El malhumor de Mingus quedó reflejado en la conferencia de prensa, donde maltrató a todos los asistentes mientras no paraba de fumar un habano, y en una nota que le brindó a la desaparecida revista Expreso Imaginario, donde no dudó a la hora de juzgar la versión que Jeff Beck había hecho de Goodbye Pork Pie Hat en su disco Wired (1976). “Beck tocó únicamente la melodía y después hizo cualquier cosa. Cuando la escuché en lo primero que pensé fue en las regalías que ganaría por los derechos de autor, que fueron muchos miles de dólares”, afirmó.

Pero ese malhumor porteño era la coraza de algo más feo. En aquel momento Mingus se quejaba de manera constante de fuertes dolores en su columna vertebral y en sus piernas. Tanto fue así, que tras su show en el Coliseo sufrió una descompensación que incluyó un desmayo, y tuvo que ser trasladado de urgencia con una ambulancia al Hospital Fernández. De manera inmediata fue compensado, y al otro día fue dado de alta.

Esta internación quizás haya sido la previa de la enfermedad que acabó con su vida: la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), con la que poco tiempo después fue diagnosticado y para la que aún no hay cura. El 5 de enero de 1979 Mingus falleció en la ciudad mexicana de Cuernavaca por consecuencia de la ELA. Sus cenizas fueron arrojadas al Río Ganges, en la India.

Ornette Coleman: Desaparecido en acción

En la tarde del miércoles 6 de mayo de 2009 un hombre de tez negra, de casi 80 años de edad, salió del Hotel Panamericano, donde había llegado no hacía mucho, procedente de los Estados Unidos, su país natal. Al rato sus acompañantes, entre los que estaba su hijo Denardo, se encontraron en el lobby del hotel, tal como habían quedado. Después de esperar unos minutos, subieron a la habitación del hombre y sólo no lo encontraron, sino que vieron en su cama su pasaporte y su billetera con dinero y tarjetas de crédito.

Nadie sabía dónde podía estar el saxofonista que inventó el free jazz desde su disco homónimo de 1960. El tipo que, al sentirse menospreciado por la industria, supo retirarse para tocar el violín en su casa. La persona que volvió en los 70 con un sonido más funky, que supo tocar con Jerry Garcia y ser idolatrado por Lou Reed. El creador de la inmortal Lonely Woman. El señor Ornette Coleman.

El saxofonista Ornette Coleman en una actuación del 2006 en Suiza. Foto: ReutersEl saxofonista Ornette Coleman en una actuación del 2006 en Suiza. Foto: Reuters

La preocupación iba in crescendo. En la tardecita de ese miércoles, Ornette iba a recibir en manos de Mauricio Macri, por entonces alcalde porteño, la condecoración de Huésped Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en la Legislatura. Sus músicos y sus allegados fueron a caminar por el microcentro a ver si daban con él, con respuesta negativa.

De manera paralela, los productores del evento dieron aviso a Hernán Lombardi, ministro de cultura de la ciudad, y éste se comunicó con Aníbal Fernández, ministro del interior. La hipótesis de que Coleman hubiese sido víctima de un secuestro no estaba para nada descartada.

Pasó la noche, pasó la madrugada. No había señales de nadie parecido a Ornette por parte del SAME ni de la policía. Por la mañana, todos los implicados tomaron una decisión: dar aviso del caso a la Embajada de los Estados Unidos sin que la noticia trascienda a los medios. En ese momento llegó la llamada telefónica: Ornette estaba en buenas condiciones… ¡en Tigre!

A partir de ahí se supo, más o menos, lo que ocurrió. Unos lugareños encontraron a Ornette en un predio, solo. Como no se quería ir y nadie le entendía lo que decía, fue trasladado a una comisaría, donde le dieron de comer. A la mañana siguiente una profesora de inglés pudo entender su nombre y su profesión, y que había llegado al lugar vía subte y tren. Google hizo el resto: descubrieron quién era.

Según narró el comisario, “Le dimos un guisito de arroz, que comió poquito, puso cara de que no quería más, pero se tomó dos vasitos de vino. ¡Nos pidió vino! Y bueno, se lo dimos”. Uno de los oficiales, suponiendo que el guiso no le había gustado, fue a un kiosco y le compró un pebete de jamón y queso, del que Ornette “comió sólo la mitad y se guardó el resto en una bolsita de plástico que no soltó en ningún momento, como para tener cuando tuviera hambre”, se dijo el policía.

Denardo Coleman firmó el acta donde daba cuenta que su padre estaba en buen estado de salud. Ornette Coleman durmió hasta la Capital, luego se bañó, se afeitó y a la noche del 7 de mayo de 2009 brindó en el Gran Rex un show memorable, en el que tocó el saxo, el violín y no faltó, claro, una emotiva versión de Lonely Woman.

Cortesía de Clarín



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